Socialismo Democrático: perdidos en el camino propio
19.01.2023
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19.01.2023
La inminente bifurcación del oficialismo en dos listas para la elección de consejeros constitucionales «sería un error garrafal», a juicio del autor de esta columna para CIPER, militante PPD: «El rol de quienes forman parte de una alianza de gobierno no es priorizar mejores resultados en el corto plazo sin medir las consecuencias que esto pueda traer para los próximos años y para el sistema democrático». [más de CIPER-Opinión, en #NuevaConstitución]
Al pulso del debate parlamentario que terminó por aprobar la reforma que habilita un nuevo proceso constituyente, el PPD ha planteado abiertamente la intención de ir en dos listas que representen al oficialismo en las elecciones de consejeros constitucionales, separando al Socialismo Democrático de Apruebo Dignidad con miras a la inclusión de la Democracia Cristiana y Demócratas. En este espacio intentaré explicar por qué creo que no ir en una lista como alianza de gobierno sería un error garrafal.
Primero, quiero recordar que durante los últimos años y periodos electorales el eje Socialistas-PPD-Radicales se ha paseado por una serie de identidades, nombres y aliados que más que convencer a la ciudadanía de votar por un proyecto de país trabajado desde la experiencia ligada a rostros clave para nuestra institucionalidad democrática, nos ha llevado lentamente a la irrelevancia. Partiendo por la “Nueva Mayoría”, sin olvidar el intento de una noble “Convergencia Progresista”, pasando por la elegante pero insustancial “Unidad Constituyente” y su desesperada sucesora en el “Nuevo Pacto Social”, para llegar hoy a su mejor versión, el Socialismo Democrático con la fiel compañía del Partido Liberal. Hemos aterrizado en un espacio político distinto al que estábamos acostumbrados a habitar, con y sin la participación del Partido Comunista, el difunto Partido Progresista de ME-O, la DC dentro y fuera del mapa en diferentes ocasiones, y un fracasado anclaje al centro con la desapercibida aparición y desaparición de Ciudadanos.
A muchos personeros y militantes de nuestras filas les cuesta de sobremanera entender que aquellos tiempos deben acabar, que ese ritmo no hace más que causar daño a la propia identidad de la centroizquierda, promoviendo la sobrevivencia de partidos políticos innecesarios y —en un ánimo que roza lo desagradable— perpetuando la dinámica de salvarse con los propios, encaminando posturas nacidas para encontrarse, a atrincherarse en la comodidad, y perdiendo de vista el desafío más grande.
El argumento de que para ampliar la base social del gobierno es necesario ir a buscar votos en aquel extraño lugar que llamamos «centro», naturalmente habitado por la DC, ya que ahí están indiscutiblemente nuestros aliados principales por aquella historia que nos relaciona y «porque siempre han sido así las cosas», me parece tan absurdo como aquellos que en el pasado debate constitucional defendieron con uñas y dientes al Senado bajo la premisa de que es una institución de más de doscientos años. O quienes afirman que existe tal cosa como los juguetes «para niños y para niñas», porque a los primeros siempre les han gustado los autitos y a las niñitas, las muñecas.
No me malinterpreten. La DC tiene todo el derecho a querer participar de una mayoría social que esté por los cambios, hacer la tarea con sus amigos del Socialismo Democrático y eventualmente formar parte del gobierno de Boric, pero primero deben centrarse en mejorar las relaciones entre camaradas, para así poder estar realmente a disposición de un proyecto político colectivo, diverso y armónico sin empezar a hundirse por estribor.
Es probable que si el oficialismo compite en dos listas, la centroizquierda busque desligarse sin cuidado de los conocidos errores del gobierno del cual sigue siendo parte y al que se comprometió a apoyar, para así generar utilidades electorales de corto plazo que den mejores resultados a partidos como el PPD o el PS respecto a las elecciones parlamentarias anteriores (literalmente, cualquiera de ellas), en desmedro de los aliados de Apruebo Dignidad que, al estar directamente relacionados con la escuálida imagen del presidente Boric y el Frente Amplio, no tendrían bajo qué piedra esconderse, y con quienes —sin caber la más mínima duda— se generaría un espacio para la confrontación interna, precisamente en uno de los minutos de peor popularidad y mayor desaprobación de una administración sustentada casi únicamente por su base ideológica más comprometida.
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Nuestro rol como Socialismo Democrático, parte de una alianza de gobierno, no es priorizar mejores resultados en el corto plazo sin medir las consecuencias que esto pueda traer para los próximos años y para el sistema democrático, si no que acompañar a Apruebo Dignidad a encontrar posturas más moderadas y a la elaboración de un discurso conjunto, claro y creíble para ofrecer al país, que abandone las inconsistencias y las volteretas. Intentar capitalizar el espacio al que hace años debimos entender que ya no pertenecemos nos hundirá más profundo en esa rutina que una y otra vez volvimos a tratar de dominar, casi abrazando lo patético.
No se trata de entregar ayuda interesada o desinteresada a Apruebo Dignidad para beneficio propio, porque se trata de gobernar: mantener una mirada programática compartida y abandonarla lo menos posible en la resolución de las problemáticas naturales de la contingencia para ofrecer un proyecto de país que no se desintegre en la próxima elección presidencial. Debemos trabajar para que las fuerzas que apoyan al gobierno alcancen el mayor número posible de consejeros constitucionales por sobre el interés propio de destacar y llevarnos la pelota para la casa, cosa que a estas alturas parece muy básica y pequeña.
Tantos años de experiencia para desechar nuevamente la oportunidad de construir una mayoría potencialmente interesante para la ciudadanía que tenga lo mejor de las políticas sociales con una mirada progresista a la vez que ofrezca soluciones en seguridad y estabilidad para las familias chilenas. Zigzagueando, como nos habíamos acostumbrado a hacer política antes de fundar la alianza de gobierno vamos a recordar ese 11,6% con el que se nos castigó en la elección presidencial de 2021 y no vamos a poder salir de ahí; además de vernos obscenamente fomes.
Ad portas de un proceso tan importante para el país, me cuestiono realmente si estamos pensando en el interés superior de Chile, aunque no creo que ese discurso sea solo para la tele, ¿o sí?