Discusión curricular: ¿y la Historia?
05.12.2023
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05.12.2023
Desde hace unos años, no hay contenidos obligatorios de Historia en los últimos dos cursos de Educación Media. Esta columna para CIPER la firman una profesora de historia y una historiadora: «La enseñanza de Historia en la escuela es una oportunidad irremplazable y, por ello, es fundamental volver a situar su importancia y desafíos en el plan común y hasta el último año de educación escolar […]. En definitiva, que se constituya en un conocimiento basado en la evidencia, significativo, democratizador y que permita pensar históricamente nuestro presente.»
En el contexto de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado en Chile, que trajo consigo debates, revisiones e, incluso, la relativización y negación de hechos históricos; en momentos previos a una nueva votación para resolver el debate constitucional que arrastramos durante años; en un tiempo en el que continuamente vemos desarrollarse polémicas y posturas dicotómicas a propósito de las crisis de la democracias, la manipulación de la verdad, los problemas educativos, la violencia, entre otros temas, nos preguntamos: ¿no es momento de volver a pensar en la enseñanza de la Historia?
En 2019 una reforma curricular puso fin a la enseñanza obligatoria de Historia en los niveles de III y IV año de Educación Media, con la justificación de que se reemplazaba por cursos de formación ciudadana. Como consecuencia, en estos últimos años de educación escolar, que constituyen momentos clave de la formación de las y los estudiantes previo al ingreso a la universidad y al mundo laboral, se eliminó la enseñanza de la Historia reciente de Chile, compendiándola en los cursos previos.
Es importante problematizar los argumentos que se desplegaron en defensa de esa reforma. La Historia no es sinónimo de formación ciudadana, aunque una de sus cualidades sea contribuir a desarrollarla. Tampoco los cursos de Historia son los únicos responsables de esta, sino que son las asignaturas, desde sus disciplinas, sus contenidos y habilidades, las que conducen a la formación ciudadana. Hoy necesitamos orientar y repensar todas las materias con ese fin. En un mundo marcado por los cambios, los desafíos económicos, ambientales, digitales y democráticos, debemos evaluar cómo formamos ciudadanos éticos, responsables y comprometidos. En esto, al igual que las matemáticas, las ciencias, las artes, el deporte y el lenguaje, la Historia tiene mucho que aportar. Se trata de una tarea compartida, cuyo cumplimiento no puede significar la marginación de la Historia. Por el contrario, hoy somos testigos del déficit de conocimiento histórico en la formación ciudadana.
Con la reforma curricular las y los estudiantes se han visto privados de dedicar un mayor tiempo al aprendizaje de su pasado reciente, que les permita tener referentes empíricos, construir sentido de todo aquello que hoy los interpela, explicarse a sí mismos y a la comunidad a la que pertenecen, situarse como individuos, en el mundo y en el tiempo. En definitiva, comprender, concientizarse y transformar la realidad en la que participan. Un ejemplo: los derechos humanos, que actualmente forman parte de una unidad de formación ciudadana enseñada en Tercero Medio, son una materia propuesta de manera abstracta, cuya comprensión se cifra especialmente en casos del presente y que, por lo mismo, puede contribuir a comprenderlos como nociones naturalizadas, dadas, ajenas al cambio y al acontecer concreto. Por el contrario, el estudio de los derechos humanos desde la Historia y asegurando una enseñanza sistemática permite valorar su importancia a la vez que concientizarse sobre su fragilidad, pues la experiencia de hombres y mujeres que han participado en su construcción y en su vulneración demuestra que su trayectoria no es lineal ni progresiva, y que su resguardo y respeto es tarea en común y cotidiana. Es en la comprensión de esta experiencia cuando el curriculum escolar se transforma en una oportunidad para reafirmar contenidos para que los estudiantes vislumbren las posibilidades de transformar su presente. No es posible pensar responsablemente sobre el pasado sin conocer los hechos. Un conocimiento certero, preciso y detallado de la Historia reciente promueve la defensa de valores básicos para la convivencia, como ejemplifica el caso de los derechos humanos, y previene de interpretaciones tendenciosas y desinformadas que afectan a nuestro desenvolvimiento democrático.
La enseñanza de la Historia en la escuela es una oportunidad irremplazable y, por ello, es fundamental volver a situar su importancia y desafíos en el plan común y hasta el último año de educación escolar. Es clave asegurar y cooperar en pos de una Historia que no se confunda con la memoria, sino que aporte en el conocimiento y respeto de un pasado informado y compartido que excede —pero a la vez se relaciona con— nuestra experiencia individual y local; promueva la contextualización; incentive la lectura crítica de las fuentes y el entendimiento de nociones como cambio y continuidad en el tiempo, la complejidad de la realidad y la pluralidad social, que los acontecimientos no son inevitables y, por ello, las acciones de hombres y mujeres tienen impactos concretos, de los cuales somos responsables. En definitiva, que se constituya en un conocimiento basado en la evidencia, significativo, democratizador y que permita pensar históricamente nuestro presente.
Para ello es indispensable el quehacer de los profesores. Si bien hoy es posible encontrar contenido histórico en diversos formatos, es clave señalar que una cosa es ubicar contenidos, y, otra, desarrollar las habilidades del pensamiento histórico. Además, es necesario relevar que no es lo mismo aprender que aprender de un profesor en un lugar clave para la socialización de la Historia, como lo es la escuela. Por eso, es crucial asegurar también a los profesores el ámbito para desarrollar su trabajo. Es en ese espacio donde es posible enfrentar, discutir, consensuar y aprender distintas visiones sobre nuestro pasado, que a su vez responden a los diversos contextos de quienes participan en el proceso educativo, contribuyendo a enseñar un conocimiento fundado.
Resulta fundamental que académicos y profesores trabajen juntos para relevar la importancia de la Historia en la escuela, en donde la evidencia de los hechos se combina con el desarrollo de una disposición del pensamiento que permite analizar estos acontecimientos y darles sentido frente a las necesidades del presente y los desafíos que nos anuncia el futuro. También es necesario que como comunidad nos hagamos cargo de que la falta de conocimiento, pensamiento y habilidades históricas nos han demostrado suficientes veces el peligro que ello significa para la democracia, para la justicia y para una sociedad armónica. Una discusión curricular nos abre una oportunidad para trabajar en conjunto en pos de esta urgencia.