La omisión histórica de la educación privada subvencionada
05.04.2024
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05.04.2024
Hace ya quince años que la matrícula escolar del sector privado subvencionado supera en nuestro país a la del sector público. Resulta llamativo que este dominio incluye también a los sectores más pobres, cuya educación ya no es privativa, como históricamente lo fue, de los colegios públicos. Con datos y análisis, expone la siguiente columna para CIPER de un investigador en el tema: «En estas décadas, el neoliberalismo desafió con éxito a la educación pública en sus principios fundantes, al extremo que en la actualidad se han ido borrando las diferencias entre ‘lo público y lo privado’ provocando respuestas que han cambiado la fisonomía del sector, algo que la institucionalidad pública le ha sido complejo de entender.»
Para quienes éramos mayores de edad para el Golpe militar de 1973, plantearse cualquier pregunta sobre educación privada con subsidio público era casi impensable. Por entonces, esta representaba el 13% de la matrícula escolar; y sumándole la privada de pago, no superaban el 20%. Es decir, la educación pública clásica chilena, aquella financiada y gestionada por el Estado, atendía el 80% de la matrícula total nacional, y ciertamente su participación era aún mayor en los sectores sociales urbanos más vulnerables, y casi única en el sector rural.
La reforma educacional de la dictadura, implementada a partir del año 1981, sin preparación alguna y de manera súbita, cambió la arquitectura institucional, transfiriendo en tres años prácticamente todos los establecimientos escolares públicos a los municipios. Paralelamente lo hizo con el profesorado, los/las asistentes de la educación y administrativos, además de la infraestructura y equipamiento escolar. Las consecuencias de este proceso han sido extensamente documentadas y analizadas, siendo un referente en esta materia es el «Informe Final del Consejo Asesor presidencial para la Calidad de la Educación», publicado en diciembre de 2006 con visiones, enfoques, problemas y antecedentes de la educación chilena. En las casi dos décadas que han seguido a su publicación, las argumentaciones principales permanecen, más allá de la actualización de sus datos.
Pese a los esfuerzos desarrollados en el segundo gobierno de Michelle Bachelet por las leyes de Inclusión (nº 20845, de 2015), de Desarrollo Profesional Docente (nº 20903, de 2016) y de Nueva Educación Pública (nº 21040, de 2017) —las cuales buscaban, entre otros objetivos, reducir el efecto del mercado en la educación escolar subsidiada— el sistema vigente no logra aún transformar en su sentido más profundo (principios) ni tampoco en lo operacional (mecanismos) el modelo de subsidio financiero del sistema escolar chileno legado por la reforma dictatorial. A grandes rasgos, se mantiene a un mercado plenipotenciario que rige, con correctores menores, el devenir de la educación, apoyado por un sistema de evaluación de directivos escolares también inscrito en la lógica de mercado, con un controversial sistema de pruebas (SIMCE) que, a contrario sensu, igualmente termina reforzando el mercado educacional.
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Ciertamente, no comparto los principios ni los procedimientos utilizados en dictadura para implementar esta transformación educacional que ha sido negativa y determinante en la vida de tantos ciudadanos, como tampoco me parece que las visiones teórico-ideológicas —del lado que sean— han de ser suficientes para torcer en la actualidad la compleja realidad de la educación nacional.
Prácticamente desde el año 2008, la matrícula escolar del sector privado subvencionado nacional supera a la del sector público. En datos del 2023, el 54% de los estudiantes asiste a este tipo de enseñanza, sin contar que la privada pagada y otras dependencias representan el 9,2% de la matrícula, y el sector público en todas sus modalidades reúne aproximadamente al 30,6% de los estudiantes (excluida Integra y JUNJI). Números más o números menos, el sector privado subvencionado es mayoritariamente dominante en materia de dependencia de los establecimientos/estudiantes en el sistema escolar nacional.
En cuanto a la dotación docente, la educación pública igualmente ha reducido su participación en favor de la privada subvencionada, apreciándose en lo ocurrido entre los años 2004 y 2023. Según los antecedentes de la Base de Datos de Cargo Docente del Ministerio de Educación, la dotación de profesores/as en los establecimientos municipales se redujo del 51% del total el año 2004 al 45% el 2023; en términos equivalentes, la de los establecimientos particulares subvencionados aumentó en esos años del 35% al 44,2% del total. Es decir, en esta materia, prácticamente son equivalentes ambos sectores.
Además, la tasa de estudiante/por docente es superior en el sector subvencionado, teniendo el sector municipal una tasa claramente inferior. Los datos del año 2023 señalan que el sector municipal y servicios locales promedia 9,4 estudiantes por profesor y el privado subvencionado, 16,8 [CEM, MINEDUC 2024].
