En el Mes de la Educación Financiera
23.10.2023
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23.10.2023
«Una educación financiera crítica» proponen los autores de esta columna para CIPER frente a un mundo cambiante y de desafiantes dinámicas para nuestro gasto y ahorro. Junto a las estrategias nacionales ya en marcha al respecto, «lo que se requiere son enfoques aún más comprensivos, multidimensionales y cercanos, que tomen como base a los individuos y los hogares, reconociendo sus distintos vínculos, perfiles, preferencias y valoraciones.»
Camila trabaja en delivery en un supermercado cerca de su hogar. Comenzó este nuevo desafío después de la pandemia. Si bien trabajar al día le permite tener más tiempo para cuidar a sus hijos y a su abuela, organizar «sus lucas» no le es tarea fácil. Comparte la mayoría de los gastos con «la matriarca», pero es ella quien tiene que encargarse de la alimentación, tarea que con la inflación se le ha vuelto mucho más difícil. Según nos dice, cambiando algunas marcas y ajustando el menú a las ofertas, ha logrado sortear de buena manera el aumento sostenido de los precios. Sin embargo, le preocupa una deuda de una casa comercial que arrastra y que no ha podido pagar. No sabe qué hacer para poder resolverlo.
Desenvolverse en las finanzas no debería ser una cuestión ajena para ningún ciudadano de a pie. Efectivamente, lo financiero está muy presente en la vida económica de los hogares como el de Camila y el de todos. Nosotros somos quienes evaluamos cuándo es necesario endeudarnos —tal vez, más seguido de lo que quisiéramos—; también somos quienes administramos el presupuesto de nuestros hogares y organizamos las prácticas de nuestro consumo.
En el Mes de la Educación Financiera en Chile, es bueno recordar que ya son más de setenta países los que ofrecen algún tipo de programa o estrategia a este respecto, indispensable para el buen funcionamiento de la economía y de los mercados. ¿Es la educación financiera saber usar una tarjeta de crédito y calcular una tasa de interés? Definitivamente sí, pero aun así nos quedamos bastante cortos al pensar que todo se resuelve con que Camila aprenda a «endeudarse de manera correcta», cuando sabemos que lo correcto dependerá de sus contextos.
En Chile, la relevancia de esta materia se ha reflejado en la incorporación de contenidos pedagógicos en el currículum nacional establecido por el Ministerio de Educación y en el diseño de la Estrategia Nacional de Educación Financiera, publicada en 2018. En relación al currículum escolar, se incluyeron contenidos en la asignatura de Historia, Geografía y Ciencias Sociales de Primero Medio, y, posteriormente, se creó el optativo de Economía y Sociedad para Tercero y Cuarto Medio, priorizando la enseñanza de materias tales como la actividad económica, el funcionamiento del mercado, ahorro, inversión y consumo responsable.
El trabajo de la Estrategia Nacional pone el foco en dos grupos objetivos: estudiantes y mujeres, enfatizando la enseñanza de contenidos establecidos principalmente por la OCDE; tales como panorama financiero y regulación, protección al consumidor, ahorro, dinero e ingresos, presupuesto y planificación, seguros e inversión, por mencionar algunos. Pero, ¿es eso todo lo que requiere alguien como Camila?
Hasta la fecha en Chile se advierte una enseñanza de contenidos y procesos económicos desde una perspectiva más bien práctica, homogénea; desde una mirada netamente económico-financiera. Si bien esto ha sido un aporte y un gran paso para mejorar los niveles de conocimiento y comprensión de ciertas materias, consideramos beneficioso incorporar una perspectiva más holística que permita avanzar efectivamente hacia el desarrollo de habilidades, competencias y comportamientos que reflejen un mayor bienestar económico y capacidad de resiliencia financiera. Se trataría de avanzar hacia una educación financiera crítica, que reconozca los distintos segmentos, perfiles y contextos con los cuales podría tratar la educación financiera y las desiguales condiciones de su relación con los distintos mercados. Una educación financiera que asuma que lo financiero es parte de lo económico —y, por tanto, de toda la sociedad— y que integre las distintas formas, percepciones y conocimientos que las personas tienen respecto a sus vidas económicas. Lo que se requiere son enfoques aún más comprensivos, multidimensionales y cercanos, que tomen como base a los individuos y los hogares, reconociendo sus distintos vínculos, perfiles, preferencias y valoraciones, ya que solo de esta manera se podrán implementar iniciativas educativas significativas y efectivas. En concreto se hace necesario revisar los contenidos y metodologías que se utilizan para educar financieramente, a la luz de estos cambios en la mirada y de los estudios que reflexionan sobre el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Nuestra propuesta de una educación financiera crítica recoge la necesidad de abordar todas las competencias necesarias para la vida económica actual, agregando:
1. una mirada interdisciplinaria, puesto que la economía es una ciencia social que se relaciona con otras disciplinas tales como el trabajo social, la sociología y la antropología;
2. una mirada inclusiva, puesto que la economía no es sólo de los expertos, sino que la hacemos todos, en nuestra vida cotidiana;
3. una perspectiva situada que reconoce sus contextos, y las relaciones y asimetrías de poder que afectan la vida económica de los hogares; y
4. un enfoque que considere las distintas realidades y saberes económicos, y que no se piense como un saber homogéneo y masculinizante. Pensamos que este enfoque puede ser más pertinente y efectivo para Camila, por ejemplo, ya que le permitirá no sólo «aprender» cálculos financieros, sino que dichas operaciones serán puestas en su propio contexto de relaciones sociales y culturales, frente a sus márgenes reales de acción y en una economía con más sentido y cercanamente posible para ella. Un enfoque que la habilite a pensar su actuar en la economía concreta, sus deudas, sus ahorros, sus emprendimientos, y también sus legítimas aspiraciones, sus desconfianzas, sus prejuicios, sus subjetividades. Su vida real.
Bajo esta perspectiva, la apuesta por una educación financiera crítica implica incorporar a la discusión elementos propios del análisis del sistema económico, pero también variables socioculturales como la etnia, género, religión, clase y estilos de vida. En resumen, orientarse no sólo a la construcción de mercados «eficientes» o de consumidores «responsables» desde una visión netamente financiera, sino que a la elaboración de una plataforma sobre la vida económica de los hogares que habilite la formación más comprensiva, ética y, por cierto, crítica. Finalmente, dicha plataforma permitirá la formación de ciudadanos y ciudadanas más capaces de tomar decisiones orientadas a su bienestar personal y comunitario. Solo de esta manera, se podrán generar aprendizajes y transformaciones significativas y efectivas.