La palabra ‘paco’ y su historia
14.04.2023
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14.04.2023
El siguiente texto sintetiza la introducción a un libro de próxima publicación. En Pacos, policías, Estado y sociedad en Chile desde el siglo XIX hasta 1927, el autor presenta su investigación sobre los orígenes y la trayectoria de distintas instituciones policiales en el país, justo hasta el año de la creación de Carabineros de Chile.
Hace casi cinco años, un alcalde hizo noticia al pedir sanciones para quienes emplearan la palabra ‘paco’ al referirse a los policías de Carabineros de Chile. Su argumento sostenía que el uso del calificativo era una forma de «ningunear el trabajo de Carabineros» y que, de no adoptarse medidas, «nos transformaremos en un país anárquico, lleno de vicios y donde el desgobierno parecerá una práctica habitual». Propuso endurecer las penas por desacato a la autoridad, y emplazó al Consejo Nacional de Televisión y a la Asociación de Radiodifusores de Chile a impulsar el respeto hacia la institución policial y evitar el término paco en sus transmisiones. En los medios de comunicación y redes sociales aparecieron entonces las más pintorescas historias sobre la genealogía de la voz paco y su significado.
Entre las explicaciones más reiteradas por los foristas se mencionaba que el término derivaba de una sigla alusiva a la frase «Personal a Contrata»; o, más sofisticadamente, que P.A.C.O.S. remitía al «Personal a Contrata de Orden y Seguridad» de Carabineros, versión que hasta el día de hoy circula al interior de la institución. Sin embargo, en publicaciones literarias y policiales muy anteriores a la creación de Carabineros de Chile (1927), no es difícil hallar testimonios que muestran que desde el siglo XIX el apelativo era de uso común y extendido para referirse a los funcionarios de distintos cuerpos de policía del país. Carabineros no hizo más que heredar un sobrenombre de larga data.
En el contexto de la polémica originada en 2018 por los citados dichos del alcalde de Santa Cruz, algunos comentaristas y sitios web sacaron a colación viejos mitos urbanos que atribuían el origen al apodo de un vigilante del puente de Cal y Canto de Santiago (inaugurado en 1780), de nombre Francisco, quien destacaba por su ímpetu para alejar del lugar a maleantes y ladrones. Al grito de «¡Arranquemos que viene Paco!», el término se habría extendido a sus compañeros, los «pacos» y, a partir de ahí, a todos aquellos encargados de velar por el orden y la seguridad en la ciudad. Lo cierto es que no se conocen fuentes históricas que permitan corroborar esta versión, emparentada con otras que invocan a diferentes policiales de nombre Francisco o Pascual como antecedente de la denominación.
También hubo quienes recordaron una antigua teoría, sugerida en principio por Zorobabel Rodríguez en su Diccionario de Chilenismos de 1875, según la cual la palabra venía de la sustantivación de la voz quechua ppáccu, que significa bayo y era el color de unos ponchos que usaban los funcionarios policiales de aquella época [1]. En la misma línea, el reconocido periodista y escritor Héctor Velis-Mesa indicó alguna vez que el nombre provenía de «una especie de manta que usaban, que era del color paco». Variantes de esta hipótesis son las que sostienen que las mantas eran de alpaca, y que de ahí se empezó a designar a sus portadores como pacos. Ya sea por el color de la manta o por la transmutación de alpaca en paco, esta explicación no entrega pistas sobre el contexto histórico en el que se popularizó la expresión.
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En revistas e historias corporativas, este tema no se ha evadido. Hace casi dos décadas, el principal historiador institucional de la policía en Chile fue bastante categórico. Ante consultas sobre la razón de la denominación paco, escribió que «no tenemos una respuesta precisa para darles, por la sencilla razón de que ella no existe»; rematando que «se trata de una antigua costumbre o tradición cuyo origen se desconoce». Luego se inclina hacia la tesis que deriva el término de la manta de alpaca y aclara que «no tuvo un sentido peyorativo» [MIRANDA 2004].
