Libros: Droguett, personaje secundario
05.04.2024
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05.04.2024
Sobre La rabia y el augurio. Un ensayo biográfico sobre Carlos Droguett, de Álvaro Bisama (UDP, 2023).
Luego de haber publicado un libro sobre el poeta Pablo de Rokha —Mala lengua (Alfaguara, 2020)—, el novelista, ensayista y académico de la UDP Álvaro Bisama propone un ejercicio similar con Carlos Droguett, uno de los escritores más importantes de la narrativa chilena del siglo XX. Con este agudo perfil, y sumado a que en los últimos años su obra ha sido objeto de un intenso rescate editorial, el autor de Patas de perro ha abandonado el lugar secundario en que estuvo durante décadas para ocupar, ahora sí, un sitio más central en nuestro panteón literario. Bisama toma riesgos al seguir los pasos de Droguett: no se limita a apuntar los hechos más relevantes de su vida, sino que ausculta con un oído fino tanto el ritmo de su prosa como los temas de su narrativa, destacando la hondura, originalidad y fuerza de quien fuera reconocido con el Premio Nacional de Literatura en 1970.
Droguett, nacido en Santiago en 1912 y fallecido en su exilio en Suiza en 1996, fue autor de una docena de novelas, volúmenes de cuentos, folletines, una pieza dramática y numerosos ensayos y textos periodísticos. Fue en este último oficio en el que comenzó a escribir, mientras era estudiante de Derecho en la Universidad de Chile y corrector de pruebas en la revista Ercilla. Su labor como reportero lo lleva a publicar —primero como entregas en el diario La Hora y luego como libro en 1940— Los asesinados del Seguro Obrero: «Aquellos muertos son su magdalena, su Rosebud, el lugar al que vuelve para explicarse a sí mismo. En su literatura no hay amnistías, no hay armisticios y la sangre actúa de modo más poético que mesiánico. Está atada a los cuerpos masacrados y documenta una violencia que nunca envejece».
La matanza de los nacistas a pocos metros de La Moneda no solo influirá en las elecciones que, a las pocas semanas, llevaron a Pedro Aguirre Cerda a la presidencia, sino también en la obra de Droguett. El escritor, impactado profundamente por un hecho que vio de reojo, volverá una y otra vez a esos textos escritos con urgencia, corrigiendo y reescribiendo su obra original para denunciar de modo infatigable las ignominias sobre las que se funda, en su literatura, todo orden social.
En ese sentido, para Bisama la obra de Droguett es una constante «historia de la sangre», en la que abunda la rabia y no existe el perdón. Así, en 60 muertos en la escalera, El compadre o Todas esas muertes, entre otras, encontramos nuevas versiones de sus viejos temas. Una de sus novelas más conocidas, Eloy —finalista en 1959 del prestigioso premio Biblioteca Breve, de la editorial Seix Barral—, cuenta la persecución que la policía hace de un bandido rural, el Ñato Eloy, quien termina muerto en un descampado cuando intenta continuar una fuga sin norte posible. A partir de esa historia particular, y con su prosa tan característica, Droguett vuelve sobre los grandes tópicos que lo obsesionan: la marginalidad, las injusticias de la sociedad o la violencia que abunda a cada paso. Sin embargo, sus creaciones no se limitan a apuntar esos problemas, sino que los encarnan desde personajes a los que nunca deja de observar con compasión y ternura.
La rabia y el augurio no solo retrata a Droguett, sino que también muestra las tensiones que existían en un campo literario propenso a la polémica y dispuesto, también, a enredarse en rencillas de baja estofa. No lo hace con precisión de cirujano, pero el lector logra distinguir las apasionadas discusiones entre Miguel Serrano y la generación del ‘38 por definir la literatura nacional, o las invectivas entre Droguett y Alone, Lafourcade, Parra (quien le antecedió en el Premio Nacional) o Neruda; ninguno de los cuales se salvó de los dardos envenenados del autor de Eloy, ejercicio para el cual era rápido, hábil y muy ingenioso. Así, Bisama nos muestra que el autor santiaguino estaba dispuesto a tomar las armas y discutir con radicalidad acerca del campo cultural chileno, como cuando afirma que la literatura nacional «es frívola, espiritualmente pequeña, irresponsable, no tiene garra, no tiene coraje, no tiene imaginación, profundidad ni estilo, vive de espaldas a la realidad chilena».
