La estrategia después de Jackson
14.08.2023
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14.08.2023
Del «doble desafío» que enfrenta el gobierno frente a las crisis en su administración y el bloqueo legislativo en su contra habla la siguiente columna para CIPER: «Un gobierno minoritario que no consigue construir una coalición poselectoral mayoritaria no conseguirá efectividad para cumplir su programa. No todo se trata de la voluntad, sino de oficio para resolver puzles entre proyectos y pactos.»
Las esquirlas del «caso Fundaciones» le ha provocado al gobierno del presidente Boric una severa crisis, a pocos meses de iniciado el segundo año de mandato, y en momentos en los que resulta prioritario avanzar en el «pacto fiscal», la reforma al sistema de pensiones y la resolución del los problemas en torno al sistema de isapres.
Su administración enfrenta un desafío doble: por un lado, ampliar sus apoyos para superar el bloqueo legislativo de la oposición que impide avanzar en las reformas críticas; por otro, abocarse a una gestión eficaz y, especialmente, a la reactivación económica del país. En ese marco, una crisis puede ser gestionada como tal, en la medida que su duración sea limitada. En caso contrario, estaremos frente a un proceso de descomposición o deterioro institucional que irá más allá del destino de este gobierno en particular, y acarreará consecuencias en el largo plazo. El modo en el que durante la última década ha disminuido el control de la agenda legislativa del Presidente, y los jueces han reemplazado a legisladores inoperantes hace ver esta última posibilidad como cercana.
El diseño de la salida de Giorgio Jackson del Ministerio de Desarrollo Social el pasado viernes fue bien pensado, si se consideran otras alternativas con mayores costos para el gobierno, tales como esperar el avance de la acusación constitucional en la Cámara de Diputados, solicitar su renuncia (con el impacto profundo en Apruebo Dignidad) o realizar un cambio de gabinete.
Sin embargo, la salida de Jackson solo brinda una oportunidad para poner la «carga de la prueba» del lado de la oposición y generar una «ventana» temporal en un momento caracterizado por el atrincheramiento y la polarización de los partidos. El riesgo de deterioro institucional no disminuirá con esa renuncia ni un eventual cambio de gabinete, sino con comportamiento responsables en la oposición y el gobierno que en este momento parecen lejanos. Por el lado de la oposición, resulta improbable que en el corto plazo se abandone la idea de «cuanto peor, mejor». Por el lado del oficialismo, resulta remoto aún suponer que el Presidente podrá evitar la reiteración de consignas y gestos idiosincráticos que traban el diálogo con la oposición.
En este juego de voluntarismos perversos se consolida una situación de bloqueo y se afecta negativamente el desempeño de la democracia. Un gobierno minoritario que no consigue construir una coalición poselectoral mayoritaria no conseguirá efectividad para cumplir su programa. Una oposición que, como ha dicho Carlos Larraín, busca «apretar al gobierno hasta hacerlo gritar» es aquella que se ha alejado del interés general. Oposición y gobierno olvidan que no todo depende de la voluntad, sino del oficio para resolver puzles entre proyectos y pactos.
En los preparativos de la acusación al ex ministro Jackson, la oposición ganó espacios de coordinación entre Republicanos y Chile Vamos con posibles implicancias futuras en lo electoral. Por su parte, el gobierno podría obtener réditos si controla su propensión a los excesos enunciativos y el serpenteo táctico para mantener el control del matrimonio malavenido entre sus dos coaliciones. El diseño «ondulante» que consiste en tomar decisiones mirando al Socialismo Democrático, para luego desplegar gestos hacia Apruebo Dignidad, arrincona al gobierno en su condición minoritaria y sube el costo de la negociación con la derecha.
Gestos de «manierismo enunciativo», como el episodio del perifoneo del presidente Boric, no solo se convierten en excusas gratuitas para que la oposición no coopere, sino que, reflejan una preocupante semejanza con los gobiernos de «el ciclo Caburgua» (2006-2022), propensos a las puestas en escena que terminan en parodia.
Probablemente, la mejor alternativa del gobierno de Boric para reimpulsar el control de la agenda sea un diseño «parsimonioso», centrado en resultados y en la formación de alianzas legislativas ganadoras, no solo en materias constitucionales, sino en la orientación y alcance de las reformas pendientes. Gobernar la crisis por impulsos emocionales prolongará el statu quo y seguramente hará más fuertes las alternativas que movilizan el malestar frente a la clase política y los partidos. Para dejar atrás a «Escila y Caribdis», Ulises deberá atarse al mástil para llegar a puerto o, al menos, a algún lugar (relativamente) próximo.