Hogares ‘monomarentales’ y feminización de la pobreza
08.04.2024
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08.04.2024
Casi la mitad de los hogares en Chile está hoy a cargo de una mujer. El alza de las estadísticas al respecto ha sido rápido e irreversible, y dista de asegurarles a esas mujeres mayor autonomía ni estabilidad económica. Describe la siguiente columna de opinión para CIPER: «Mientras el aumento de jefaturas femeninas de hogares chilenos se duplicó entre 2006 y el 2022, su ingreso principal solo lo hizo en un 16,5% […], La vulnerabilidad económica en los hogares liderados por mujeres está vinculada a mayores niveles de informalidad en los empleos, una brecha salarial persistente y un aumento en la monomarentalidad, lo que implica que las mujeres empobrecidas mantienen y reproducen hogares empobrecidos».
Una de las transformaciones centrales en los hogares chilenos durante los últimos años ha sido el aumento sostenido de las tasas de jefatura de hogar femeninas y su vinculación con situaciones de vulnerabilidad económica, a causa de bajos ingresos autónomos. [COMUNIDAD MUJER 2016]. La encuesta CASEN permite rastrear estos datos desde la década de los 90 hasta hoy, periodo que coincide con el ingreso masivo de las mujeres al mundo del trabajo asalariado [ABRAMO 2006]. Así, si para el año 1990 las jefaturas de hogar femenina en Chile alcanzaban un 20,17% del total de hogares, en el año 2006 la cifra subía a 29,7%, y para 2022 —la medición más reciente— el porcentaje era de 47,7%. Prácticamente la mitad de los hogares en Chile en la actualidad tiene una jefa de hogar mujer.
Este aumento exponencial tiene variadas razones, tales como la transformación de la estructura tradicional de familia. Disminución de los matrimonios, aumento de edad de las mujeres que deciden casarse, crecimiento de separaciones y divorcios, disminución de tasas de natalidad o postergación de la maternidad son parte de las razones centrales por las que las jefaturas de hogares femeninas aumentan. Todo, en un escenario en el que las mujeres están redefiniendo los roles impuestos como cuidadoras y principales responsables de las labores domésticas dentro de los hogares [PNUD, OIT 2022].
Las mujeres se han incorporado al mundo del trabajo asalariado y han conseguido —parcialmente— autonomía económica, lo que ha cambiado la fisionomía de los hogares; pero esto no es lo mismo que haber conseguido su empoderamiento ni una autonomía real. Las mujeres que hoy son las responsables directas de garantizar ingresos y cuidados suficientes en los hogares, se ven obligadas a dedicar casi la totalidad de las horas de su vida a la reproducción del hogar [BARRIGA & SATO 2021; PNUD 2010]. Estas condiciones no «modernizan» las relaciones de dependencia que tienen las mujeres con sus roles tradicionalmente impuestos; más bien, les quitan espacio a otros proyectos de vida.
En un marco de desposesión salarial y bajos ingresos esta tendencia es preocupante, ya que condena a una espiral de pobreza multidimensional a los hogares liderados por mujeres. En el último estudio de Fundación SOL se puede observar que hay una diferencia de más de $100.000 pesos entre los ingresos promedio mensual entre hombres y mujeres ocupadas. Al centrarnos en las medianas de los ingresos de la ocupación principal, se puede apreciar que los hombres tienen montos medianos por ocupación principal que alcanzan los $500.000, versus las mujeres con $450.000. ¿Qué alcanza con $450.000 pesos en un hogar? ¿Cómo se sobrevive en hogares monomarentales con solo un salario? ¿Cómo organizar la vida si hay solo una mujer responsable de garantizar ingresos y cuidados? Para febrero de 2024, el Ministerio de Desarrollo Social estableció que la línea de la pobreza en un hogar de tres personas es de $495.792. O sea, en un caso hipotético en el cual una madre que tiene un salario de $450.000 vive sola con sus dos hijos, automáticamente su hogar está empobrecido.
Mientras el aumento de jefaturas femeninas de hogares chilenos se duplicó entre 2006 y el 2022, el ingreso principal de las jefaturas de hogar femenina solo aumentó en un 16,5% (cifras expresadas en moneda de noviembre 2022), lo que evidencia un desequilibrio profundo en los ingresos de las jefaturas de hogar femenina en el periodo. La vulnerabilidad económica en los hogares liderados por mujeres está vinculada a mayores niveles de informalidad en los empleos, una brecha salarial persistente y un aumento en la monomarentalidad, lo que implica que las mujeres empobrecidas mantienen y reproducen hogares empobrecidos, evidenciado lo que en la literatura se ha categorizado como la feminización de la pobreza [PAZ 2022]. Los hogares con liderazgos de mujeres con menores ingresos reproducen las desigualdades estructurales de un modelo que discrimina a las mujeres y también a sus hijos/as.
El aumento de jefaturas de hogar femenina no ha significado una mayor autonomía. Más bien, evidencia la situación de vulnerabilidad extendida en la que viven los hogares liderados por mujeres y las condiciones de explotación a las que se deben someter tanto dentro como fuera del hogar para sostener la reproducción de la vida. El crecimiento de las jefaturas de hogar femenina es parte de un universo de vulnerabilidades en el quelas mujeres se integran al mundo del trabajo en condiciones precarias, sin abandonar las tareas «asignadas» por su género al cuidado y con ingresos insuficientes para garantizar los bienes y servicios a su núcleo. El «empoderamiento» de las mujeres no se encuentra en empleos precarios con salarios miserables, sino en la socialización de los cuidados, en la garantía de derechos para ellas y su núcleo y en la construcción de justicia social en torno a cuidados y salarios suficientes.