CARTAS: La melodía de los 50 años
24.08.2023
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24.08.2023
Señor director: En esta encrucijada de recuerdos, cuando el reloj marca los cincuenta años desde el fatídico quiebre de nuestra historia, me permito alzar la voz, tal vez con un toque de osadía. Entre los ecos de discursos que escucho, noto un matiz peculiar. Algunos sectores políticos, como titiriteros de la memoria, despliegan su ballet enfocándose en las condiciones que, engendraron aquel cataclismo de septiembre. Sin embargo, este juego de sombras, tan astuto como esquivo, sugiere que la puerta para las intervenciones permanece a medio abrir, y esta sugerencia nos lleva a danzar al filo del sarcasmo.
La puesta en escena parece insinuar que llegará un día en que, como sociedad, nos alzaremos de nuestras sillas y aplaudiremos con sabiduría de oráculos al anunciar la necesidad de la intervención. Pero, ¡oh!, qué delicada telaraña tejemos al olvidar las sombras que ocultan los repliegues de tal lógica.
El riesgo yace en que, en esta farsa iluminada por los focos de las condiciones pasadas, cualquier actor que sienta que las estrellas se alinean, podría reclamar el centro del escenario para una repetición histórica. Y así, con una sonrisa sarcástica en el rostro, podríamos repetir el guion que ya dejó cicatrices en la memoria colectiva
No obstante, como en la danza, el ritmo cambia. En esta partitura de la historia, los acordes han variado, y la lección es clara: aprender del pasado para no caer en los mismos pasos. Pero aquí, en este escenario frágil, emerge una perspicaz ironía. Al permitir que cada voz proclame su propia melodía en la era de los mesías, corremos el riesgo de que aquel que toque las notas con más estruendo y violencia se imponga, silenciando las demás en el proceso. En este contexto, darle protagonismo a las condiciones que desencadenaron aquel acto trágico es una tonada peligrosa que amenaza con dejar resonar una única nota, mientras las demás por fuerza se desvanecen en el silencio.
En lugar de ser prisioneros de esta melodía ominosa, debemos atesorar nuestra democracia y trabajar incansablemente para construir soluciones pacíficas a los enigmas que nos desafían. La clave radica en encontrar armonía en la diversidad de voces, en crear una sinfonía en la que cada ciudadano sea parte activa y donde la fuerza de la democracia prevalezca sobre cualquier intento de imponer una melodía monótona y violenta.
En este acto de reflexión, recordemos que una de las lecciones más contundentes que nos brinda la historia es que las repúblicas fuertes se erigen sobre cimientos de amplios acuerdos, sobre una melodía en armonía donde cada instrumento siente su espacio y su resonancia. Hoy, el sector que ha sido objeto de críticas por su falta de autocrítica y su tendencia a relativizar los eventos pasados se enfrenta a una encrucijada crucial. Puede optar por componer una simple canción destinada a sus seguidores, o puede elevar su arte hacia una melodía que resuene en todo Chile. En este punto, la sabiduría que deberíamos haber cultivado tras cinco décadas y que la historia milenaria de nuestra sociedad debería haber impregnado en nuestro ADN cobra un papel central. El telón se alza y el escenario aguarda: ¿será una gran sinfonía lo que finalmente ejecutemos, o solo una pequeña y efímera melodía?
Me despido con la esperanza de una armonía duradera.