Desde esas polémicas, el biógrafo postula para Droguett una genealogía robusta; una que describe a esta familia de la literatura chilena desde sus vínculos con de Rokha y Alfonso Alcalde, más que con Donoso y Edwards. En palabras de Bisama, «las modas pasan al lado suyo, como si su literatura existiese al costado de cualquier polémica o manifiesto de época, haciendo que toda declaración de novedad de los otros luzca mínima, impostada, fútil». Y aunque este otro clan esté a espaldas de sus contemporáneos más célebres en Chile y Latinoamérica, no cabe duda de que conservan una enorme vigencia, dada quizás por su capacidad para apuntar rabiosamente a las grietas de miseria e injusticia que todavía persisten en la sociedad, a pesar de todos los procesos de modernización que nos separan de ellos. El mismo Droguett, de hecho, había construido su obra como oposición a los que lo precedieron: todos los otros escritores, en sus palabras, «han mirado la cueca, pero no la sangre que corría al tacón de la cueca, han visto el vino, pero no la sangre que corría del borracho y que parecía que era vino, han visto al patrón enamorando a la chinita, aun le han ayudado a enamorarla, pero no han mirado siquiera la sangre del aborto». Son palabras crudas, pero dichas por alguien que sí estuvo siempre dispuesto a ver, documentar y recrear la sangre derramada.
Su relación con el boom será, para Bisama, un elemento relevante para describir con precisión el itinerario droguettiano. Hay, sin duda, lecturas y pasiones compartidas; sobre todo si se toma en cuenta el compromiso político de Droguett: con la Revolución Cubana no tiene una simple afinidad, sino que un vínculo intenso, que lo lleva a defender a Fidel y a su régimen incluso después del «caso Padilla», la polémica detención del poeta crítico con el castrismo que llevó a muchos escritores a distanciarse de Cuba. Por el contrario, Droguett afirma en 1971: «Cuba es para nosotros, los escritores, nuestra verdadera arte poética». Es, empero, un personaje complejo, que no hipoteca su obra en pos de una literatura comprometida, sino que defiende también su radical independencia y originalidad. Así, no claudica ni ante las exigencias de sus editores —como cuando retira una de sus novelas de una editorial estadounidense debido a las peticiones que le hacían para traducirlo—, y logra construir con coherencia y constancia una atmósfera única para apuntar de un modo particular aquello que quiere mostrar. Dice Bisama, a este respecto, que «Patas de perro es nuestra versión del realismo mágico, una historia sucia, hecha de tristeza y calle, una literatura fantástica cuya fascinación merodea la pobreza y el frío, la posibilidad de que los monstruos sean espejos imposibles, retratos inesperados de lo real».
Aunque hoy en día pareciera ser un autor de culto o únicamente de gusto de los académicos, la biografía de Droguett permite ampliar la mirada que domina sobre su vida y su obra. A ratos parece un personaje huraño y cascarrabias, pero Bisama no deja de mostrar también sus vínculos familiares, fundamentales para él, ni aquellas hondas relaciones que cultivó durante muchos años con críticos —su amistad con el padre Escudero, profesor de la Universidad Católica, es una trama entrañable dentro de su biografía— o escritores como Manuel Rojas.
Con todo, la decisión del autor parece haber sido priorizar la exposición de un ritmo, de un tono droguettiano, que a ratos incluso parece querer imitar con la pesadez «oleaginosa» —en términos de Jaime Concha— una prosa que se alarga en sus frases y obliga a una lectura siempre atenta. Siendo esta una de las primeras biografías de Droguett, La rabia y el augurio habría ganado, quizás ,si el autor hubiese puesto en un lugar más prioritario la exposición por sobre el análisis. Dicho análisis a ratos opaca o ensombrece la descripción de hechos, datos, personajes o amistades que son muy relevantes en la historia relatada, pero que quedan en un lugar demasiado marginal por el modo en que Bisama se preocupa por describir, aunque siempre con agudeza y profundidad, el tono de una prosa que es aquí la gran protagonista.