La estrategia de incendiar la pradera
02.02.2023
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02.02.2023
Es evidente el alza en la adhesión de aquellos sectores políticos en ambos extremos ideológicos. Esta columna para CIPER advierte de cómo la táctica de superar la actual crisis de representación y articular el descontento con el establishment puede reubicar la correlación de fuerzas que hasta ahora conocemos en la política chilena: «Las actuales condiciones son “pasto seco” que genera rentabilidad de corto plazo para la narrativa de sectores que juegan a la “política de la antipolítica”, como ha sucedido con el presidente de El Salvador, Nayib Bukele.»
Uno de los rasgos más relevantes del proceso político en Chile consiste en el fraccionamiento del sistema de partidos en cuatro bloques estratégicos. Dos de estos bloques se caracterizan por orientarse a la competencia centrípeta y a buscar soluciones de compromiso para viabilizar las reformas políticas y el proceso constitucional. En este espacio se ubican las coaliciones de Chile Vamos y Socialismo Democrático, además de actores que buscan ganar incidencia apuntando al centro (Amarillos, Demócratas y PDC). Por su propensión a buscar nuevos equilibrios para el sistema político mediante estrategias cooperativas podrían ser llamados «blandos» o «palomas», y representan un esfuerzo adaptativo de los partidos de la transición frente a las condiciones derivadas de la multicrisis que vive el país.
Los otros bloques estratégicos corresponden a los «duros» (o «halcones»), que se ubican en ambos extremos ideológicos, pero que convergen tácticamente en la creencia de «cuanto peor, mejor», en su rechazo al establishment político y en la búsqueda de una competencia centrífuga orientada a consolidar la movilización de electores polarizados. Que ambos extremos del sistema intenten aumentar su incidencia mediante el recurso de la polarización se explica porque gestionar «la grieta» podría fortalecer la articulación de los representantes con la ciudadanía a partir de la instrumentalización de los antagonismos sociales. En un contexto de partidos tradicionales debilitados y una elite desprovista de proyecto histórico, surge la estrategia de «incendiar la pradera» como una opción potencialmente efectiva para consolidar posiciones de actores minoritarios emergentes [1].
Polarizar para gobernar, sobre la creencia en la efectividad estratégica de la «piromanía política», constituye un material relicto que han usado líderes tan diversos ideológicamente como Cristina Fernández, Jair Bolsonaro, Nicolás Maduro, Donald Trump o Giorgia Meloni. En el actual contexto de crisis, la derecha y la izquierda extrema tienen oportunidades de crecimiento. Primero, mediante la identificación electoral con sectores de alta vulnerabilidad desafectados de los partidos tradicionales y el sistema institucional. Segundo, con el despliegue de una retórica antioligárquica (el pueblo versus la élite) que se apoya en un malestar por la baja efectividad de los partidos y liderazgos tradicionales.
En este último encuadre estratégico en Chile se ubican el Partido Republicano, grupos «octubristas» disidentes y descolgados de Apruebo Dignidad, y también el Partido de la Gente con un sello «tercerposicionista» que busca morder transversalmente el espectro político, movilizando a los desencantados de la clase política tradicional. Los agentes polarizadores de ambos sectores, aunque se distribuyen entre ambos extremos ideológicos se encuentran tácticamente conectados en su propósito de superar la actual crisis de representación y en el uso de la estrategia de articulación política de los extremos. El desenlace de esta confrontación de estrategias en Chile es el espacio donde se juega las oportunidades para concretar los cambios o una nueva correlación favorable al statu quo y dependerá de factores externos e internos.
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A nivel externo, la última ronda de elecciones europeas mostró que los partidos populistas de derecha han aumentado su votación, destacando los casos de Fisdesz, en Hungría; Vox, en España; Demócratas, en Suecia; Agrupación Nacional de Francia; Interés Flamenco, en Bélgica; y AfD, en Alemania. Caso aparte es el sorprendente resultado de Hermanos de Italia con Giorgia Meloni, que pasó de ser el quinto partido en votos durante las elecciones del 2018 (4,4% en diputados y 4,3% en Senado), a ser el primero en las dos cámaras del Parlamento italiano en las elecciones de 2022 (26,01% diputados, 26,03% senado).
