CARTAS: El conocimiento de quienes nos protegen
11.03.2024
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11.03.2024
Señor director: Me dirijo a usted con preocupación, tras haber escuchado declaraciones de la Ministra del Interior, Carolina Tohá, emitidas en el matinal “Contigo en la Mañana” (CHV), respecto al crimen organizado en Chile. Dadas las circunstancias actuales, suponemos que se refiere al llamado Tren de Aragua.
La señora Tohá, quien lidera el ministerio responsable de «proponer al Presidente de la República las normas y acciones sobre políticas internas orientadas a mantener el orden público, la seguridad y la paz social» (según cita en <interior.gob.cl>), aspectos estrechamente ligados al control (o falta de) del crimen organizado, manifiesta que «el crimen organizado está estudiado, tiene varias etapas de penetración. Nosotros estamos en la primera etapa recién».
Según ella, la primera etapa es la más peligrosa porque, entre otras cosas «entran en disputa con la criminalidad local». Es alarmante que las autoridades a cargo de los asuntos de seguridad posean lo que pareciera ser un precario conocimiento o una inadecuada asesoría sobre el desarrollo de esta tipología criminal.
Soy una convencida de que la democratización del conocimiento construye mejores sociedades, por lo que me gustaría compartir con los lectores el proceso por el cual el Tren de Aragua logra su expansión internacional; entre las cuales la penetración es sólo una de ellas.
La primera fase es la llamada exploración, cuando siguen la ruta migratoria y lucran mediante el tráfico de personas, explotan mujeres y niñas encontradas en vías irregulares de migración, con el objetivo de explotarlas sexualmente. Esta etapa no es predominantemente violenta, ya que no se ha establecido el ingreso al territorio, sino que se transita hacia él y se hace cautelosamente.
La segunda fase es la de penetración, cuando se inmiscuyen en la economía regional del territorio en el que buscan enquistarse. Esta etapa es la más violenta y es fácilmente identificable, ya que es cuando ocurren secuestros, extorsiones de diversas índoles, microtráfico, préstamos irregulares, etc. Esta etapa es posible solamente en lugares donde no enfrenten resistencia o medidas que compliquen su internación.
La tercera y última fase es denominada consolidación, y es cuando la organización ha logrado establecer sus negocios y asegura la colaboración de personas que se encuentren en posiciones claves dentro de instituciones estatales, etc. para lograr blanquear el dinero obtenido por las prácticas ilícitas de los criminales. Esto no significa que las actividades de la segunda fase cesan: cuando el crimen organizado obtiene enraizarse en un lugar, se convierte en un interminable bucle de actos ilícitos.
En Chile, hasta mediados del 2023 se identificaron tres regiones en fases de penetración: Arica y Parinacota, Tarapacá y la RM. Un territorio ya se encontraba en fase de enquistamiento o consolidación: Concepción.
Tristemente, es probable que debido a la agilidad con que el crimen transnacional opera en zonas donde no arriesga su desestabilización, estas fases ya se hayan extendido y signifiquen un riesgo mayor a aquel que el gobierno, a través de la ministra del Interior, informa.
Otra aseveración de la ministra es que el microtráfico —«barrial», lo denominó— y el crimen organizado son dos tipologías inconexas entre sí. Esto, lamentablemente, también es incorrecto. El crimen organizado puede ser internacional, nacional o regional, y para cumplir con su definición criminológica solamente requiere una coordinación entre dos o más personas con el objetivo de realizar actividades ilícitas. También es relevante señalar que el tráfico de drogas es un problema inalienable al crimen transnacional, pues se expande, infaliblemente, desde el origen productor. Sin oferta y provisión intrafronteriza, la droga se hubiera convertido en un fallido emprendimiento familiar hace muchos años. Como ejemplo: la cocaína y los productos derivados de esta (las sustancias más problemáticas en nuestro país), no son nativos a Chile, sino ingresados desde países fronterizos, lo cual convierte este crimen en uno transnacional.
Por último, me gustaría aclarar que la Interpol no es “una red mundial de las policías”, como expresó la respetable ministra, sino un organismo que conglomera solamente a 196 países; no a todo el mundo.
Espero que mi aportación sirva para mejorar el conocimiento acerca de los elementos criminógenos que nos acompañan y así lograr crear soluciones empíricas y sustanciales en pro de un país adolorido por la laxitud y deficiencia.