SIMCE 2023: una Enseñanza Media invisibilizada
21.03.2024
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21.03.2024
Junto con evaluar los resultados que año a año arrojan las pruebas de calidad de la educación, el país debiese acordar una visión integral de sistema educativo, recuerda la siguiente columna para CIPER, ante la evidencia de la falta de «un marco coherente y unificador» para lo/as estudiantes. En ese vacío se ve hoy particularmente afectada la enseñanza media o secundaria, transformada en los hechos en «un trámite que los interesados deben cumplir para llegar a la educación superior o al mundo laboral».
En buena parte del mundo, la enseñanza media o secundaria o secundaria está en una crisis de sentido; es decir, no se tiene del todo claro para qué sirve, ni por ende su rol prospectivo en el sistema educacional. No se trata de un fenómeno nuevo, por el contrario. Es la resultante de la interacción de muchos factores que se han sucedido sistemáticamente en el tiempo, y que en el caso de nuestro país gradualmente la han invisibilizado ante urgencias o políticas educativas desprovistas de una visión integral de sistema educativo.
Los cambios en el mercado laboral y sus implicancias en los requerimientos formativos para desempeñarse autónomamente en un mundo más complejo, global y desprotegido han contribuido poderosamente a esta situación, prevaleciendo estos aspectos por sobre los objetivos educativos que debería tener este nivel de enseñanza, dejándoles obsoletos en muchos casos. También el fortalecimiento de la enseñanza superior como estrategia y requisito para alcanzar un puesto de trabajo (dependiente o autónomo) se ha validado como «el camino más eficaz a seguir para cumplir ese objetivo», siendo sus implicancias más tangibles:
a) el explosivo surgimiento (desde 1981) de nuevas instituciones de educación superior en el país;
b) el crecimiento exponencial —sin precedentes— de vacantes en las instituciones de educación superior de todo tipo (centros de formación técnica, institutos profesionales y universidades), especialmente desde 2005, gracias al controvertido CAE, y desde el 2015 con la gratuidad;
c) la creciente oferta formativa superior «a distancia o en línea» de entidades nacionales y extranjeras, empoderada por la pandemia;
d) un efecto colateral de ello es la sustitución, en forma creciente y sistemática, en el puesto de trabajo de quienes tenían solo enseñanza media completa por aquellos con educación superior (fenómeno conocido como credencialismo educativo);
e) y su versión más reciente, la rápida y masiva obsolescencia de muchos puestos de trabajo por la incorporación de inteligencia artificial, especialmente en aquellos desempeños menos complejos.
Las políticas educativas impulsadas en el país en los últimos cuarenta años han hecho su aporte al desperfilamiento gradual de la enseñanza secundaria; además, por prestarle una desmedida reverencia a los organismos multilaterales en este campo. En los años 80, el Banco Mundial insistió sin tregua en que lo importante era privilegiar la enseñanza primaria, lo que hizo que nuestros gobiernos desatendieran los otros niveles del sistema, especialmente el secundario. Y si bien entonces se estimuló la proliferación de liceos en comunas que no tenían este nivel de enseñanza —iniciativa loable—, se hizo sin el soporte mínimo de recursos financieros adecuados ni de docentes preparados debidamente para este nivel de enseñanza, producto de que en esa década (de los 80) el presupuesto público de educación se redujo en términos reales un 24%.
En los 90 se amplió gradualmente la preocupación por la enseñanza inicial o parvularia, y si bien hubo iniciativas de políticas hacia la enseñanza media, no tuvieron la sistematicidad requerida. Dos ejemplos: el Programa de Mejoramiento de la Calidad y Equidad de la Educación para la enseñanza media (MECE-Media) tuvo mucho menos impacto que el de educación básica; y el Programa de Liceos Montegrande, que incluyó algo más de cincuenta establecimientos escolares a lo largo del país, tras sus cuatro años de soporte de recursos adicionales mostró resultados que se fueron asimilando rápidamente al promedio de la educación media nacional, al extremo que hoy son parte de la historia olvidada de la educación.