Las democracias expuestas a la acción de sectores anti establishment propensos a «incendiar la pradera» evidencian un debilitamiento de sus creencias liberales, de la tolerancia y del pluralismo. Además, se caracterizan por alta fragmentación partidaria, crisis sociales prolongadas, malestar ciudadano con actores tradicionales, expansión de informalidad política y baja efectividad institucional. Estas condiciones son el «pasto seco» que genera rentabilidad de corto plazo para la narrativa de sectores que juegan a la «política de la antipolítica», como ha sucedido con el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, que con su partido Nuevas Ideas ha conseguido, con una retórica «tercerposicionista», un inédito respaldo de 87% durante el segundo semestre de 2022 [GALLUP].
A nivel interno, Chile presenta hace al menos una década varias de estas condiciones, convirtiéndose en terreno propicio para «incendiar la pradera». La última encuesta del CEP muestra que el 41% de personas de derecha o centroderecha tiene una opinión negativa de las personas que se identifican con la izquierda. Por su parte, un 50% de las personas que se autodefinen como de izquierda o centroizquierda tienen una opinión negativa de las personas que se identifican con la derecha.
Estos datos de polarización afectiva en Chile plantean un desafío complejo para los partidos y los liderazgos que buscan maximizar su incidencia en un contexto de multipartidismo polarizado y fuerte cultura anti establishment. Una manera de ganar elecciones consiste en conseguir movilizar a un electorado indignado e intolerante con las posiciones políticas diferentes y los actores tradicionales. Sin embargo, «incendiar la pradera» como táctica electoral puede generar también problemas posteriores, con un gobierno minoritario y oposiciones intransigentes. El resultado serían gobiernos condenados a una baja efectividad. Además, podría ocurrir que, ganando una elección presidencial, los duros de la extrema derecha o descolgados del octubrismo a la izquierda de Apruebo Dignidad requieran expandir su coalición parlamentaria, asumiendo costos posteriores por la adaptación del programa de gobierno.
Este escenario de gran opacidad requiere un análisis cuidadoso de costos y beneficios de un sistema que en la actualidad, y por su alta fragmentación, podría estar estructurándose en una lógica de 4/4. Si este fuera el caso, no es evidente que los dos bloques de orientación centrípeta (Chile Vamos y Socialismo Democrático) que buscan movilizar al elector medio tengan ventaja estratégica frente a partidos de orientación centrífuga, como el Partido Republicano, o de orientación anti establishment, como el Partido de la Gente.
Sabemos que Chile Vamos y la centroizquierda operaron como «escudo protector legislativo» del gobierno de Boric en las acusaciones constitucionales contra los ministros Jackson y Ríos. Desconocemos el impacto acumulativo de esta función de «escudo legislativo» del gobierno para los partidos orientados a la competencia centrípeta (UDI, RN, Evópoli, DC, PR, PPD), costos que se observarán en las próximas elecciones y estarán determinados por la efectividad y la orientación de las reformas impulsadas por el gobierno de Apruebo Dignidad. En este escenario de alta indeterminación estratégica —que Antonio Gramsci denominó «claroscuro», porque «el viejo mundo aun no muere y el nuevo tarda en aparecer»— no solo se juega la confrontación entre los impulsos del cambio y los de la reacción, sino que se generan las condiciones históricas para que eventualmente «surjan los monstruos».
[1] Originalmente la estrategia de «incendiar la pradera», se encuentra en los escritos de Mao Tse-tung como una acción destinada a romper con la estabilidad y las condiciones actuales con el propósito de mejorar posiciones o incidencia política. Obras Escogidas de Mao Tse-tung. Edic. Lenguas Extranjeras. Pekin, 1968. Tomo i. pp. 125 a 138.