#7M: La revolución fallida y la estrategia «guzmaniana»
08.05.2023
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08.05.2023
Son los sectores más intransigentes los que hoy cosechan lo sembrado en su resistencia a cambios constitucionales de fondo, recuerda esta columna para CIPER, a la luz de los resultados electorales del pasado domingo: «Después de torpedear de manera constante y consistente el proceso constituyente […], hoy José Antonio Kast puede cambiar de estrategia: recogerá los “pedazos repartidos” de esas iniciativas políticas y las reconstruirá, forjando para sí el mango con el cual sostendrá el sartén constitucional hasta el plebiscito del próximo 17 de diciembre. Jaime Guzmán seguramente estaría orgulloso…». [más de CIPER-Opinión, en #NuevaConstitución]
Hace poco más de ocho meses, la contundente victoria electoral obtenida el 4 de septiembre por la opción del Rechazo en «la madre de todas las batallas» constitucionales produjo cuatro efectos políticos inmediatos, a su vez que perdurables en el tiempo. Primero, sepultó la opción más ambiciosa por canalizar política e institucionalmente el malestar social acumulado durante las últimas décadas. Segundo, aniquiló los esfuerzos progresistas de arribar a una Constitución democrática capaz de reemplazar la (aún) ilegítima Constitución de 1980. Tercero, desestabilizó al gobierno de Gabriel Boric y tensionó a la alianza política que lo sustenta. Y, cuarto, fortaleció a los sectores más duros de la derecha política y consolidó el dominio de una agenda mediática ultraconservadora (cuando no, abiertamente reaccionaria).
A estos cuatro efectos inmediatos debemos sumar otros que venían expresándose claramente desde antes del estallido social, como la tendencia a la fragmentación del sistema de partidos, o la paradoja del estado de excepción que se vuelve normalidad. Es este el panorama político y social que se debe considerar a la hora de analizar los resultados de las elecciones del Consejo Constitucional del pasdo domingo 7 de mayo.
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En una elección tutelada —sin atisbos de épica, teñida de un debate público dominado por el miedo a la delincuencia y el hastío hacia las autoridades políticas—, quienes cosechan lo sembrado son los sectores más intransigentes de la política, la cultura y la economía de mercado. Así, la victoria electoral contundente del partido de José Antonio Kast, Republicanos, consagra a el ex candidato presidencial como primus inter pares de una derecha «dura» que ha alcanzado el predominio en el Consejo Constitucional.
Kast ya había afirmado esta posibilidad cuando, en noviembre de 2021, selló su paso a segunda vuelta de las presidenciales como primera mayoría, sobre Gabriel Boric [CABRERA 2021]. Un año y medio después, la altísima votación obtenida el domingo pasado por el Partido Republicano y sus 23 consejeros electos le permiten a Kast no sólo reafirmar tal liderazgo, sino que además observar a su sector al mando de redactar una propuesta constitucional cómo literalmente se le antoje (son suyos el poder de veto y, sumando sus escaños a los de Chile Vamos, los 3/5 requeridos para aprobar cualquier iniciativa en el Consejo).
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En este contexto, un elemento diferenciador entre el primer proceso constituyente y el que ahora está en marcha, es que muy probablemente el nuevo Consejo Constitucional tenga a los medios y la opinión pública a su favor. En continuidad con lo observado durante los últimos meses, es esperable que los ejes temáticos del debate no dejen de fagocitar de la crónica roja, los conflictos vinculados a inmigración, las acusaciones sobre terrorismo en la Araucanía y los problemas de conducción del gobierno. Dentro de esta última dimensión, es importante destacar que tras el 7-M la alianza de gobierno ha sido también reducida a una sola coalición en el Consejo: Unidad por Chile cuenta con 16 escaños, mientras la otra mitad simplemente se ha esfumado.
La agenda mediática que hoy predomina eclipsará la trascendencia de las discusiones que se estén llevando al interior del Consejo Constitucional, considerando el exponencial malestar que corroe a la sociedad chilena y sus pueblos originarios. De este modo, la mayoría a cargo podrá operar en algo más parecido a la hermética y tradicional «cocina política» que a la sobreexpuesta Convención Constitucional pasada.
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La victoria del Rechazo en septiembre pasado se ha extendido este 7-M a sectores extremos de nuestro arco político: herederos de la dictadura de Augusto Pinochet, seguidores del constitucionalismo de Jaime Guzmán y defensores del neoliberalismo de la Escuela de Chicago. Pero tal como en política no existen situaciones ideales, tampoco hay resultados permanentes: incluso las más holgadas victorias necesitan «administrarse». Se espera que José Antonio Kast ahora busque liderar la oposición al gobierno de Gabriel Boric radicalizando su ofensiva en el Congreso, mientras paralelamente intente forjar una alianza con Chile Seguro para redactar una Constitución que pueda hacer revivir —de un modo casi espectral— a la supuestamente fenecida Carta Magna de 1980.
Después de torpedear de manera constante y consistente el proceso constituyente originado tras el estallido de octubre de 2019 e intensificar los decibeles de su crítica a las negociaciones partidarias que se llevaban a cabo con el fin de acordar una nueva ruta constitucional luego de la victoria del Rechazo el 4-S, tras el 7-M Kast puede cambiar de estrategia. Recogerá los «pedazos repartidos» de esas iniciativas políticas y las reconstruirá, forjando para sí el mango con el cual sostendrá el sartén constitucional hasta el plebiscito del próximo 17 de diciembre.
Jaime Guzmán seguramente estaría orgulloso de su más eminente heredero político.
La voluntad que hizo germinar el espíritu político gremialista de Guzmán fue oponerse al gobierno de Eduardo Frei, desestabilizar al gobierno de la Unidad Popular, y luego liderar política e intelectualmente la dictadura, hasta así llegar a redactar una Constitución que terminó por enterrar la de 1925, erigiendo otra de cariz autoritario, semisoberano y neoliberal.
Esta vez, la victoria ha llegado a través de la urnas. La estrategia a continuación no requerirá de armas. Basta con:
desestabilizar al gobierno, en complicidad con la pauta de los grandes medios de comunicación;
bloquear legislativamente iniciativas de cambio en el Congreso; y
dominar constitucionalmente la discusión en el Consejo.
Se abre, así, un nuevo ciclo político que concluirá con la batalla decisiva del plebiscito del próximo 17 de diciembre. Es comprensible la desazón de amplios sectores del país frente al curso que han tomado las cosas. Bien vale la pena traer al presente a otro de los denominados «intelectuales de la derrota», Antonio Gramsci, quien anotó en sus famosos (aunque poco explorados) Cuadernos de la cárcel:
Todos los más ridículos fantaseadores se precipitan sobre los movimientos nuevos para dar rienda suelta a sus paparruchas de genios hasta entonces incomprendidos, provocando el descrédito. Todo colapso lleva consigo desorden intelectual y moral. Hay que crear gente sobria, paciente, que no desespere ni ante los peores horrores y no se exalte ante cada bobería. Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad.