Un nuevo tipo de polarización
02.04.2024
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02.04.2024
Ya no son las ideologías las que más separan a los votantes, sino que sus respuestas emocionales a los líderes y partidos políticos. Se trata de un fenómeno mundial, pero que también es ya evidente en Chile, sobre todo luego de los dos fallidos procesos constitucionales. En la siguiente columna para CIPER, se analizan los datos de una encuesta reciente que muestra una consistente alza de la llamada «polarización afectiva», proclive a todo tipo de populismos.
Durante años se viene discutiendo cómo Chile, junto a muchos otros países del mundo, avanza en la senda de la polarización. El fortalecimiento del Partido Republicano y del Frente Amplio, en simultáneo a la casi desaparición del centro político, entregaba pistas sobre ese proceso, pero no teníamos evidencia de que este hubiese llegado también a los ciudadanos más alejados de los partidos políticos.
Los resultados de la Encuesta PostPlebiscitos (Laboratorio de Encuestas y Análisis Social, Universidad Adolfo Ibáñez) muestran cómo está funcionando la polarización política en Chile. Es especialmente relevante analizar el alza de la «polarización afectiva», una medida que busca capturar el grado de identificación emocional de las personas con los líderes políticos de los partidos mayoritarios, especialmente la forma en que estas evalúan a los dirigentes que más las representan y a quienes se encuentran en sus antípodas.
Como explica Mariano Torcal en De votantes a hooligans, la polarización política solía medirse a través de su variante ideológica, que consideraba si las personas o los partidos políticos se concentraban en los polos de la distribución tradicional izquierda/derecha. Tras la caída de los países socialistas, la disminución de las regulaciones económicas y el triunfo del sistema capitalista, la llamada polarización política comenzó a estrecharse y hasta se pensó que iba a desaparecer, en la medida que los partidos parecían converger hacia el centro. Sin embargo, el siglo XXI comenzó a mostrar una nueva forma de polarización, más basada en las emociones y los afectos, que en las antiguas ideologías.
«Es importante distinguir aquella polarización resultado de nuestras crecientes diferencias sobre asuntos o políticas que se debaten en la esfera pública, de aquella otra, conocida como polarización afectiva, consecuencia de los sentimientos encontrados, odios, amores y fobias generadas en torno a las megaidentidades partidarias que forman parte de nuestro acervo personal» [TORCAL 2023]. La primera depende de nuestras ideas políticas, mientras que la segunda está asociado a la construcción de una identidad en la interacción con el grupo político con que nos identificamos y aquellos con que sentimos mayor distancia.
La Encuesta Postplebiscitos LEAS-UAI muestra, por primera en siete años, un alza significativa en los niveles polarización política afectiva. El indicador (que tiene un valor mínimo de 0 y máximo de 10) fue de 4,5 en 2017; 3,9, en 2021; y 5,6, en 2024. Para calcular este índice se midieron las distancias de la aprobación que las personas hacen respecto al líder del gobierno y de la oposición en cada momento (en una escala de 0 = peor evaluación, a 10 = mejor evaluación posible). Posteriormente, se construye un indicador que refleja la distancia que percibe el encuestado, y finalmente se saca un promedio para toda la muestra.
Con un rezago de varios años, estos resultados ubican a Chile en un lugar similar al de varias otras democracias, como Estados Unidos, donde el ingreso de Donald Trump a la carrera presidencial provocó una inmediata polarización afectiva de toda la vida política de ese país, la que se mantiene hasta hoy. En Chile, no había hasta ahora indicios del arribo de la polarización afectiva. Sin embargo, tras los dos procesos constitucionales vividos en los últimos años, los datos empiezan a mostrar otra cosa.
Las razones que explican el aumento de la polarización afectiva son múltiples. La principal, como ya se abordó, es el vaciamiento ideológico del debate político y su reemplazo por una disputa que explota sentimientos y emociones. En ese escenario, las redes sociales no son necesariamente una de las causas principales de la polarización, pero sí se pueden transformar en vehículos que la diseminen. Datos de Chile en 2022 [SCHERMAN, ETCHEGARAY, BROWNE, MAZORRA y ROJAS] muestran que el uso de redes sociales es un factor asociado a mayores niveles de polarización afectiva, especialmente cuando se trata de plataformas en que nos relacionamos con personas a las que conocemos en la vida cotidiana, como las interacciones que se producen en los grupos de WhatsApp.
La encuesta Postplebiscitos no sólo mostró un alza relevante de la polarización afectiva, sino también que en la sociedad chilena hay elevados niveles de populismo, entendido como la percepción de existe una brecha cada vez más grande entre los intereses de la élite y del resto de la ciudadanía. La aparición conjunta de estos dos fenómenos —aumento de la polarización y presencia de actitudes populistas— debe ser seguida con atención, pues una amplia penetración de estos fenómenos puede preparar el terreno para que experimentos políticos autoritarios lleguen al poder. En Chile eso aún no ha ocurrido, pero sí es una realidad en muchos de los países del continente.