Cómo es el sistema de pensiones en Italia (y qué puede aprender Chile de él)
14.01.2024
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14.01.2024
La experiencia de un ciudadano italiano residente en nuestro país, que en esta columna para CIPER compara el destino de sus cotizaciones en ambos sistemas.
En el tumulto de ideas sobre reformas del sistema de pensiones en Chile aparece, por momentos, la típica tentación de querer contentar a todos; lo que, sabemos, es imposible. Las bajas pensiones con las que se jubilan lo/as trabajadores del país ya no se trata de un solo problema, sino, a lo menos, de tres o cuatro que van de la mano, y que deben ser enfrentados en conjunto.
Por algunos meses he vuelto a vivir a mi país de origen, Italia, el cual dejé en 2010 para establecerme y formar familia en Chile. Tras mi mudanza, hasta 2012 seguí imponiéndome en el sistema italiano (INPS), luego de lo cual pasé a ser cotizante de AFP. Ya tenía claro que no existía ningún acuerdo bilateral entre ambos países para este asunto (como sí lo hay con otros países de América, como Argentina), y que entre uno y otro sistema se imponen todas las diferencias que hay entre lo privado y lo público.
De todos modos, en esta columna quisiera compartir mi experiencia personal con esas diferencias. Aprovechando mi actual estadía en Italia, me he puesto a averiguar qué ha sido de mis (aproximadamente) catorce años de contribuciones al sistema de pensiones (1998-2012). Después de varias consultas, me he llevado una gran sorpresa: durante 1995, el sistema italiano tuvo, silenciosamente, un ajuste drástico, y todos quienes comenzaron a cotizar después del último día de ese año pasaron a capitalización individual.
Así, el trabajador italiano hoy puede entrar a su cuenta personal de ahorro para jubilación, ver su capital ahorrado y simular su futura pensión. Adivine: la prospectiva será nefasta. Si con el viejo sistema (previo a 1996), con veinte años de imposiciones mensuales a cualquier trabajador/a se le garantizaban trece pagos anuales de al menos 700 euros líquidos, lo que ahora se entrega es estrictamente el monto ahorrado más intereses, sin añadido estatal ni un mínimo garantizado.
Por ejemplo, en mi caso, con 170.000 euros de capital, me tocará jubilar en 2053 (a los 74 años de edad), con poco más de 600 euros al mes líquidos, a no ser que ese monto acumulado me lo lleve (si es que puedo) a Chile, uno de los dos países del mundo en el que las pensiones no pagan impuestos (imagínese si lo pagaran).
Lo que demuestra esta comparación es que tampoco por este lado del mundo las cosas son tan maravillosas en materia de pensiones. Por eso mismo, ciertas propuestas que hoy circulan en el debate por parte de los parlamentarios chilenos parecen fuera de la realidad. Al pasar, y comparando con la situación europea, pienso en tres mitos instalados, que ya es hora de superar:
1. hasta las piedras entenderían que cotizar mensualmente el 10% del sueldo es insuficiente. Basta pensar que el viejo sistema (EMPART) requería del 21,93%; y que en el sistema europeo, el porcentaje sube a 33% (10% a cargo del empleado, y el resto a cargo del empleador). Ahora bien, si en Chile les pidiéramos a las Pymes destinar el 23% del pago mensual de cada empleado a su pensión, pocas aguantarían el golpe.
2. Considerando lo anterior, un alza de 6% de cotización, como el que hoy propone el gobierno de Gabriel Boric, también resulta insuficiente. Tampoco se entiende la propuesta de crear una nueva entidad pública para gestionar el 3% que iría a un «fondo común», considerando que ya existe el INP. A lo anterior debe sumarse si acaso la voluntad mayoritaria es que solo el 2% de esa alza vaya a la cuenta personal, un cambio que hasta ahora ciertas encuestas miden negativamente.
3. El actual debate está dejando fuera dos elementos centrales, los cuales son clave ahora en Europa. El primero es el hecho de que una gran cantidad de trabajadores no cotiza, o lo hacen por pocos años; sea porque no pueden hacerlo o porque no quieren. Es indicativo al respecto que hoy en Chile más de dos millones de personas reciban la PGU. Si queremos mejores pensiones es urgente que más ciudadano/as tengan un empleo formal; de lo contrario, esa cifra puede aumentar. El segundo elemento, aún más apremiante, es el embudo demográfico: acá en Italia, desde los años 80 la población no deja de envejecer, y llevamos tres décadas de una tasa de natalidad negativa. Esto significa que en treinta años más por cada pensionado habrá solo un trabajador, lo que podría hacer colapsar el sistema.
Tal como antes sucedió en Europa, hoy en Chile la población también envejece. Para el año 2050, al menos el 30% de la población del país tendrá 65 años o más, con un tercio de ese grupo superando la edad de 80 [OBSERVATORIO DEL ENVEJECIMIENTO UC-CONFUTURO 2023]. Un país viejo, como Italia hoy, no tiene futuro. El futuro son los jóvenes, y nosotros somos presente y pasado.