Celulares en los colegios: del prohibicionismo al tecnoescepticismo
29.04.2024
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
29.04.2024
Aunque las posturas restrictivas van en aumento, ¿es la prohibición total de teléfonos móviles en las aulas la solución? Ante la duda, la siguiente columna para CIPER propone más bien un enfoque «tecnoescéptico», que promueva una reflexión crítica sobre el uso de la tecnología en el aula: «Hoy, para bien o para mal, dispositivos y plataformas están conectados con la creación de sentido, identidad, prácticas y visión de mundo de estudiantes.»
En el debate sobre el uso de teléfonos móviles en espacios escolares son las posturas más duras las que están ganando terreno, y la prohibición de estos ya es parte del panorama en varias partes del mundo. Un reporte reciente de UNESCO certifica que uno de cada cuatro países ha introducido ya legislación o políticas que de algún modo dejan fuera del sistema educativo escolar el uso de celulares entre alumno/as durante las horas de clase.
En Chile, en tanto, un documento del MINEDUC entrega orientaciones a este respecto, en las que en general se promueve la autonomía de los establecimientos educacionales para elaborar sus propios reglamentos y políticas.
Sin embargo, son actualmente las posturas restrictivas las que priman, y es probable que esta tendencia aumente, así como la urgencia por legislar o construir políticas centralizadas enfocadas en prohibir. En general, quienes promueven la prohibición de teléfonos móviles en el espacio educativo escolar invocan tres razones: i) problemas para el aprendizaje; ii) problemas para la convivencia; iii) problemas sobre uso general (personal o social).
Se trata de problemáticas reales, y la mayoría muy conocidas por las comunidades educativas, pero que exigen una reflexión más profunda que la escuchada hasta ahora en el debate. A la tendencia prohibicionista podemos incorporar lo que en esta columna llamaremos una «respuesta tecnoescéptica» [KRUTKA et al. 2020], la cual desconfía de posiciones que entienden a la tecnología como herramientas neutras, y pone foco en las condiciones de surgimiento y mantenimiento que tienen los avances tecnológicos dadas ciertas estructuras político-económicas. Prohibiendo cerramos la discusión y negamos también las posibles ventajas de una adopción crítica, pensada y prudente de la tecnología educativa. Celulares y otros dispositivos sí pueden ser de valor para el aprendizaje si existe un proceso sensato y ponderado de análisis de sus ventajas, desventajas y condiciones adecuadas para su uso.
1. PROBLEMAS PARA EL APRENDIZAJE. Existen voces que, usando algunos datos PISA de manera sesgada y descontextualizada, proponen endurecer la agenda prohibicionista, apelando a las distracciones y problemas de concentración cuando hay presencia de teléfonos celulares. Y aunque PISA ha dado una alerta, la propia OCDE ha planteado que «no recomienda la prohibición generalizada, más bien invita a los países a desarrollar políticas que permitan que los estudiantes hagan un uso adecuado y moderado en la escuela con la finalidad de aprender». Más aún, se ha encontrado que, controlando por género, clase social y comportamiento escolar, los estudiantes de escuelas con prohibición de teléfonos tienen rendimientos más bajos en las puntuaciones PISA que aquellos de escuelas que permiten el uso del teléfono.
Para este problema, la mirada prohibicionista parece ser extrema y poco racional. La escuela es el lugar indicado para construir, socializar y fomentar normas de comportamiento que permitan un uso adecuado, definiendo momentos y espacios en que la presencia de dispositivos debe ser limitada o suprimida. Generar tales instancias libres de teléfonos es una opción válida y con fundamentos claros, pero eso no necesariamente significa la prohibición total. Especialmente porque la prohibición impediría el potencial uso educativo que podría tener un teléfono móvil.
Este punto es crucial, y las comunidades educativas también deben ser críticas sobre ese «potencial» educativo. Sabemos que desde hace varias décadas existe una visión tecno-solucionista que ve en la tecnología digital un factor necesario para mejorar aprendizajes. Esa visión ha ido perdiendo fuerza, especialmente porque carece de evidencia sistemática y no existe certeza de que siempre la presencia de tecnología genere mejores aprendizajes (en muchos casos, es lo contrario). Sin embargo, aún hay muchos intereses de economía política para que establecimientos escolares adopten tecnología (ya sea en forma de dispositivos o plataformas), incluso cuando no existen las capacidades creadas para una apropiación con sentido pedagógico en docentes y directivos.
La influencia de empresas y otras organizaciones del mundo EdTech es cada vez más grande, y es un mercado que mueve varios miles de millones. Sus modelos de negocios muchas veces ponen el foco en fines comerciales en vez de pedagógicos y los estudiantes son vistos como usuarios [RAMIEL 2019]. Además, generalmente promueven una visión determinista de la tecnología, en la que sus productos se venden como impulsores seguros del cambio educativo, como si fueran herramientas neutras para el progreso escolar, ignorando los factores económicos y sociotécnicos en la generación y adopción de tecnología.
