26 de enero: Día Mundial de la Educación Ambiental
26.01.2023
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26.01.2023
¿Qué es y para qué puede servirnos en Chile tener una política pública de educación sobre el medioambiente?
Luego de diez años de tramitación, y a pesar de ser rechazado en más de una oportunidad, el proyecto minera Dominga —cual zombi ambiental— una vez más se posiciona en la discusión del mundo político y en los medios de comunicación con un mínimo de sensibilidad para tratar el tema medioambiental. «Dominga» es un proyecto que incide socialmente en los habitantes de las comunidades cercanas, ya que los confronta a las promesas de una idea de progreso traducida en aumento en empleos, «calidad de vida», bienes, dinero y oportunidades para una zona deprimida económicamente; y a la vez la conservación de espacios de biodiversidad que resultan fundamentales como mitigación a los impactos de los efectos de la crisis climática por la que atraviesan Chile y el mundo.
Pero «Dominga» no es un hecho aislado. La dependencia energética del país, cuya política económica favorece la explotación de sus recursos naturales, nos ha llevado a cuestionar si realmente hay una voluntad política, ética y técnica en favor del cuidado y protección de la Naturaleza. O si acaso estamos condenados a cometer, una y otra vez, bajo la misma premisa ya mencionada del progreso, los mismos errores en materia socioambiental, tales como lo han sido Puchuncaví-Quinteros, Huasco, Til-Til, Mejillones, entre otros.
La historia ambiental chilena es muy compleja de analizar, pues las ideas desarrollistas y de crecimiento económico lideraron por décadas los argumentos de la creación de políticas y leyes ambientales. Sin embargo, la capacidad de comprensión y articulación de las normativas y prácticas ambientales, debe darse a la luz de un modelo de educación ambiental que permita a la ciudadanía ser un agente de cambio y resguardo por una idea de naturaleza justa, equilibrada y que valore todas las formas de vida en igual condición de importancia.
¿Para qué sirve la educación ambiental en Chile? Lo primero que consideramos al intentar una respuesta es un ejercicio reflexivo sobre el rol de la Educación Ambiental (EA) en las políticas públicas y en el desarrollo de las comunidades y territorios de todo el país. Pensamos que la posición jurídica que el Estado de Chile tiene sobre la educación ambiental es sólida y cumple con los atributos de una definición completa y explícita para la ciudadanía. La ley 19.300 señala que la educación ambiental es «un proceso permanente de carácter interdisciplinario destinado a la formación de una ciudadanía que reconozca valores, aclare conceptos y desarrolle las habilidades y las actitudes necesarias para una convivencia armónica entre seres humanos, su cultura y su medio físico circundante» [Art. n°2, letra h].
Durante los últimos treinta años se han adquirido compromisos por parte del Estado para redefinir políticas ambientales. Estos contemplan la variable ambiental y desarrollan estrategias de EA como uno de los instrumentos para modificar sustancialmente la relación de la sociedad con la naturaleza [MEDINA y PÁRAMO 2014]. Sin embargo, esto no se ha traducido en conductas ambientalmente responsables de toda la sociedad, debido fundamentalmente a que los ciudadanos no han sido educados en la reflexión y acción para la EA. Si bien se requiere de una serie de respuestas urgentes e inmediatas a los problemas que van apareciendo en torno a la Naturaleza, se debería educar desde un enfoque integrado, que considere diferentes maneras de pensar y redefinir los fenómenos socionaturales, los programas educativos, los estilos de vida y la espiritualidad que conforman tanto una comprensión como acciones concretas de mediano y largo plazo para la modificación del paradigma empleado hasta ahora.
