#8M La paz en el mundo es asunto feminista
06.03.2024
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06.03.2024
«Nuestra lucha histórica precisa de unión y vigor en nuestras palabras y acciones. Avanzar juntas hacia aquello que nos une significa tejer redes, desatar nudos, ser convincentes con nuestras demandas y malestares. Sabemos que podemos generar incidencia, colocar en la agenda pública nuestras exigencias. En esas reclamaciones y acciones somos millones, tenemos fuerza».
Conmemorar el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer se constituye en un reconocimiento de las luchas históricas de mujeres valientes que dieron su vida por la justicia, el respeto y los derechos humanos. Actualmente, atravesamos crisis extremas: guerras, genocidios, ecocidios y femicidios se han desatado a vista de una humanidad consternada. Habitamos sociedades donde se ha transnacionalizado el narcotráfico, el sicariato, el vandalismo, la usurpación de territorios, el robo de suelos para usufructos de las inmobiliarias utilizando la quema de bosques, los exilios forzados de millones de personas intentando encontrar seguridad, entre otras situaciones de vulnerabilidad. Las estructuras no han respondido eficientemente a lo que necesitamos. Pareciera ser que la administración actual de los Estados y la manera hasta ahora desarrollada de gestionar la institucionalidad no es suficiente para abordar la compleja realidad a la que nos enfrentamos.
Así, hoy se hace necesario hacer un análisis de las luchas históricas de mujeres que dieron sus vidas para conseguir mejores condiciones sociales, culturales y de posicionamiento de aquellas otredades bajo leyes y estructuras patriarcales que han abandonado sus obligaciones como garantes de los derechos, invisibilizando, sistemáticamente, dichas realidades. En ese escenario, la presencia de las luchas feministas ha sido un motor de cambio de las transformaciones sociales, al visibilizar las subalternidades, discriminaciones y vulneraciones de derechos presentes. Los feminismos y sus demandas han irradiado en nuestras vidas y en nuestros territorios. Actuamos feministas, sin saberlo teóricamente: lo reconocemos y vivenciamos. La escucha y el acompañamiento sororo nos permite tejer redes, enlazar vínculos y nos hermana, independientemente de los territorios que habitemos, puesto que sentimos profundamente que desde el empuje y la fuerza inteligente, propositiva, rupturista y con códigos que nos diferencian, seguiremos desmontando esos mandatos que siguen impregnados en la sociedad.
Experienciar esta forma de vivir es un descubrimiento, puesto que requiere romper con las ataduras machistas que aún siguen instaladas en las instituciones patriarcales.
Compañeras: ¡es urgente levantar demandas y permanecer en esa acción! Lo decimos con convicción, ya que lo hecho no es aún suficiente para desmontar la estructura del patriarcado, presente con acciones cada vez más refinadas y difíciles de percibir. Nuestra lucha histórica precisa de unión y vigor en nuestras palabras y acciones. Avanzar juntas hacia aquello que nos une significa tejer redes, desatar nudos, ser convincentes con nuestras demandas y malestares. Sabemos que podemos generar incidencia, colocar en la agenda pública nuestras exigencias. En esas reclamaciones y acciones somos millones, tenemos fuerza.
Creemos en la democracia participativa y deliberativa. Empujamos para cambiar los preceptos y metodologías. No queremos hacer lo mismo utilizando otras palabras. Se hace imperante realizar transformaciones profundas, instalarnos en el centro para que, desde esos lugares laborales, familiares, territoriales, vayamos habitando esos mundos que nos han sido negados.
Hoy nos movilizan la paz mundial, la preservación de la tierra, el cuidado de las niñas y niños para que no sean raptados como soldados para el narcotráfico.
Sí: ser feministas hoy implica seguir en la lucha, resistir, pero el escenario epocal nos exige no solo instalar discursos o hacernos visibles. Debemos ponernos en acción, las palabras vacías sin movimientos se anquilosan, y las retóricas se destiñen. Necesitamos que las mujeres desde sus diversos lugares laborales, sociales, territoriales, profesionales, académicos y espacios privados, hagamos frente a aquellos flagelos masculinistas y patriarcales que están destruyendo la paz y la vida en el planeta. El movimiento obliga a cuidar el espacio ganado, resistir retrocesos, seguir manteniendo presencia. Pero no quedarse en ello, pues ha llegado el momento de actuar en el entramado social, con toda la fuerza y el acervo obtenido y recogido, atesorado y validado en todo el trayecto.
Dicho esto, porque es central en nuestra identidad el valorar y promover la paz, poniendo en el relevo la centralidad de la vida, hacemos un fuerte llamado a:
•que se preserve el derecho de las personas a su pertenencia territorial mediante la promulgación de leyes de uso de suelo, que permitan cuidar el ecosistema y vivir con dignidad a las familias, sin despojarlas de su hábitat.
•requerimos, perentoriamente, una ley integral de violencia hacia las mujeres, que nos proteja en todos los espacios y situaciones, considerando no sólo los maltratos evidentes, sino también aquellos que están instaladas en los intersticios del orden social, como por ejemplo las acciones institucionales que permiten las diferencias salariales entre hombres y mujeres, o la falta de oportunidades de acceder a puestos de mayor autoridad sin argumentos reales;
•reclamamos mayor equidad en los recursos para los territorios más desfavorecidos. En ello exigimos que nuestras niñas, niños y jóvenes puedan gozar de una educación/formación respetuosa, con horizonte de oportunidades.
El estado actual de nuestra sociedad en los ámbitos sociales, culturales y económicos nos empobrece, nos enceguece y nos coarta. No se puede seguir naturalizando el maltrato, la violencia, la destrucción, la pérdida de patrimonio. Frente a ello, se torna perentorio permanecer en el trayecto en donde no podemos dar NI UN PASO ATRÁS. Debemos poner en valor los logros y seguir empujando para, con nuestra fuerza, derribar rigideces de acción y pensamiento que aún aprisionan, permanecen y dañan no solo a las mujeres, sino a la sociedad y al planeta que habitamos. Debemos levantar las voces para ser escuchadas, pero además situarnos y actuar para movilizar los cambios que esperamos.
No es suficiente ser resistencia, el imperativo es constituirnos como mujeres incidentes, que cambien la trayectoria de este trayecto que nos está conduciendo al precipicio. Que nos escuchen y cambien por la presión de nuestras palabras, lógicas y acciones es positivo, pero no nos basta, pues esperamos que el mundo comience a girar en lógicas diferentes en que la igualdad de derechos, la paz y la centralidad de la vida se con viertan en su principal eje.