Un reciente ejercicio de investigación, publicado en la revista del Museo de Carabineros, repasa de manera ordenada los distintos mitos de origen y aporta una interesante síntesis con argumentos que refuerzan la asociación entre el color paco y la policía:
«… el apelativo paco dado en la actualidad a Carabineros de Chile tiene su origen no en un Francisco o Pascual, ni tampoco en la materialidad, lana de alpaca, sino en la palabra misma ‘paco’, que siempre ha existido. Tiene un origen quechua y define un color, el mismo que vestían los antiguos policías de las ciudades». [ESPINOZA 2021]
Es una confirmación de la vieja tesis de Rodríguez. En cuanto al momento en que se habría empezado a emplear el epíteto, el texto es menos preciso («probablemente surgió… a fines del siglo XVIII y principios del XIX»), vinculándolo a las primeras fuerzas de policía establecidas en el país, a saber, los serenos y los vigilantes. Al igual que Miranda, se concluye que el término «encierra una connotación positiva que es parte de nuestra historia». Ojalá el alcalde pueda leerlo.
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La etimología y los inicios del uso del paco se pierden en leyendas y relatos transmitidos de generación en generación. En 1922, el diario Las Últimas Noticias publicó una columna titulada «Origen de los pacos», donde se afirma que la palabra «la inventaron los muchachos de Santiago» en tiempos en que todavía no existían cuerpos de policía en el país. Reproducimos parte de la narración que nos traslada a «antes de 1830»:
«Era costumbre que indios e inquilinos de fundos llegasen con grandes carretas de frutas y de legumbres a orillas del Mapocho, para vender los productos a cuenta del patrón. Y los chiquillos, lo mismo que el palomillaje del malecón de Valparaíso que se roba toneladas de carbón de piedra al día, desesperaban a los carreteros hurtándoles sandías, melones, choclos, papas, etc. Cansados ya de tanto latrocinio, los carreteros y los indios, de acuerdo con sus patrones, crearon la policía […]. Con una cuota de medio cuartillo por carreta, le pagaron un sueldecillo a un veterano: a ño Pascual Mendoza, para que les cuidara las carretas. Familiar y cariñosamente a ño Pascual le decían «don Paco» y «don Paquito» […] y cuando don Paco, chicote en mano recorría las carretas, los chiquillos se corrían la voz de alerta con los gritos: ¡el paco! ¡el paco! ¡guarda con el paco! ¡ey viene el paco…! […]. Don Paco, al aumentar las carretas buscó dos ayudantes a los cuales la chiquillada les llamó ¡los pacos! ¡ey, vienen los pacos…!» [RALDE 1922]
Desde entonces, concluye el relato, la «chiquillada» siguió llamando pacos a los serenos que prestaban un servicio de rondas nocturno, a los vigilantes del día y a los guardianes que, al momento de publicarse la columna, formaban el grueso de la policía fiscal de Santiago. ‘Paco’ pasó a representar al encargado de mantener las mercaderías a salvo de los ladrones, a cambio de un «sueldecillo»; un custodio de la propiedad y el orden, labores primigenias de la policía. Ese nos parece el significado original. Si bien no se entregan referencias concretas sobre Pascual Mendoza, las funciones que cumplió quedaron grabadas en el apodo que legó a los modernos cuerpos de policía de Chile, cuya primera expresión formal fueron los serenos que comenzaron a patrullar las calles de Santiago desde 1822.
Por otra parte, retomando la acepción de paco derivada del color, podría especularse que, con los serenos ya organizados en la capital, sus característicos ponchos los volvieron reconocibles para los habitantes de la ciudad, siendo nombrados por el color de su atuendo típico. Luego, al ejercer funciones similares, pero de día, el mote se extendió a los vigilantes diurnos establecidos en Santiago en 1830, y de ahí a los cuerpos que siguieron. Es decir, estaríamos ante un doble proceso de bautizo de los guardias particulares, serenos y vigilantes: por un lado, la asociación a Pascual —o incluso a Francisco, el del puente de Cal y Canto—; por otro, al color de los ponchos de los serenos. En ambos casos, se trata de designar a figuras de autoridad que debutaban en la naciente república chilena, en el marco de una creciente preocupación por la seguridad.
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En la documentación revisada, no encontramos registros del uso del término durante la primera mitad del siglo XIX [2]. Por lo tanto, no podemos asegurar que así haya sido, pese a que las historias que circulaban entre la población remitían una y otra vez a la época de los serenos y vigilantes; o sea, a las décadas de 1820 a 1850. Zorobabel Rodríguez, en su citado libro de 1875, aseguró que, al momento de escribirlo, no cabía duda de que «…vulgar y socarronamente llamamos pacos a los… policiales» [op. cit., p. 340]. De ahí que sea plausible pensar que el vocablo se utilizaba desde hace un buen tiempo atrás. Leopoldo Valenzuela, un oficial de la policía fiscal de Santiago, sostuvo en una conferencia en 1913 que «…desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días existe el apodo de paco para nuestros guardianes», añadiendo que «…el guardián no debe sentirse ofendido con este apodo, ya que no envuelve nada que signifique menosprecio».
