Sobre “Resistencia femenina”: una performance musical subversiva
21.12.2023
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21.12.2023
Confirmado y anunciado para diciembre en el Teatro Municipal de Santiago, este espectáculo de música contemporánea a cargo de la pianista María Paz Santibáñez terminó siendo cancelado «por motivos de fuerza mayor» que el equipo de la alcaldesa Hassler no detalló. En columna para CIPER, una musicóloga describe una obra de enfática provocación femenina, que desata reacciones «incluso sin haber llegado al escenario».
«Y la culpa no era mía…». La culpa no fue de la joven estudiante de piano María Paz Santibáñez cuando, el 24 de septiembre de 1987, recibió frente al Teatro Municipal de Santiago un balazo en la cabeza, mientras participaba en una manifestación estudiantil pacífica contra el rector designado de la Universidad de Chile, José Luis Federici. La culpa tampoco fue suya cuando, a inicios de este mes, la Municipalidad de Santiago le comunicó a la pianista la decisión de cancelar un concierto solista suyo en la sala grande del mismo recinto, el que había sido previamente planificado, confirmado y anunciado públicamente para el domingo 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos.
Son hechos de carácter disímil, pero que, de todos modos, activan referencias simbólicas comunes en la biografía de esta destacada pianista, residente en París desde 1999 y agregada cultural de Chile en Francia durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet.
Para mostrar en Santiago el concierto “Resistencia Femenina”, Santibáñez y miembros de su equipo habían viajado especialmente al país. Se enteraron aquí de la unilateral cancelación del espectáculo por parte de la Municipalidad, aunque sin explicaciones detalladas, más allá de «razones de fuerza mayor» que tampoco han sido descritas ni por la alcaldesa Irací Hassler ni por sus colaboradores. Desde mi posición como musicóloga, no estoy en el lugar de señalar a los eventuales culpables ni trasfondos político-institucionales tras esta cancelación, pero sí reflexionar sobre sus alcances. Para quienes estudiamos la música chilena como parte de la sociedad actual, resulta elocuente observar que un evento que involucra a una única mujer concertista, sin más armamentos que un piano de cola, una cacerola, una serie de piezas de música contemporánea y una pantalla de videoarte con imágenes alusivas a recientes movimientos feministas y ciudadanos, pueda representar una herramienta poderosa, al punto de llevar a alguien a tomarse la molestia de cancelarlo.
No es necesario ser demasiado suspicaz para concluir que una performance como esta puede incomodar a la institucionalidad. Hay quienes utilizan coloquialmente el dicho «el resto es música» para referirse a asuntos secundarios e irrelevantes, o que piensan en la música contemporánea como un lenguaje hermético y centrado en sí mismo. Al contrario, este evento y su cancelación demuestran que esta música puede tener una relevante carga simbólica, como espacio desde el cual se cuestionan estructuras de poder, se deconstruyen cánones e ideas preconcebidas, se movilizan acciones y reacciones emocionales gatilladas por su fuerza subversiva. Sin ir más lejos, el frustrado espectáculo de María Paz Santibáñez en el Teatro Municipal de Santiago consiguió desatar todas estas reacciones, aun sin haber llegado al escenario.
“Resistencia Femenina” es una idea original de la pianista, surgida en 2020 como una performance «en torno a la creación de obras nacidas de la resistencia, por el respeto a la dignidad de las personas y de los derechos humanos», según su propia definición. Está inspirada en los sucesos del estallido social chileno, y ha tenido desde entonces diversas muestras, tanto en Chile como en Francia, con un repertorio que se va modificando en línea con coyunturas específicas. El espectáculo que se preparaba para el pasado 10 de diciembre en el T. Municipal incluía obras de los compositores chilenos Andrés Alcalde (Silencio), Sergio Ortega / Frederic Rzewsky (Variaciones sobre “El pueblo unido” – fragmento), Valeria Valle (Vendajes. El violador es… eres… eras), Marco Pérez Ramírez (Chile/Suiza, Marrichihueu), Andrian Pertout (Chile/Australia, La tierra es tu madre) y Ramón Gorigoitia (Chile/Alemania, Contodosinopaké); además de música de compositores contemporáneos como Cristina Vilallonga (España, Hierve la noche. Toque de queda), Esteban Benzecry (Argentina, Ojos), Nicolás Tzortzis (Grecia, Réportage) y Héctor Parra (España, Reñma), junto a algunas piezas para piano de Béla Bartók y Claude Debussy.