2. PROBLEMAS DE CONVIVENCIA. La visión prohibitiva tampoco parece la más adecuada para afrontar las relaciones al interior de las aulas. Como algunos estudios han demostrado [WAASDORP & BRADSHAW 2015], el ciberacoso está conectado al acoso tradicional y generalmente uno y otro se traslapan. Por ello, es complejo asignar causalidad entre celulares y prácticas de ciberacoso. De la misma manera, es muy probable que si hay prácticas de ciberbullying en un establecimiento, estas también puedan realizarse fuera de estos, por lo que la prohibición seguiría siendo ineficiente. Nuevamente, la prohibición en este caso implica una renuncia al papel primordial que deberían tener establecimientos escolares para construir prácticas y reglamentos que fomenten la convivencia, considerando tanto el mundo cara a cara, el digital y la intersección entre ambos. Así, y siguiendo a SELWYN & AAGAARD (2021), existe el riesgo de que la prohibición merme oportunidades para que los educadores entiendan y aborden las causas de este comportamiento dañino, y no sólo en sus expresiones. Docentes y directivos debieran entender el uso que estudiantes les dan a las nuevas plataformas y redes sociales desde una perspectiva crítica que incluya potenciales riesgos, peligros para la convivencia y formas de evitarlos. Obviamente esto incluye generar condiciones sistémicas para que docentes y directivos adquieran tales competencias, y no sea una carga más en su ya compleja tarea educativa.
3. PERJUICIOS PERSONALES Y SOCIALES. El uso de teléfonos móviles presenta un riesgo en temas de contenido, seguridad, salud mental, privacidad, etc., y la apuesta prohibicionista ofrece pocas respuestas para todo ello; sobre todo, si entendemos la vida diaria de estudiantes desde un punto de vista posdigital [REED & DUNN, 2024], en el que la separación entre lo «digital» y lo «presencial» es cada vez más difusa. Como plantean JANDRIC et al (2018), el mundo donde la tecnología digital pueda analizarse de manera separada y como algo distinto a la vida humana social y «natural» está desapareciendo. Hoy lo digital está tan integrado e imbricado a la experiencia cotidiana que se vuelve invisible. Por lo mismo, la idea de que es mejor prohibir para evitar los riesgos que pudiera tener el uso de teléfonos en estudiantes solamente traslada el problema y se desentiende del mismo. Si el sistema escolar quiere formar personas integrales, no puede actuar pensando en soluciones en las que el aparato puede ser disociado de su influencia si no se usa en el establecimiento. Hoy, para bien o para mal, dispositivos y plataformas están conectados con la creación de sentido, identidad, prácticas y visión de mundo de estudiantes. Y si es «para mal» la educación formal debiera ser un factor clave en entender esa influencia desde una mirada informada y crítica que no reubique el problema exclusivamente en las familias. En este sentido, la prohibición es a lo menos ingenua, y probablemente muy perjudicial.
Por lo demás, muchos de los riesgos que conlleva el uso de celulares y de pantallas en general han sido magnificados y exagerados. Como se plantea aquí, cientos de investigadores han buscado la existencia de efectos generales en relación a la adicción y salud mental por el uso de pantallas, pero hasta el momento los resultados de dichas investigaciones han producido una mezcla de asociaciones nulas, pequeñas o mixtas.
El tecnoescepticismo nos llama a no ignorar los riesgos y aprensiones —a veces, bien fundados— de educadores y apoderados. Pero la prohibición podría incluso generar aún mayores problemas. Profesionales, docentes, e investigadores afectados por los sistemas sociotécnicos necesitan diseñar futuros y pensar en cómo diseñar futuros que les importen [MACGILCHRIST et al. 2023]; de lo contrario, las decisiones de diseño sólo pasan por actores dominantes. La prohibición sin una reflexión profunda de causas y consecuencias, en el contexto postdigital actual entorpece el debate y abre el camino para que las grandes corporaciones de EdTech diseñen el presente y futuro sin contrapeso.
Como ha planteado el sociólogo de la educación Neil Selwyn, prohibir completamente teléfonos en las aulas elimina la oportunidad de hacer de la escuela un lugar de pedagogía crítica sobre los potenciales daños de la tecnología, y cómo se pueden resistir o subvertir sus potenciales consecuencias. Gobiernos y políticos deberían buscar entregar herramientas para que profesores, directivos y estudiantes, desde una mirada reflexiva, tomen sus propias decisiones sobre cuándo es apropiado tener teléfonos inteligentes en el aula y cuándo no.
De esta manera, un sano tecnoescepticismo educativo que desconfíe del determinismo tecnológico, analice críticamente la adopción y promoción de tecnologías, y ponga a las comunidades en el centro de la reflexión puede, a la larga, ser más eficaz para enfrentar los desafíos educativos de hoy que confiar en propuestas desde el alarmismo y la prohibición.