«Vestigios»: las víctimas adolescentes del Golpe y un deber de futuro
22.08.2023
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22.08.2023
Desde hoy se hacen públicos los resultados de una investigación de Universidad Diego Portales que presenta en formatos complementarios (desde una videoinstalación inmersiva a un cortometraje de animación), 51 historias hasta ahora ausentes del reconocimiento y la memoria colectiva: las de adolescentes (menores de 18 años) víctimas de desaparición forzada luego del 11 de septiembre de 1973, y cuyos restos no han sido encontrados hasta ahora. Un codirector del proyecto presenta en la siguiente columna para CIPER los alcances de tan urgente trabajo, y detalla el propósito del equipo a cargo.
La democracia es un bien precioso. Pero también frágil. En Chile lo aprendimos a la fuerza, a causa del Golpe de Estado del que el próximo 11 de septiembre conmemoramos cincuenta años. Efectivamente, pese al amplio consenso en torno a la defensa de los derechos humanos como un deber irrenunciable, sin importar las circunstancias, en Chile todavía hay víctimas de la dictadura cívico-militar marginadas de la memoria pública y del reconocimiento ciudadano. Esta es la situación de menores de 18 años que fueron sometidos a desaparición forzada. Hablamos de adolescentes —51 en total; todos varones, salvo por un caso, el de Erika del Carmen Riquelme Briones— que dejaron suspendidos los árboles genealógicos de sus respectivas familias. Sin haber sido encontrados sus restos, el duelo inconcluso se ha transmitido por generaciones, al igual que la remembranza de sus vidas anónimas.
Con motivo de la conmemoración de los cincuenta años del Golpe de Estado, la Universidad Diego Portales ha desarrollado el proyecto transmedia «Vestigios». ¿Su propósito? Traer al frente de la atención pública el caso de las víctimas de un grupo etario, los menores de 18 años, nunca antes tratado en sí mismo y, por lo mismo, hasta ahora relegado a la periferia de la conciencia colectiva de la democracia. Estos adolescentes, de entre 11 y 17 años al momento de su detención —la mayoría, sin militancia política—, representan un ejemplo extremo de la brutalidad y la aleatoriedad de la represión. Peonetas, campesinos, feriantes, lustrabotas, suplementeros, estudiantes, huérfanos, semianalfabetos: sus historias evidencian la ejecución de una razzia social bajo el manto de las represalias políticas.
Por eso decidimos homenajear a esos 51 adolescentes. «Vestigios» propone un ejercicio de conexión emotiva y reflexión ciudadana a partir de historias que hablan de lo individual y de lo colectivo en un tono intimista. Por distintas vías, este proyecto contribuye a avivar el compromiso con los derechos humanos. Nos mueve un convencimiento: el compromiso con la defensa de los derechos humanos arraiga con mayor profundidad en los espíritus cuando se encarna en historias de vida, y no en principios abstractos ni en consideraciones jurídicas y filosóficas que sobrevuelan a distancia de los testimonios trágicos de las vidas truncas por la represión; en este caso, de la población que podríamos estimar más vulnerable y ajena a la política candente de esos días.
«Vestigios» nos acerca a nuestra historia traumática con una mirada que contempla las lecciones del pasado, las demandas del presente y los deberes con el futuro del país como comunidad política. En resumen, trae el pasado al presente de modo de interpelar a las nuevas generaciones, generar conversaciones entre adultos y jóvenes, y abrir cauces de reflexión en torno a los desafíos que plantea el compromiso con la democracia como garante de los derechos humanos y de la amistad cívica.
El proyecto consta de tres dimensiones, todas conectadas por una investigación histórica y periodística, basada en un intenso reporteo y entrevistas en la Región Metropolitana y en regiones, además de un trabajo de archivo y recopilación de expedientes judiciales.
En concreto, «Vestigios» ofrece una videoinstalación inmersiva expuesta en el Centro Cultural La Moneda (22 de agosto al 5 de noviembre de 2023); un sitio web que recoge todo el material del proyecto, con perfiles de los adolescentes de los cuales trata la videoinstalación inmersiva; y un cortometraje de animación, Cuaderno de nombres, realizado por el colectivo artístico León & Cociña, que rinde tributo a los 51 adolescentes menores de 18 años víctimas de desaparición forzada, expandiendo la noción de memorial con una visualidad sin precedentes en los lenguajes expresivos asociados a la cultura de los derechos humanos. Todo el proyecto, innovador en sus formatos, alienta formas de experiencia menos automatizadas, de percepción más alerta, en la medida en que explora nuevos propuestas de exhibición y trabajo audiovisual.
Por ejemplo, la instalación de «Vestigios», con la mediación de tecnología inmersiva que permite el acercamiento participativo hacia los testimonios de los familiares, se ocupa de rescatar historias representativas para reparar olvidos e injusticias. Seis mujeres que evidencian el alcance transgeneracional de la memoria y la herencia de los duelos fallidos evocan en ella las vidas de esos adolescentes, sin conformarse con fijar su recuerdo en la condición de víctimas ni a la sombra de los partidos políticos, dado que la mayoría de ellos nunca fueron militantes. En estos relatos se asoman retratos íntimos, condensados en palabras que sus familiares repiten como letanías en memoria de sus muertos. En alrededor de cuatro minutos de intensidad testimonial, cada una de esas seis mujeres expresa sus recuerdos a partir de objetos que alguna vez pertenecieron a esos adolescentes, objetos que han sobrevivido al tiempo y a la vulnerabilidad del olvido bajo circunstancias extremas. Se trata de vestigios cargados de memoria emotiva, casi de memoriales domésticos y portátiles, que permiten contar historias personales de punzante resonancia colectiva.
En definitiva, las tres dimensiones del proyecto están unidas por el afán de revisitar el pasado con el fin de estimular reflexiones ancladas en experiencias de vida que interpelan, y así valerse de la pedagogía de la memoria como instancia de formación cívica para las nuevas generaciones. Estamos convencidos de que la memoria colectiva, por dolorosa que sea, está en la base de la construcción de futuros comunes a salvo de las atrocidades del pasado. La memoria de la represión dictatorial, revitalizada cada tanto, puede cumplir una función inmune.