Haití: la historia de un despojo
05.04.2024
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05.04.2024
Tan preciada fue alguna vez para Francia su próspera colonia haitiana, que más soldados murieron combatiendo allí la independencia que en la batalla de Waterloo. «¿Cómo es, entonces, que en 220 años Haití pasó de ser la joya del imperio francés a uno de los países más pobres del mundo?», se pregunta la autora de esta columna para CIPER, que con datos de su tesis doctoral conecta la historia del país con su atribulado presente, en el cual Chile también tiene deudas de asistencia y trato humanitario.
Es importante conocer la historia de intervenciones extranjeras para entender que Haití no es un país pobre, sino uno empobrecido. Haití ha sido por años despojado de la posibilidad de desarrollar un proyecto de Estado-nación exitoso. En esta columna expongo una pincelada del contexto histórico para mostrar que es momento de saldar esta deuda.
En 1791, un grupo de personas esclavizadas en Haití lideraron la primera y más exitosa revuelta independentista de una colonia europea esclavizada. El hito fue tan importante que Francia intentó por décadas retomar control de su más preciada y próspera colonia. Napoleón Bonaparte envió a su propio cuñado al mar Caribe con la misión de reconquistar el territorio haitiano. Más soldados franceses murieron en este intentó que en la batalla de Waterloo.
¿Cómo es, entonces, que en 220 años Haití pasó de ser la joya del imperio francés a uno de los países más pobres del mundo? Académicos de distintas disciplinas como la historia y economía (Laurent Dubois y Thomas Piketty, por nombrar algunos) argumentan que el origen del empobrecimiento y la desolación en Haití es el régimen de doble deuda impuesto por Francia después de su independencia.
La soberanía del nuevo país no fue inicialmente reconocida por la comunidad internacional, incluyendo a Francia; y la dependencia económica de Haití y su necesidad por establecer relaciones comerciales los llevó a aceptar una «indemnización a los propietarios de esclavos» [HENOCHSBERG 2016, p. 12] que habían sufrido perjuicios económicos tras la Independencia. En un hito incomparable, en el contexto de la abolición de la esclavitud, los descendientes de esclavos en Haití fueron los primeros y únicos en compensar económicamente a las familias de esclavizadores franceses. Haití pagó su «deuda» solicitando préstamos de bancos franceses, lo que colocó a la nación caribeña en un régimen de doble pago, debido al alto interés que debía a los bancos una vez que la deuda con el gobierno francés fue saldada. Para poner la carga económica en perspectiva, para 1850, 45 años después del acuerdo de deuda, el cincuenta por ciento de los ingresos públicos de Haití se utilizaba para pagar la deuda. Además, surgieron nuevas deudas internacionales con otras naciones para pagar los préstamos.
Haití no solo ha experimentado presión e intervención internacional por parte de Francia. Durante casi veinte años, a partir de 1915, Estados Unidos desplegó tropas militares «para restaurar el orden y mantener la estabilidad política y económica», según afirma la historia oficial, ignorando que «las tropas de Estados Unidos quemaron aldeas enteras acusadas de albergar insurgentes y ejecutaron sin piedad a los rebeldes capturados» [HOCHSCHILD 2011] tal como lo ha hecho en otras partes del mundo. Esta ocupación militar, una de las más largas en la historia estadounidense, fue precedida una extracción de oro avaluada en US$500.000, meses antes de la invasión.
Un relato histórico más reciente de violencia son los esfuerzos de limpieza étnica de haitianos que tuvieron lugar en la vecina República Dominicana en 1937. Entonces, el presidente Rafael Trujillo ordenó inesperadamente la masacre de aproximadamente 15.000 haitianos durante lo que se conoció como la Masacre del Perejil, porque los soldados dominicanos pedían a los que creían ser haitianos que pronunciaran esa palabra (y así verificar su fonética). Los motivos nacionalistas entrelazados con el racismo xenófobo y antinegro que reinaban en la sociedad dominicana y propiciaron el genocidio habían estado en construcción desde tiempos coloniales [RODRÍGUES PINTO 2018]. El genocidio desencadenó un trauma colectivo cuyas repercusiones están presentes y son significativas hoy en día [PÉREZ VARGAS 2018]. Este episodio explica en parte porque algunas personas haitianas aborrecen el apelativo de «negro/a». En República Dominicana, independiente del color de piel, la denominación «negro/a» está exclusivamente reservada para la población haitiana y sus descendientes.
Debido a todas estas fuerzas externas que han impedido el desarrollo de Haití, es inexacto afirmar que Haití es uno de los países más pobres del mundo. En cambio, una representación más precisa es reconocer que Haití es una nación empobrecida. En esta misma línea, señalar el terremoto de 2010 como «la» razón para explicar las migraciones masivas es engañoso, porque minimiza la historia de explotación que explica la inadecuada infraestructura, responsable de la destrucción masiva y la muerte de aproximadamente 220.000 personas. Para poner este desastre «natural» en contexto, el mes después del terremoto en Haití, un terremoto de 8.8 en la escala de Richter golpeó el territorio chileno, causando la muerte de 521 personas. El terremoto chileno fue el sexto más fuerte registrado en la historia, aproximadamente quinientas veces más poderoso que el terremoto de 7.0 que sacudió a Haití. En otras palabras, el terremoto como un desastre «natural» en Haití solo representa parte de la explicación necesaria para entender la devastación; la otra parte es un desastre provocado por el hombre.
Cuando las autoridades en Chile impulsaron el Plan de Retorno Humanitario, tenían a su disposición los antecedentes históricos que muestran el patrón de adversidades al que es sometida la población haitiana cada cinco o diez años. Es, por lo tanto, responsabilidad de las autoridades de turno compensar a la comunidad haitiana por la negligencia que nuestro país ha mostrado a través de estas y otras (in)acciones incurridas desde que personas de ese origen comenzaron a inmigrar a Chile. A continuación detallo acciones concretas, a nivel de política pública, que nuestro país debe impulsar lo antes posible.
•Flexibilizar requerimientos. La institucionalidad en Haití está quebrada. Pandillas y criminales controlan el país desde febrero, pero antes de que tomaran el control ya era prácticamente imposible acceder a documentos oficiales como certificados de nacimiento, requeridos para iniciar procesos de regulación migratoria en Chile. El Estado chileno debe considerar este contexto y flexibilizar los trámites migratorios en estos casos extremos.
•Estatus de refugiados. Al momento de escribir esta columna, más de 1.500 personas ha muerto desde que comenzó la última crisis en Haití. Pero es probable que esta cifra subestime el esta real de la catástrofe. En este momento, cualquier persona en territorio haitiano está expuesta a violencia y persecución. Esta situación hace imposible el retorno y es razón suficiente para entregar asilo humanitario a las personas haitianas que viven en Chile.
•Subsidio especial para estudiantes con educación interrumpida. El último censo realizado en Haití data de 2003. Dicho conteo arroja que la mitad de la población mayor de 15 años es analfabeta. Es entonces lógico predecir que estudiantes haitianos en escuelas chilenas no han accedido a oportunidades de educación formal y necesiten apoyo superior al disponible en nuestro sistema escolar. Las escuelas trabajando con esta población requieren una inyección de recursos que les permita responder a las necesidades de estos estudiantes de la mejor manera posible; con dignidad y calidad. Además de recursos extra, las escuelas de pedagogía deben impulsar la formación de docentes especializados en la enseñanza de español a estudiantes multilingües emergentes.