En los 2000 se evidencia con mayor fuerza la pérdida de sentido de la enseñanza media, y se transforma entonces en «un trámite» que los interesados deben cumplir para llegar a la educación superior o al mundo laboral. La política de educación pública se transformó entonces en un conjunto de iniciativas y acciones aisladas de marco coherente y unificador. Si bien en 2005 se decretó la obligatoriedad de la educación media, no implicó cambios mayores en cobertura del nivel ni menos en calidad de los resultados educativos. Los programas de apoyo social y educativo —como «Liceos para todos» y «Liceos vulnerables»— no alteraron de manera significativa la tendencia ya importante de abandono de estudios por los estudiantes más pobres y su progresiva desescolarización, agravadas más adelante por la pandemia, cuya recuperación aún no es plena.
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Así, las dificultades para elevar la calidad de la enseñanza media se han evidenciado reiteradamente en que las pruebas de selección a la educación superior han tenido que omitir preguntas de algunas materias importantes dada la baja cantidad de respuestas correctas que éstas presentaban, y los resultados PISA han expuesto sistemáticamente que nuestros estudiantes de todos los sectores socioeconómicos y colegios, comparados con los países con PIB equivalente e incluso menor, obtienen resultados más bajos. Los liceos «emblemáticos» y/o «bicentenario» muestran en los hechos la incapacidad que tenemos como país de generar una política robusta de calidad educativa para todos, debiendo —sin argumentos sólidos— proveer una oferta selectiva bajo un razonamiento precario que intenta legitimar un trato desigual, insólitamente financiado con fondos públicos.
La educación media técnico-profesional, solo para remitirnos a la segunda década de este siglo viene en un espiral de caída significativa de su matrícula en el sector público y de estancamiento en el sector privado subvencionado. Además, ha aumentado crecientemente la postulación de sus egresados a la educación superior, lo que confirma que no es un nivel terminal en lo laboral (al menos transitoriamente).
La pérdida de sentido de la enseñanza media también se puede observar en que ha «recuperado en menor grado» la matrícula que tenía antes de la pandemia. En los hechos en la medición 2023 aún hay un 12% de su matrícula que no participa del SIMCE, desconociéndose públicamente la causa.
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En estos días se han expresado claramente los aspectos críticos de los resultados reportados para la enseñanza media. Incluso en la prueba de matemáticas —que presenta un avance de cinco puntos sobre los resultados del año 2022—, aún el 50% de sus estudiantes registra dominio insuficiente de las materias, cuestión que en las mujeres es más crítico, y que, revisados por situación socioeconómica, ratifica que los dos grupos más pudientes son los que alcanzan diferencias positivas significativas.
La situación en lectura es bastante similar, con puntajes generales más bajos, pero con diferencias positivas de las mujeres (más del 55% de los hombres registra resultados insuficientes), y por situación socioeconómicas se presenta el mismo efecto que en matemáticas.
Como estamos hablando de un tema-país y la presentación pública de los datos aún no es exhaustiva, no tiene sentido analizar la temática según dependencia. Estadísticamente, los datos son lo suficientemente robustos para aseverar que se trata de una situación transversal de la educación pública en sus dos modalidades (municipal y SLEP), como también de la privada subvencionada. Por su masividad y complejidad —y a diferencia de la educación básica—, y dado que disponemos de menos años para dar una sólida formación al estudiantado, el sentido de urgencia de esta nueva política requiere que sea una prioridad para transformarle en propuesta viables y eficaces:
•sería muy importante hacer una profunda discusión, adecuadamente informada, convocante ampliamente a nivel nacional, sobre el sentido de la enseñanza media. Y, a partir de ello, sobre su calidad presente y aspiracional, contrastada con la oferta que disponemos, precisar sus brechas y los caminos para cerrarlas, alineada con los otros niveles del sistema educativo, inicial, básico y superior.
•generar a la brevedad —aun con carácter provisional— una política para el nivel secundario sincronizada con las ofertas más de punta de educación superior de carácter técnico y profesional, que nos permita un mejor uso de los recursos e impactos más potentes de su ciclo formativo.
•abrirse a propuestas innovadoras de formación secundaria, ajustadas a los intereses del estudiantado y oportunidades de trayectorias educativas convocantes con los desafíos del aprendizaje en el contexto descrito también referidas al mundo laboral, con formatos de operación flexibles en el tiempo