Documental ‘Malqueridas’: Por la libertad de maternar
13.05.2024
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13.05.2024
La directora y la productora del nuevo documental sobre la vida de madres en las cárceles chilenas comparten en columna para CIPER su reflexión sobre las particularidades de una cotidianidad en la que los afectos se convierten en una forma de resistencia: «El debate y visibilidad de la maternidad en prisión es un tema que requiere de nuestra mirada colectiva, y así comprender las consecuencias que este tiene para las mujeres, sus familias y nuestro tejido social».
Luego de su paso por festivales extranjeros, Malqueridas se exhibirá desde el 16 de mayo en salas de catorce ciudades del país, de Arica a Punta Arenas. Más información en redes y en Miradoc.
Hace siete años se dio inicio al proyecto que estos días estrenamos en el país bajo el título Malqueridas, un documental sobre la maternidad en las cárceles de Chile. Al inicio nos sumergimos en un profundo proceso de investigación, recopilación de archivos y exploración de lenguajes. Probamos varias formas de construir la película. Sin embargo, no esperábamos encontrar la fuerza que al fin tuvieron las imágenes creadas por las propias mujeres que vivían su condena en el registro de su cotidiano. Fotografías y videos para ser compartidos con sus familiares fuera de la cárcel que revelaban momentos afectivos que en general no conocemos de las personas privadas de libertad: navidades, cumpleaños, fiestas, despedidas. Una autorrepresentación gigante, irreproducible y única.
Fue un descubrimiento que modificó completamente nuestra mirada cinematográfica y la posición política que terminó por conducir el documental.
Un par de años después de iniciar el proyecto, encontramos la que hoy es la primera imagen de la película: una fotografía vertical y pixelada tomada con un celular dentro de la cárcel. En la imagen se ve una mujer joven sentada en una cama, en sus brazos tiene a un recién nacido al que le está dando un beso. Pese a que en el lugar no entra la luz natural —dominan los tonos azules y las sombras—, el gesto de la mujer convierte su propia imagen y la de su hijo en un espacio lleno de afectividad.
Pensamos, entonces, que debíamos hacer lo posible para que esa y otras imágenes que encontramos durante la investigación fueran preservadas. Durante casi cinco años archivamos todo lo que encontramos. Muchas de las fotografías estaban ya registradas y subidas a Facebook, pero también se nos enviaron otras directamente por WhatsApp con el fin de que fuéramos guardándolas.
No sólo la condición de estas imágenes clandestinas era precaria, sino que también el acceso a ellas. Estaban en perfiles de Facebook con contraseñas olvidadas, celulares que habían sido requisados en allanamientos o envíos imposibles de recuperar. Así es que tomamos la decisión de imprimir cada fotograma de la película y digitalizarlo de nuevo, para así darles un espacio físico a estas imágenes. Imprimimos 32.640 frames que hoy se encuentran con nosotras a modo de archivo.
A pesar de que el uso de teléfonos celulares dentro de las cárceles está prohibido por ley, lo cierto es que se trata de una realidad común en Chile y en toda Latinoamérica. Durante mucho tiempo, Gendarmería tuvo un protocolo interno que sancionaba el uso de «cualquier dispositivo que registrara la cárcel», y su uso exponía a castigos tales como la suspensión de visitas o la confinación en celdas de aislamiento. Desde el año pasado esta prohibición es materia de ley, lo que significa que las personas que sean sorprendidas con uno de estos dispositivos pueden ser condenadas a una pena que va de 61 días a tres años de presidio, tiempo que se sumaría a la condena previa.
Nuestra película trabaja, reconoce y transparenta esa condición clandestina como posición artística y política. Las imágenes tienen un formato vertical que intenta respetar el origen de los materiales y expresar la vida en confinamiento. Las líneas verticales del encuadre representan el límite físico por el que ellas pueden circular, y es un símbolo de las posibilidades que las mujeres privadas de libertad tienen de mirar el mundo desde el interior de la cárcel, donde pueden observar apenas una pequeña porción del exterior a través de las ventanas y sus barrotes de acero. Pero también esta verticalidad en la imagen nos recuerda que allí dentro se limitan a los afectos, pues incluso dialogar con la familia y maternar a distancia está mediado por la precariedad y la restricción.