Los primeros antecedentes comprobables datan del período en que existió la guardia municipal de Santiago, fundada en 1860 como la policía urbana por excelencia. Era un cuerpo con importantes deficiencias materiales que saltaban a la vista y con un personal muy mal remunerado. Un dicho popular describía a sus miembros como «paco asoleado/ catana mohosa, / bolsillo pelado» [3]. Y, una vez más, Rodríguez aporta un dato valioso, al citar una comedia de Antonio Benavides publicada en 1874, en la que en un par de ocasiones se emplea coloquialmente la voz paco [4]. En adelante, las menciones empiezan a ser más frecuentes.
Las guardias municipales, que también se organizaron en otras ciudades del país, a menudo fueron acusadas de intervenir en las elecciones y de tomar partido por los candidatos oficialistas. En la contienda presidencial de 1876, Benjamín Vicuña Mackenna levantó la autodenominada «campaña de los pueblos», desafiando al favorito del gobierno y ganador de la elección, Aníbal Pinto. Una elocuente caricatura de un periódico satírico de Valparaíso ilustra cómo un paco actuaba de forma parcial durante las reuniones públicas, impidiendo que se manifestaran los vicuñistas y «haciéndose el leso» ante los reclamos. Apreciamos claramente que la denominación ya había traspasado el radio de Santiago y sus alrededores.
En la década de 1880, el sobrenombre era vox populi. Con motivo del inicio de las obras del cuartel central de la prefectura en Santiago, en diciembre de 1881, el pueblo urbano bautizó a la plazuela Ecuador como la «plazuela de los pacos» [MOSCOSO 1921]. La abundante prensa satírica, por su parte, no escatimó en presentar escenas cotidianas, donde los pacos solían tener roles protagónicos [5]. El periodista Juan Rafael Allende incluyó de manera frecuente recados para la policía en sus periódicos, como cuando alertó que en la céntrica calle de Huérfanos era «…más fácil encontrar un alfiler que un paco» [Gacetilla: “El Padre Padilla”; 27.04.1886.]. Ya en el siglo XX, periódicos populares como el José Arnero continuaron dando un uso generoso al apelativo. Una «cueca pacuna» de 1905 nos ofrece un vivo y mordaz retrato de «el paco 44»:
«El paco cuarenta y cuatro,
que hace servicio en Bandera,
se encarga de las sirvientas
de toda la calle entera.
Sirvientas de mano
y cocineras,
no queda ninguna
que no lo quiera.
Que no lo quiera, sí,
paco dichoso.
Todas lo pelean
porque es buenmozo.
Arriba pues, paquito,
tócame el pito.
Al paco cuarenta y cuatro,
le suplican con afán
las sirvientas de Bandera,
que les dé su yatagán.
El paco cariñoso,
que es muy amable,
a todas les ofrece
darles el sable.
Darles el sable, sí,
y yo considero
que nada les puede dar
porque es bolsero.
Arriba, paquito lacho,
tócame el cacho» [6].
A esas alturas, el paco se había vuelto sinónimo del guardián de policía, cargándose de múltiples sentidos que dependían del contexto y la entonación del término. Es interesante comprobar que inclusive dentro de las filas policiales, el término se asumió hasta cierto punto con humor y como autodenominación. En su “Canto a mi labor”, un guardián de la policía fiscal de Los Andes se designa como «paco profesional» [ASTUDILLO 1923]; mientras, en Valparaíso, Enrique Devia publicaba un artículo titulado «¿Por qué soy paco?» [1921]. En las revistas de la policía fiscal se empleó profusamente en versos dedicados a “Nuestro paco”, en viñetas y caricaturas y hasta un corresponsal firmaba como «Paquito» [7]. En la siguiente portada de 1922 se aprecia al gerente del Banco Español, José Ureta, entregando dinero a un funcionario de la policía fiscal, con la bajada:
«Sin platita estás muy flaco/ ¡aquí hay plata y billetitos! / Hago esto porque soy paco/ y porque quiero a los paquitos».
