Dos años de gobierno: logros, deudas y curva de aprendizaje
13.03.2024
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13.03.2024
Evaluar el desempeño que hasta ahora muestra el mandato de Gabriel Boric requiere atender objetivamente el nivel de cumplimiento de sus compromisos y la fragmentación del espacio legislativo, propone la siguiente columna para CIPER: «En la serie de gobiernos que transcurre en nuestro país desde marzo de 2010 en adelante, es cierto que la suya no es la administración más efectiva en los dos primeros años, pero tampoco es un gobierno ‘paupérrimo’, como han querido hacer ver en estos días columnistas con inclinaciones de caricaturistas y que adolecen de superficialidad histórica.»
El principal desafío político que enfrentó Gabriel Boric al asumir su mandato presidencial, hace dos años, consistió en conciliar la gestión de un gobierno minoritario con la identidad de los partidos que constituyeron al bloque Apruebo Dignidad. Vale decir, el dilema entre las creencias originarias de un espacio político y la acción orientada a los resultados. Para tomar decisiones sin espejismos, cualquier gobierno debe partir por generar una lectura realista del país que queda a su mando; un diagnóstico certero sobre condiciones políticas, nivel de respaldo social, correlaciones legislativas que inciden sobre su gestión. Así, y si corresponde, realizar los giros adecuados de manera oportuna.
Los cambios en las prioridades del primer gobierno de Sebastián Piñera después de las protestas de 2011 y el «realismo sin renuncia» de Michelle Bachelet en 2015 son ejemplos recientes de la necesidad de conciliar creencias iniciales y condiciones de realidad.
Si se considera que la fragmentación del espacio legislativo y la cuota de legisladores del partido (o bloque) del presidente son dos dimensiones relevantes para estimar los costes de gobernar el presidencialismo de coalición en Chile, claramente Boric es el jefe de gobierno con peores condiciones en la serie de 1989 a 2024 [GRÁFICO 1]. Tan solo mirando el peso del partido del presidente (Partido CD) y la atomización del espacio legislativo (NEP Diputados), se observa que el gobierno en ejercicio es el que ha tenido mayores restricciones y costos para mantener una coalición legislativa e implementar el programa presidencial.
Si se observa a los gobiernos chilenos desde la recuperación de la democracia en 1989, todos modificaron contenidos programáticos y creencias iniciales de distinta manera, y asumieron los costes por ello. Por ejemplo, Patricio Aylwin sacrificó mayores avances en democratización, reformas políticas y justicia en derechos humanos para llevar a puerto una transición a la democracia con amenazas por las instituciones contramayoriarias y el poder que aún mantenía Augusto Pinochet.
Pese a estos antecedentes históricos, el aprendizaje político que al respecto han tenido el gobierno de Boric y, especialmente, el Frente Amplio ha resultado dificultoso.
En estos primeros dos años, el gobierno actual ha tenido, por la fuerza de los hechos —resultados de la elección presidencial (dic. 2021), primer plebiscito constituyente (sept. 2022) y rechazo de la reforma tributaria (marzo 2023)—, oportunidades para adecuar su orientación transformadora o refundacional a expectativas más realistas. Pero el ensimismamiento del propio espacio político del presidente (con una trayectoria exitosa desde las movilizaciones del ciclo 2011-2015, pero desprovista de aprendizajes surgidos por derrotas previas) ha entorpecido en cada oportunidad el giro pragmático que se requiere en coyunturas claves, cuando expectativas y resultados no coinciden.
Los antiguos romano, caracterizados por su sabiduría práctica, idearon el «cursus honorum», que era el orden secuencial de los cargos públicos que ocupaban los aspirantes a políticos. Aunque este sistema establecía requisitos de edad para cada nivel de desempeño, era, sobre todo, un mecanismo para garantizar que los individuos obtuvieran la experiencia (que incluye la experiencia del fracaso) y las habilidades necesarias para gobernar eficazmente la República. El problema de la «curva de aprendizaje» del Frente Amplio es que, al carecer de la experiencia de la derrota, tampoco enfrenta dudas o evidencia en contrario respecto de sus creencias originarias. Esta falta de capacidad de autocorrección en los partidos del F. A. ha forzado al presidente a redundar en una táctica zigzagueante de mensajes alternativos hacia Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad, que con seguridad dejan descontentos a unos y a otros.
Dichos desplazamientos buscan no defraudar a una militancia demasiado convencida de sus ideas y proclive a la frustración, pero generan señales incongruentes para sectores moderados de oposición, alejando así la posibilidad de acuerdos legislativos.
A pesar de lo anterior, Gabriel Boric muestra un nivel de cumplimiento de compromisos del 31% al llegar a la mitad de su administración, considerando aquellas decisiones que requieren trámite parlamentario [GRÁFICO 2]. En la serie de gobiernos que transcurre en nuestro país desde marzo de 2010 en adelante, es cierto que la suya no es la administración más efectiva en los dos primeros años, pero tampoco es un gobierno «paupérrimo», como han querido hacer ver en estos días columnistas con inclinaciones de caricaturistas y que adolecen de superficialidad histórica.
Aún más, el gobierno de Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático muestra un nivel de cumplimiento sobre 50% en las áreas de trabajo y previsión social (52%), minería (67%), infancia y juventud (74%). Mientras, áreas con especial atraso en el cumplimiento de compromisos son defensa, pueblos indígenas, democracia, cultura y educación. Como referencia, tampoco se podría sostener que el primer gobierno de Piñera tuvo una gestión pobre en su primera parte por tener menor porcentaje de cumplimiento de compromisos programáticos (26%), pues obviamente las prioridades del país y del ejecutivo cambiaron después del 27-F. A pesar de un menor cumplimiento de compromisos de su programa, Piñera gestionó un proceso de reconstrucción muy efectivo, y los logros de esta labor constituyen una parte importante de su legado.