Lo destacable es que, analizada la matricula total por condición socioeconómica familiar, el grupo de estudiantes más pobres en forma gradual se acerca a cifras equilibradas en ambos tipos de dependencia: pública (49,3%) y privada subvencionada (43,7%), con una diferencia favorable a los primeros de 5,6%. Es decir, en la actualidad la atención a los más pobres no es privativa del sector público, como otrora sí lo fue.
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Después de más de cuatro décadas de funcionamiento de la educación escolar bajo las leyes del mercado, es imposible sostener que muy poco haya cambiado en estas décadas. Por el contrario, nuestro país ha experimentado una transformación cultural muy importante al respecto, que se expresa en al menos en dos dimensiones: primero, en una importante valoración de la educación privada subvencionada por la población, expresada en la demanda sostenida de matrícula que experimentó, incluso recientemente bajo la aplicación del nuevo sistema de Admisión Escolar; y segundo, porque la ciudadanía busca con mucho mayor decisión que antes quien pueda proveerle aquella educación que anhela para sus hijos/as, más allá de si la dependencia del centro educativo es pública o privada. Esto significa que, en estas décadas el neoliberalismo desafió con éxito a la educación pública en sus principios fundantes, al extremo que en la actualidad se han ido borrando las diferencias entre «lo público y lo privado» provocando respuestas que han cambiado la fisonomía del sector, algo que la institucionalidad pública le ha sido complejo de entender.
Es comprensible que, con el retorno a la democracia, los gobiernos concertacionistas dedicaran grandes esfuerzos en recuperar y fortalecer la alicaída educación pública. No obstante, también adoptaron medidas en sentido inverso, una de las cuales fue impulsar el Financiamiento Compartido (1993), que a la postre fortaleció la educación privada subvencionada. Los efectos negativos de esta decisión sobre la segregación social y territorial han sido críticos, obligando finalmente al Estado a enmendarlo con cargo al erario fiscal en la Ley de Inclusión Escolar de 2015, la cual ha terminado por reducir las barreras de entrada a los establecimientos subvencionados (por la aplicación del SAE y la reducción del aporte financiero familiar), y por lo mismo se ha fortalecido el mercado.
Es cierto que en el diseño sistémico del Estado, con la Constitución de 1980, se ha mantenido el concepto de subsidiariedad, lo cual ha terminado por eximir al sector privado de muchas responsabilidades públicas, lo cual además ha ido acompañado de que los gobiernos se hayan autoinhibido frente a algunas exigencias y controles hacia los privados. Sin embargo, ello no debió impedir, como en los hechos ha ocurrido, que no existan políticas educacionales direccionadas al sector escolar privado subvencionado, en pro de construir un sistema educativo nacional; y no como se opera en la actualidad, con dos sistemas paralelos, cada cual subdivido: el público (educación municipal y de sistemas locales) y el privado )sector subvencionado y el de pago).
La Ley de Inclusión definió orientaciones financieras y de organización legal para la educación privada con subsidio público, y de admisión y selección escolar, pero no propone un marco de políticas educacionales para ese sector. La Ley de Desarrollo Profesional docente crea, con plazo final al 2025, un sistema único de carrera profesional para el sector público y privado en materias muy importantes, aunque no referidas directamente con la política educacional. La Ley de Nueva Educación Pública, da una nueva arquitectura al sistema público, pero tampoco propone orientaciones educacionales para el sector público.
La situación descrita es coherente con el informe de la OECD sobre Chile (2019), el cual señaló que, a diferencia de los sistemas escolares más sólidos del mundo, nuestro país carecería de una visión estratégica y de coherencia sistémica en cuanto a los propósitos que sirve su sistema educacional y el alineamiento de los pilares que lo estructuran, cuestión que casi una década atrás Richard Elmore (2010) había documentado como «la falta de foco y poca transformación del núcleo pedagógico de la educación nacional».
Entonces, sería importante que el Ministerio de Educación impulsara la construcción de una política educacional que, más allá del plano del curricular obligatorio, genere una articulación territorial efectiva de las unidades educativas de distintas dependencias, en un marco de acción que ofrezca a la ciudadanía una visión mucho más integrada a los estudiantes en todo plano, esencialmente en el formativo. Aquello también implica que la educación Privada Subvencionada «salga de su sitial de confort», y dé un salto de calidad no solo en los procesos formativos de los estudiantes, sino que asuma el derecho a educación de la población en plenitud como su desafío. Esto debiese llevarlos a articularse con fuerza, primero entre sí, rompiendo la insularidad del sector (más allá de hacerlo para las demandas financieras), y luego disponiendo de una propuesta formativa como sector supra establecimientos escolares, que evidencie su contribución y compromiso sectorial a la educación nacional.