Pese a que también hubo policiales que se molestaron o no se sentían cómodos con el apodo, sobre todo cuando era pronunciado en medio de manifestaciones públicas y choques con la policía, éste se mantuvo vigente. En un contexto de aparente (y fugaz) distensión en medio de la cuestión social, los editores del Álbum gráfico de la Policía de Santiago, publicado en 1922, opinaron que «…la misma palabra ‘paco’ que tan mal sonaba a algunos oídos, cuando algunas personas la lanzaban como insulto, ha casi desaparecido». Bien sabemos que no desapareció, y que en adelante continuó ocupándose para nombrar a los sucesores de serenos, vigilantes, guardias municipales y guardianes de las policías fiscales. Hasta el día de hoy.
[1] «Paco, a, como queda dicho, es bayo, a, y a veces también pardo, a». RODRÍGUEZ, Zorobabel (1875), Diccionario de chilenismos (Santiago: Imprenta del Independiente), pp.340-341.
[2] Una curiosa crónica de 1924 afirma que «este epíteto que resulta para el guardián la más alta ofensa, data de viejos tiempos» y habría sido usado para referirse a las guardias cívicas creadas por Diego Portales en la década de 1830. «Fuerte como un guardia de corps, ágil y astuto, era el terror de los malhechores, de los camorristas y rotos choros; para todos tenía fuerzas y a todos los vencía, por lo que, es lógico, se conquistaba la más cordial antipatía». En “El paco”, Ilustración Policial n°40, noviembre de 1924, pp.13-14. Quizá el autor confundió a las guardias cívicas con los vigilantes que se establecieron contemporáneamente. Sobre las guardias cívicas, ver PINTO, Julio, y VALDIVIA, Verónica (2009), ¿Chilenos todos? La construcción social de la nación (1810-1840) (Santiago: LOM), cap.VI.
[3] Citado en René Peri Fagerstrom (1982), Historia de la función policial en Chile, tomo 2 (Santiago: Imprenta de Carabineros de Chile), p. 144. El «paco asoleado», así como el «paco porotero», siguieron usándose hasta entrado el siglo XX como «…denominaciones injuriosas que da el pueblo» al guardián, «…porque generalmente cumple su oficio al sol y porque en su alimentación tienen gran parte los porotos…». Manuel Antonio Román (1913-6), Diccionario de Chilenismos y de otras locuciones viciosas, tomo IV (Santiago, Imprenta de San José), pp.97-98 y 395.
[4] BENAVIDES, M. Antonio (1874). La mejor espuela: comedia orijinal en tres actos y en verso (Valparaíso: Imprenta de El Mercurio), pp.9 y 92.
[5] Puede revisarse: Daniel Palma Alvarado (2009), «Las andanzas de Juan Rafael Allende por la ciudad de los palacios marmóreos y las cazuelas deleitosas. Santiago de Chile, 1880-1910», en Revista de Historia Social y de las Mentalidades, Vol.13 n°1, USACH; especialmente pp.135-140.
[6] ANERO, José: “Cueca pacuna (dedicada al 44 de la 1ª Comisaría)”; 7 de septiembre de 1905.
[7] Por ejemplo, «Nuestro paco», Ilustración Policial, n°18, agosto de 1922. Allí se describe al «buen paco», al «paco activo y galante» y al «paco tan abnegado».
ASTUDILLO, R. (1923). «Canto a mi labor», en Ilustración Policial n°24, febrero de 1923. El texto de Devia se publicó en la Revista de Policía de Valparaíso en marzo de 1921.
ESPINOZA González, Isaí (2021). «Por qué pacos…», en Revista Museo Histórico Carabineros de Chile n° 9, pp.24-33.
HONORATO, Óscar, y URZÚA, Waldo (1922). Álbum gráfico de la Policía de Santiago, pp.287-288.
MIRANDA Becerra, Diego (2004). La Policía y Carabineros. Ensayos históricos y biográficos (Santiago: Imprenta de Carabineros), pp.116-117.
MOSCOSO, E. Inspector (1921, septiembre). «Reseña histórica del edificio de la Prefectura». en Ilustración Policial nº 7, pp. 15-17.
RALDE, D. (1922, marzo). «Origen de los pacos», reproducido en Ilustración Policial n°13.
VALENZUELA Ávila, Leopoldo (1913). Conferencia leída con motivo de la celebración del Centenario de la Policía de Santiago: Santiago, 22 de mayo de 1913, en Boletín de la Policía de Santiago n°131, mayo de 1913, p.156.