«El fomento de la responsabilidad requiere de un fuerte impulso de la EA en el ámbito formal que favorezca y promueva buenas prácticas ambientales» [CASTILLO y FUENTEALBA 2014, p.8]. De otro modo, aún las mejores iniciativas pueden terminar encerradas en la misma lógica globalizada. Buscar sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja es aislar cosas que en la realidad están entrelazadas, y esconder los verdaderos y más profundos problemas del sistema mundial [FRANCISCO I 2015]. Lo anterior se ve reflejado en la celebración del día mundial de la EA y su origen en el hemisferio norte, trasladado al contexto latinoamericano.
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La EA, en el ámbito educativo formal se realiza desde las ciencias naturales, donde lo ecológico-biológico se impone a otros componentes de lo ambiental. Perdura la visión de la EA desde la perspectiva de la resolución de problemas, de impactos en el medio físico (contaminación atmosférica, desechos, etc.), y donde las soluciones pueden ser manipuladas en un laboratorio. Una de las causas posibles de la dificultad de alcanzar este objetivo es que la escuela es una de las instituciones a las que más le cuesta reconceptualizar y ajustarse a los cambios paradigmáticos del mundo. No por voluntad, sino más bien por culpa de un sistema que pone valor en otros aspectos (no los ambientales). Los currículos de nuestros estudiantes siguen cargados de información poco relevante, que les impide comprender o actuar en el entorno, teniendo en cuenta los conocimientos científicos actuales. Esta idea se traduce en que a mayor información ambiental, paradójicamente estamos menos conectados o vinculados con la Naturaleza.
Para comprender qué es la EA, será conveniente explicar lo que no es. La EA no es un campo de estudio, como la Biología, Química, Ecología o Física. Es un proceso difícil de comprender. Mucha gente habla o escribe sobre enseñar EA, pero ello no es posible. Uno puede enseñar conceptos de EA, pero no EA: es probable que esto tenga que ver con el desarrollo sistémico sociocultural, más que con la enseñanza de ideas o conceptos de EA.
La ley 19.300 de Bases del Medio Ambiente (1994, modificada en 2015) indica que «la educación ambiental es un proceso permanente de carácter interdisciplinario que reconoce valores, desarrolla habilidades y actitudes para una convivencia armónica entre los seres humanos, su cultura y su medio biofísico circundante» [LBMA 2015, p.2]. Esta genera dimensiones claves que deberían orientar la acción educativa como un proceso permanente incorporado a los instrumentos de gestión administrativos y fundamentalmente curriculares; debe ser interdisciplinario que requiere y acepta diversas perspectivas y saberes que deben interactuar entre sí; es necesario incorporar herramientas y habilidades cognitivas y técnicas, así como estar dispuestos a la generación de nuevos conocimientos; focalizar en la formación de valores y desarrollo de habilidades y actitudes que permitan pensar en una sociedad que se orienta hacia una verdadera protección ambiental que implica un cambio cultural.
Lo anterior debiera favorecer que todo ciudadano podría apropiarse de la EA como una herramienta para conocer y actuar en su entorno; desde la perspectiva global, la EA debe entenderse como la expresión de la política de formación de la ciudadanía en materias ambientales, lo que debe canalizarse con planes y programas pertinentes; y que las personas y las comunidades actúen a favor de sus necesidades y expectativas de desarrollo y bienestar.
Esta definición sobre las dimensiones claves que orientan la EA debería ser la guía que da sentido a la labor del sistema educativo chileno, así como identificar qué tan lejos o tan cerca se encuentran los docentes de alcanzar dichas orientaciones.
De acuerdo con Sauve [2014], la comprensión de la EA debe hacerse desde la comprensión de las redes de relaciones que los seres humanos, individual y socialmente, establecemos con el ambiente; aceptar diversas representaciones acerca del ambiente de acuerdo al desarrollo cultural y contextual de las distintas comunidades vinculadas a contextos sociales y territoriales; no reducir la EA a una herramienta de resolución de problemas o un tema a enseñar, así como no limitarla sólo al desarrollo sustentable; tendría que ser situada como centro de los proyectos para el desarrollo humano considerando complementarias las distintas miradas y disciplinas como desafío para consolidar una propuesta pedagógica.