La salud mental más allá de la patología
28.04.2023
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28.04.2023
«Como estado de bienestar, la salud mental en Chile se ve afectada por problemas económicos, familiares, sociales, educativos, entre otros; y por eso no podemos abarcar solo desde una concepción de enfermedad, sino más bien como una expresión de malestar en torno a las condiciones sociales, políticas y económicas que afectan al mundo global».
La salud mental se define como un estado de bienestar cognitivo, conductual y emocional [LOPERA 2015]. En base a lo anterior, podemos establecer que abarca aspectos relacionados a cómo pensamos, nos sentimos y nos comportamos. Durante largo tiempo, la salud mental ha sido entendida como la ausencia de psicopatologías y, gracias al amplio debate que se ha generado en la temática desde las consecuencias de la pandemia por COVID-19, hoy en día nos acercamos cada vez más a entender su significado de forma clara y precisa.
En medio de diversas crisis, la salud mental aparece hoy en Chile como una de las preocupaciones centrales de la población. Somos el segundo país del mundo que ha visto su salud mental más deteriorada desde el inicio de la pandemia [IPSOS 2021]. Con prevalencias de trastornos ansiosos en torno al 15% de la población nacional y de trastornos depresivos en torno al 11%, lo mínimo que podemos deducir es que existen condiciones propicias para la proliferación de estos trastornos en suelo nacional y que no hemos implementado las medidas más efectivas para frenar su avance.
Varias iniciativas públicas recientes muestran un cambio de respuesta institucional ante esta realidad. Incluyo dentro de ellas, el eje de Convivencia, Bienestar y Salud Mental de la Política de Reactivación Educativa Integral; el programa “Quédate” para la prevención del suicidio (a cargo, entre otros, del prestigioso psiquiatra nacional Alberto Larraín); o el aumento del 310% de presupuesto para salud mental entregado el año 2021 por la Subsecretaría de Salud Pública [MINSAL 2021]. Se trata de medidas necesarias y dignas de aplauso, que revierten años y acaso décadas en que la salud mental se consideró un problema que debía resolverse particularmente, dejando así fuera de la supervisión a cientos de miles de chileno/as que no podían acceder al cuidado privado. De todos modos, no nos deben hacer olvidar la responsabilidad sobre este tema de otros actores, puesto que las medidas mencionadas tampoco logran hacerse cargo de otras problemáticas tales como la escasez de atención psiquiátrica en todo el país, las problemáticas de salud mental derivadas del mundo del trabajo y de la situación habitacional, por mencionar solo algunas.
Mencionamos previamente que salud mental no es lo mismo que ausencia de patologías, por lo cual, para resguardarla, debemos abarcar condicionantes sociales, fuera de la psicología y psiquiatría, que actúan en directo detrimento de la salud mental de los chilenos: la pobreza, el hacinamiento, la violencia doméstica y escolar, el deterioro económico, el desempleo, la inseguridad social, son algunas condicionantes psicosociales que exigen intervención [LIMA-SERRANO 2022; LEIVA-PEÑA et al. 2021; JIMENEZ-MOLINA 2019]. Por ejemplo, urge implementar sistemas que nos permitan traspasar las variables de análisis psicológico clásico: sistemas de información geográfica, triangulación de información con variables socioeconómicas y educativas, implementar diagnósticos territoriales, entre otros. Debemos traspasar los discursos que remiten el deterioro de la salud a una súper-patologización, pudiendo comprender que la salud mental, como estado de bienestar, se ve afectada por problemas económicos, familiares, sociales, educativos, entre otros; y por eso no podemos abarcarla solo desde una concepción de enfermedad, sino más bien como una expresión de malestar en torno a las condiciones sociales, políticas y económicas que afectan al mundo global.
Nunca olvidaré una paciente que tuve poco después de haber egresado yo de mis estudios de Psicología. Tras la primera sesión, me preguntó qué era lo que le ocurría:
«Debemos indagar en otros aspectos, pero a primera impresión, creo que la hipótesis diagnóstica más acertada es un trastorno depresivo mayor, lo que se conoce como depresión», le dije.
Madre soltera de cuatro hijos y con un trabajo por sueldo mínimo, me miró y me dijo: «¿Depresión? ¿Sabe cuál es mi diagnóstico en verdad joven? Que gano muy poco. Porque si no tuviera que trabajar tanto para con suerte sobrevivir, le aseguro que no me sentiría tan mal».
Sus palabras calaron hondo en mi cabeza y ahí entendí, que por más importante que es abordar la salud mental, no debemos olvidar que al parecer vivimos en una sociedad patológica y que, muchas veces, puede ser ésta el verdadero paciente a rehabilitar.