Chile es el segundo país de América Latina con la más alta proporción de mujeres privadas de libertad (superado sólo por la Guayana Francesa) [ver en CIPER-Opinión: “Mujer y cárcel en Chile: ¿quién cuidará a los niños?”]. Durante las últimas dos décadas, la población carcelaria femenina ha aumentado en más de un 98% [ver “Doble condena: La cárcel no es eficaz”]. A inicios de este año había en Chile 4.114 mujeres privadas de libertad, de las cuales cerca de un 74% declara tener al menos un hijo vivo (más de la mitad, menores de 18 años) [GENCHI y LEASUR 2023]. Desde que se encuentran privadas de libertad, las políticas y medidas para la protección del vínculo materno son prácticamente inexistentes, generando consecuencias significativas e irreparables en los vínculos familiares.
En los testimonios que recogimos durante la realización de esta película se repetía la mención al deterioro de los lazos debido a las escasas y degradantes condiciones para mantener contacto con las familias y el mundo exterior. En ese contexto, el celular se convierte en una herramienta que claramente no solucionaba el problema, pero al menos permite cierta comunicación. Recordemos que, aunque se encuentren privadas de libertad, las mujeres no dejan de ser madres ni ejercer labores de cuidado y como jefas de hogar. Diariamente se preocupan de la coordinación doméstica de sus hijos e hijas. Vivimos en una cultura latinoamericana en el que la madre aparece como la principal figura de sostén de la familia, cosa que este sistema punitivo no considera en sus efectos a largo plazo [ver “Una mujer en la cárcel pasa a ser invisible”, en CIPER-Opinión].
Es por eso que, desde diferentes ONG, existen hoy intentos de mejorar las condiciones carcelarias para maternar. Ha sido importante, además, la propuesta de la “Ley Sayén”, en tramitación desde 2017 [ver en CIPER-Opinión: “Una madre en la cárcel: la importancia de la Ley Sayén”] Las investigaciones y experiencias analizadas durante el proceso de realización de Malqueridas son implacables respecto a las consecuencias familiares de que una mujer madre y jefa de hogar se encuentre encarcelada. Niños y niñas que crecen con sus madres en centros de reclusión tienen más probabilidades de ingresar también a instituciones correccionales en algún momento de sus vidas. Es lo que se llama el «ciclo delictivo» [MONTENEGRO s/f].
Además, la marginación y violencia institucional que viven estas mujeres son una realidad diaria. Sin ir más lejos, en febrero pasado supimos de una mujer que en Iquique dio a luz en su celda, sin atención médica y con su hija recién nacida siendo atendida con trapos y toallas de las mismas mujeres que compartían celda con ella. La mujer había estado dos días con contracciones de parto y dolor evidente que no fueron tomados en cuenta oportunamente.
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Malqueridas intenta provocar un debate, no sólo con lo que se constituye como digno de ser visto, sino que también en la construcción de narrativas colectivas que permitan preservar las historias, existencia y humanidad de mujeres que resisten a través de sus afectos. Son mujeres que no sólo enfrentan la cárcel, sino también, en muchos casos, biografías de marginalización y pobreza desde la infancia.
Escucharlas, conocer sus testimonios, y que incluso algunas de ellas pasaran a formar parte del equipo (como coguionistas y productoras de archivos) nos permitió crear un vínculo profundo que nos transformó. Esta relación nos ha dado la energía para desarrollar una campaña de impacto asociada al documental, con la cual buscamos traspasar la distribución cinematográfica y vincularnos con organizaciones que trabajan en función de la defensa de las personas privadas de libertad. Entre las iniciativas organizadas hasta ahora se encuentra una Feria por la Reinserción el próximo fin de semana en el Centro Cultural Palacio La Moneda, con diversos emprendimientos que pertenecen a personas que están o estuvieron privadas de libertad, así como empresas que trabajan con personas en proceso de reinserción laboral. Esta feria además contará con una instalación que mostrará las impresiones de fotogramas que componen la película, un cortometraje de realidad virtual sobre mujeres privadas de libertad que se conectan con sus familias (Madre VR, dirigido por Catalina Alarcón), stands informativos y conversatorios que expondrán la realidad carcelaria y las posibilidades de reinserción laboral a cargo de Leasur, Proyecto B y Red de Acción Carcelaria [más información].
La privación de libertad implica que una persona queda restringida en sus movimientos y actividades, pero en ningún caso es una condena que vaya contra sus derechos humanos. Los lentos avances en la implementación de políticas públicas trae consigo que la dignidad de las mujeres privadas de libertad y de sus hijos e hijas sigan siendo gravemente vulneradas. El debate y visibilidad de la maternidad en prisión es un tema que requiere de nuestra mirada colectiva, y así comprender las consecuencias que este tiene para las mujeres, sus familias y nuestro tejido social. Un Estado que abandona a mujeres y sus familias perpetúa un ciclo de desigualdad e injusticia que necesitamos reparar.