Incendios y daño ecológico
10.03.2024
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10.03.2024
Junto a las enormes pérdidas humanas y materiales, los recientes incendios en la Quinta Región representan, también, una catástrofe medioambiental. En columna para CIPER, dos especialistas entregan mediciones al respecto, obtenidas con tecnología de punta: «La cifra de pérdida máxima potencial de biomasa aérea es alarmante, no solo por la destrucción inmediata de la vegetación, sino por la potencial emisión de 593.034 toneladas de dióxido de carbono. Equivale, aproximadamente, al carbono almacenado por 1.693 ha de bosque siempre verde en la Patagonia Chilena».
Los recientes incendios forestales en la Región de Valparaíso han sido una tragedia para nuestro ecosistema. Además de la invaluable pérdida de vidas humanas, estamos ante una tragedia para la biodiversidad arrasada por el fuego que consumió gran parte del Jardín Botánico de Viña del Mar, además del impacto ecológico por las enormes emisiones de dióxido de carbono (CO2) generadas y los bosques que no podrán recuperarse completamente.
La Investigación de Dinámica de Ecosistemas Globales (GEDI) es una misión en curso de la NASA, en conjunto con la Universidad de Maryland, para medir con precisión y en 3D los ecosistemas de todo el planeta. Recolecta datos con un escáner láser que está acoplado a la Estación Espacial Internacional (ISS) y con ello levanta un catastro preciso de los pulmones verdes que tiene nuestro planeta. En Chile, asociado con la empresa The Real Eco State, desde fines de 2022 ha centrado su trabajo en la Patagonia, donde se encuentra midiendo su biomasa forestal (a distintas escalas espaciales y por tipos de bosque) y cuál es la capacidad de captura de carbono que estos bosques aportan al planeta. Además, GEDI permite evaluar el capital ecológico de los parques nacionales y planear nuevos programas de conservación de zonas de alto valor ecológico que hoy no cuentan con ninguna figura de protección y conservación.
En estas últimas semanas, los datos obtenidos por el sensor de la ISS han permitido establecer el impacto ecológico que tuvieron los recientes incendios en la Quinta Región. Y las cifras son desoladoras.
Hasta el 12 de febrero de 2024, los diferentes incendios sumados durante el verano en la Región de Valparaíso habían consumido 10.372 hectáreas. Cerca de la mitad de la superficie afectada presentó una severidad entre «moderada alta» y «alta». Este dato es crucial, ya que indica la intensidad del fuego y su capacidad para alterar de manera irreversible los ecosistemas involucrados. Las coberturas vegetacionales afectadas, desde terrenos de uso agrícola hasta bosques nativos, pasando por plantaciones forestales y zonas de matorrales, muestran una pérdida ecológica y de biodiversidad inconmensurable.
Hasta antes del incendio, la biomasa promedio de los bosques afectados estimada con los datos GEDI del área afectada se situaba en 48,3 toneladas de materia seca por hectárea. A modo de comparación, un incendio ocurrido en junio de 2022 en España, cuyos datos fueron obtenidos también mediante vuelos LiDAR de drones y datos recopilados por el proyecto GEDI, afectó a una superficie total de 25.203 hectáreas, emitiendo en promedio 15,6 toneladas de carbono por ha a la atmósfera.
De acuerdo a esto, la pérdida máxima potencial por efecto de los recientes incendios en la Quinta Región ha sido de 343.808 toneladas de biomasa aérea, aproximadamente. Esta cifra es alarmante, no solo por la destrucción inmediata de la vegetación, sino por la potencial emisión de 593.034 toneladas de dióxido de carbono que contribuye significativamente al calentamiento global. Equivale, aproximadamente, al carbono almacenado por 1.693 ha de bosque siempre verde en la Patagonia Chilena.
Específicamente, el bosque nativo formado por especies autóctonas provenientes de generación natural —y que representa un 42,1% de la superficie total quemada— ha sufrido una severidad de daño que en su mayoría (60,2% de su extensión) va entre «moderada alta» a «alta», lo que pone en riesgo su recuperación y conservación. Aproximadamente el 86% del bosque nativo quemado corresponde al tipo forestal esclerófilo dominado por las especies Peumo (Cryptocarya alba), Quillay (Quillaja saponaria), Litre (Lithrea caustica) y Espino (Acacia caven). El otro 14% es parte del tipo forestal palma chilena, con especies similares, entre las que destaca la presencia de la palma chilena (Jubaea chilensis), que, de acuerdo a IUCN, se encuentra en peligro de extinción.
Se trata de datos obtenidos mediante tecnologías de punta, como el Índice Normalizado de Área Quemada (NBR) y observaciones LiDAR de la misión GEDI. No solo ofrecen una visión clara sobre el desastre ocurrido, sino que también subrayan la importancia de utilizar herramientas avanzadas para la gestión de catástrofes naturales. La situación exige una respuesta inmediata y coordinada, nacional e internacional, pues estos incendios son un símbolo de los desafíos globales que enfrentamos en la lucha contra el cambio climático.
La restauración de las áreas afectadas, la reevaluación de nuestras prácticas de gestión del suelo y la implementación de políticas de prevención más efectivas son pasos fundamentales para prevenir futuros desastres, y por eso esta tragedia debe ser un llamado a la acción, reconociendo no sólo la interconexión entre nuestras acciones y el medio ambiente, sino también la importancia del conocimiento que para estos desafíos nos ofrece la ciencia.