Además de la presencia de cantos y frases emblemáticas del estallido —tales como “El pueblo unido jamás será vencido”, “Un violador en tu camino”, de Las Tesis, y el coloquial «contodosinopaké»—, y alusiones a la represión policial y sus víctimas, otro elemento importante lo constituye la vinculación con los pueblos originarios y la cultura mapuche manifestada en las obras de Parra (sobre los versos “Trepel pewma” [Cantos asustados], de Lionel Lienlaf) y Pertout (sobre textos de Leila Salazar López). Además, y en el marco de la conmemoración de los cincuenta años desde el Golpe de Estado, el concierto iba a incluir un homenaje a Salvador Allende, con un video de parte de su histórico discurso ante la Asamblea General de la ONU (1972), acompañado de una vigorosa pero melancólica variación pianística de “El pueblo unido…”.
Esta nueva presentación de “Resistencia femenina” iba a contar con una cuidada puesta en escena a cargo de Glyslein Lefever y videos preparados por Santibáñez junto a artistas y técnicos del género (Lorena Zilleruelo, Aurora Gasull, Daniel Sandoval, Pablo Herrera y Álvaro González). Así, por ejemplo, la obra “Persecusión», de la suite Al aire libre, de Bartók, se interpretaría con un video en el que las manos de la pianista, pintadas en forma de dos mujeres desnudas de factura naíf, recorren con sus piernas-dedos el piano, intercaladas con imágenes de la multitudinaria performance de “Un violador en tu camino” en el Estadio Nacional, entre otras grabaciones del movimiento social.
En relación a los pueblos originarios, lejos de la exotización de lo indígena que podría encontrarse en una ópera chilena de la primera mitad del siglo XX, en la pieza Reñma, Santibáñez iba a declamar con respeto y solemnidad los citados versos de Lienlaf, al tiempo de percutir patrones binarios alusivos a la cultura mapuche en el arpa del piano, en un gesto corporal que se acerca a lo ancestral, sin romantizaciones ni estilizaciones. Con seriedad, la pianista incorpora esta lengua, que no es la suya materna, y declama en mapudungún versos que en castellano describen algo como: «Sobresaltado está mi corazón, hermana, / porque espíritus malos / han asustado mis cantos».
El vínculo entre creación chilena y dimensión política es central para entender una buena parte de la historia de la creación musical chilena docta desde mediados del siglo XX. Ejemplos relevantes son obras tales como América insurrecta (1962), de Fernando García, y Volveremos a las montañas (1968), de Gabriel Brnčić. Más allá de repertorios específicos, el acto de dedicarse a la composición contemporánea ha sido entendido muchas veces como un gesto político en sí mismo (¿por qué dedicar la vida a una profesión tan restringida y poco rentable, si no como una manera de cuestionar la esencia misma del sistema capitalista o neoliberal?). Sin embargo, hasta ahora han sido escasos en nuestro país los referentes femeninos de una creación docta políticamente comprometida, la cual podemos trazar en obras de compositoras como Leni Alexander y Cecilia Cordero, las cuales recientemente están recibiendo mayor atención.
María Paz Santibáñez no es compositora, sino pianista. Sin embargo, la performance de “Resistencia Femenina” constituye en su totalidad una composición; una obra creativa, en la que se nos transmite un discurso político que también es femenino, y que ofrece una nueva figura de referencia para jóvenes creadoras de las nuevas generaciones. Se trata de una performance femenina, porque el momento político que la motivó tiene como hilo conductor manifestaciones de mujeres chilenas, desde las cacerolas como símbolo de reclamo hasta la denuncia del colectivo Las Tesis. Pero su voz también se escucha femenina en su forma de abordar las demandas de los pueblos originarios y su preocupación por la Pachamama. De esta forma, Santibáñez es capaz de romper con un cierto estereotipo que ubicaría a lo femenino en una posición conciliadora y no crudamente política. Ejemplo de esto es la interpretación de Vendajes. El violador es… eres… eras, de Valeria Valle, obra en la que se incorporan diversas frases ya históricas del estallido («estamos en guerra contra un enemigo poderoso», del expresidente Sebastián Piñera; o «regalé mis ojos para que la gente despierte», del joven Gustavo Gatica), y se demandan elementos performativos de la pianista; entre ellos, hablar, murmurar, taparse un ojo y declamar enérgicamente y con convicción aquellas proclamas que Las Tesis volvieron una denuncia internacional contra el patriarcado, y su violencia explícita y simbólica. La mano de la pianista apunta hacia el frente cuando exclama «el violador eres tú». Vendajes concluye cuando la pianista se para de cara a la audiencia para encarnar con todo su cuerpo la frase «y la culpa no era mía / ni dónde estaba / ni cómo vestía».