11 de octubre: Día Internacional de la Niña
11.10.2023
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11.10.2023
Las innegables brechas de género que subsisten en nuestra sociedad, no sólo afectan a las mujeres adultas, sino, especialmente, «a nuestras niñas y adolescentes, quienes muchas veces son invisibilizadas en el debate público, legislativo, e incluso constitucional», exponen en esta columna para CIPER dos autoras cercanas a la justicia de familia.
La Organización de Naciones Unidas ha incorporado como uno de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible a cumplir en 2030 «la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas». Se trata de un propósito ambicioso, si consideramos que el Foro Económico Mundial ha señalado hace unos meses que, de mantenerse la tendencia actual, faltan 131 años para cerrar las brechas entre hombres y mujeres. Al ritmo actual, por ejemplo, terminar con el matrimonio infantil tomaría 300 años; subsanar las lagunas de protección jurídica y eliminar leyes discriminatorias, 286; que las mujeres estén representadas en pie de igualdad en puestos de poder y liderazgo en el lugar de trabajo, 140; y lograr la igualdad de representación parlamentaria, 47 años [ONU].
Es que las brechas entre hombres y mujeres son enormes, profundas e históricas; naturalizadas en todo comportamiento, social, económico, político y cultural. Afectan a mujeres adultas pero, especialmente, a nuestras niñas y adolescentes, quienes muchas veces son invisibilizadas en el debate público, legislativo, e incluso constitucional. Hoy, 11 de octubre, conmemoramos su día reivindicando sus derechos.
Chile ha tardado décadas en adecuar su legislación a normas internacionales para reconocer y proteger los derechos de niñas y adolescentes. Recién en 2017 se permitió que, en ciertos casos, mujeres, niñas y adolescentes puedan interrumpir voluntariamente su embarazo, derecho que hoy estaría en riesgo por el debate constitucional en desarrollo (recordemos que, según cifras del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, son las niñas menores de 13 años las que más han recurrido a la interrupción voluntaria del embarazo por la causal de violación). No podemos perder de vista el «principio de no regresividad», fundamental en materia de derechos humanos, y conforme al cual estos derechos sólo pueden progresar gradualmente: siempre aumentar, nunca disminuir.
Recién en marzo del año pasado en nuestro país se abolió el matrimonio infantil, y poco antes entró en vigencia —después de treinta años de suscrita la Convención Sobre los Derechos del Niño— la primera ley integral de derechos de niños, niñas y adolescentes (Ley 21.430 sobre garantías y protección integral de los derechos de la niñez y adolescencia), de la cual se ha efectuado escasa difusión. ¿Cómo pueden las niñas y adolescentes ejercer sus derechos y exigir el respeto de ellos si no los conocen?
Empoderar es fortalecer los conocimientos y las capacidades; entregar herramientas que permitan a las niñas ejercer sus derechos, con información y libertad, otorgándoles apoyo para tomar decisiones y ejecutar acciones para hacerlas realidad. Empoderar a nuestras niñas, abrirles espacios, entregarles herramientas, es un deber de todos y todas, pero principalmente de nosotras, mujeres adultas, que hemos vivido la desigualdad desde la primera infancia. Quiénes mejor que nosotras conocemos las dificultades, y podemos levantar barreras, abrir espacios y compartir experiencias.
¡Resulta sofocante imaginar que faltan siglos para que podamos ejercer en pie de igualdad todos nuestros derechos! Pero esto no nos desmotiva; más bien, nos enfoca e impulsa hacia un objetivo claro pero no exento de dificultades. Hay que cambiar patrones, romper con estereotipos y yugos patriarcales. Conmemorar el Día de la Niña implica reconocer sus derechos y renovar el compromiso de generarles nuevas instancias de aprendizaje. ¿Cómo? Entregándoles educación y oportunidades desde nuestras labores diarias. Desde la judicatura, asegurándoles el acceso a justicia como mecanismo indispensable para exigir el respeto de sus derechos, instando cambios para facilitar ese acceso, con una visión de género, un lenguaje claro, acorde a la edad, y velando por que sus derechos y voluntad estén debidamente representados y sean considerados en los procesos. Desde la academia, impartiendo docencia con enfoque de género, impulsando aprendizajes que pongan al centro a la persona, generando estímulos a una participación en aula respetuosa de los derechos de las mujeres y libre de estereotipos, y promoviendo investigaciones encaminadas a lograr la igualdad de género.
Nos inspira la esperanza de ver crecer a niñas y adolescentes con más herramientas que las nuestras, con más oportunidades. Nos inspira también el amor hacia todas las mujeres, niñas y adolescentes que nos rodean: hermanas, madres, amigas, hijas y abuelas. Se necesitan muchas más mujeres que se unan en esta cruzada, que sean agentes de cambio, transformadoras, que permitan rebajar esas proyecciones de más de un siglo más de desigualdades. Te invitamos a ser parte, únete a #Niñasconderechos.