Salares y litio en ecosistemas frágiles
10.07.2023
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10.07.2023
Constituyen no solo un recurso estratégico para nuestra economía, sino tambien un desafío medioambiental para una nueva era baja en carbono. Los salares sostienen una red ecológica compleja, recuerda la autora de esta columna para CIPER, bióloga y experta en humedales: «Si perdemos los hábitat de las especies que habitan en lagunas y salares andinos, las perdemos para siempre, pues son exclusivos de esos ambientes.»
Noticias oficiales recientes vuelven a acercar el litio y los salares al debate público. A fines del pasado mes de mayo, CORFO formalizó la creación de un Comité de Litio y Salares integrado por seis ministros de Estado, y semanas después el presidente Boric recibió el documento que certifica los resultados de un ejercicio participativo de anticipación («Chile crea futuro al 2050») a cargo del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación para el Desarrollo, en el que la sustentabilidad de nuestros recursos —incluidos, por cierto, los mineros— ocupa un espacio relevante.
La llamada «condición estratégica» de los salares no es nueva, ya que data de 1970, pero sí resulta una ventaja recurrente frente a la economía actual. Su alto contenido de litio los posiciona como un elemento de valor para cubrir la demanda de la industria de energías renovables no convencionales, la industria automotriz, farmacéutica, entre otras. Chile posee aproximadamente sesenta salares, andinos y preandios, entre las regiones de Arica y de Atacama. Entre otros elementos, destacan por su singularidad y hábitat de endemismos, lagos y lagunas altiplánicas.
Salares como los de San Pedro de Atacama, Maricunga, de Carcote o de Llamara son lagos remanentes; es decir, sus ancestros eran lagos cuyos orígenes se remontan al Pleistoceno. Las altas temperaturas favorecieron los procesos de evaporación, y las sales quedaron expuestas, con distintos grados de humedad. Estos salares son testigos silenciosos del pasado. Tienen una compleja red hidrológica subterránea y superficial, con pequeñas lagunas en su interior, y en muchos de ellos habita una gran diversidad de microorganismos extremófilos (preponderantes hace más de 4.500 millones de años, cuando la sopa de líquidos y gases planetarios solo permitía la vida de microorganismos resistentes a condiciones extremas, altas temperaturas, sulfuros y otros gases que hacían imposible la vida tal como la conocemos hoy). Estos mutantes vivientes se las arreglaron para vivir, crecer y dar espacio a otros organismos colonizadores de condiciones atmosféricas más benevolentes.
Así se abre paso una red ecológica compleja, cuyos habitantes más visibles y carismáticos son los flamencos. Ellos son los beneficiarios últimos de los procesos biogeoquímicos que ocurren en los salares y lagunas, donde también habitan poblaciones de peces endémicos, como las Orestias, lo que hace de estos ecosistemas algo único en Chile y el mundo. Si perdemos los hábitat de las especies que habitan en lagunas y salares andinos, las perdemos para siempre, pues son exclusivos de esos ambientes.
Sin embargo, esta historia de rica y única biodiversidad es muy poco conocida, a pesar de que se vienen realizado descripciones en diversas líneas de investigación desde la década de los 70 (a cargo de Irma Vila, Gloria Arratia, Guillermo Chong, Manuel Contreras Leiva, Cristina Dorador y María Eugenia Farías, entre tantos otros investigadores). Por ello tenemos una tarea titánica: que la actividad de la minería metálica y no metálica actúe de forma responsable sobre su entorno, y con la mejor información existente. Debemos levantar más conocimiento, con información que se defina producto de un proceso ordenado y coherente, y que ayude tanto con las interrogantes como con las soluciones, producto de procesos para la mejor gobernanza y reducción de amenazas.
Vale la pena recordar que en el segundo gobierno de la presidenta Bachelet, se constituyó un Comité de Litio (del que formé parte), y ya entonces se hablaba de la necesidad de comprender las interacciones entre la extracción y los ecosistemas. En aquellos salares para los cuales el Estado ya tiene planes, requerimos tener alertas tempranas claras y objetivas; que la información se dé oportunamente, con criterios y monitoreos objetivos (y no discretos, como suele ocurrir). Además de los salares de Atacama y Maricunga, se han estudiado trece salares por su potencial importancia para la industria [CARRASCO et. al. 2018; TRONCOSO et. al. 2013]. Sabemos poco de su ecología e hidrogeología, pero podemos iniciar un ejercicio robusto de aprendizaje.
Entonces, tengamos una industria del litio eficiente y una hoja de ruta para reducir la crisis de biodiversidad, climática y social, con un ejercicio transversal e inclusivo, que permita acordar la investigación, mecanismos de gobernanza y áreas de protección. Estamos en límites ecológicos peligrosos, y la continuidad de la vida está en juego. Una publicación reciente en revista Nature confirma que los umbrales seguros para la vida en el planeta siguen excediendo los límites. Por éstas y muchas otras razones, la meta del treinta por ciento de áreas protegidas al 2030 (Convención de Diversidad Biológica) debe ser complementada por un ejercicio que permita el uso cuidadoso de los recursos, sin desestimar la relevancia ecológica del otro setenta por ciento, evitando el daño ambiental en todos los salares y ecosistemas con diversas medidas de conservación y uso sustentable de estos ambientes.