Amenaza golpista en Brasil: Bannon, Bolsonaro y el «gen fascista»
11.01.2023
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
11.01.2023
«Steve Bannon ha señalado que Jair Bolsonaro es un verdadero héroe para los populistas de la derecha radical en todo el mundo, destacando las similitudes entre el trumpismo y el bolsonarismo. Ambos movimientos habrían logrado crear a partir de la nada una amplia base social de personas desfavorecidas por el globalismo y el discurso políticamente correcto de la izquierda.»
La oleada actual de ascenso de la extrema derecha en el mundo, iniciada tras la crisis financiera de 2008 y que tuvo como hitos las victorias del Brexit y de Trump en el 2016, ha ofrecido algunas figuras fascinantes que han oficiado de gurús de esta nueva forma de populismo que a falta de un mejor nombre varios califican de «posfascista» [ver columna previa del autor, en CIPER-Opinión 17.11.2022].
Entre ellos, además de personajes como el ruso Aleksandr Dugin y el francés Alain De Benoist, el norteamericano Steve Bannon, mano derecha de Trump en su campaña del 2016, destaca sobre todo por su excentricidad y capacidad articuladora de un movimiento nacional-populista a nivel internacional. Bannon estuvo al mando de Breitbart News, sitio de noticias que en coordinación con la firma británica privada de datos digitales Cambridge Analytica consiguió hace unos años aprovechar la web y las redes sociales como caja de resonancia de posiciones nacionalistas blancas de extrema derecha, a través de un creativo uso de fake-news, ataques personales a diversas figuras de la izquierda liberal y el masivo uso de la información personal de sus usuarios suministrada por Facebook. Cabe agregar que el mismo Bannon ha dicho en una entrevista reciente que fueron Bolsonaro en Brasil y Salvini en Italia quienes le aportaron a la llamada alt-right (derecha alternativa) norteamericana varias lecciones sobre el uso de redes sociales para atraer multitudes casi sin gastar dinero.
El antiglobalismo de los movimientos nacionalistas hace en principio difícil la colaboración internacional, pero Bannon ha decidido asumir el complejo desafío de tejer sistemáticamente redes entre distintos líderes y movimientos, sobre la base de tres ejes que ha definido como: soberanía, fronteras y migración. Se ha convertido así en un asesor internacional de poderosas figuras, mucho más allá de Donald Trump: Giorgia Meloni, en Italia; Marine Le Pe, en Francia; Jair Bolsonaro, en Brasil; Mauricio Macri, en Argentina; los neofascistas Demócratas, de Suecia (actualmente en el gobierno); el partido Vox, en España; y el ultraconservador Victor Orbán, en Hungría, lo han escuchado con atención y respeto. Hay quienes, incluso, han sugerido su presencia tras la campaña del Rechazo en Chile, al menos en el plebiscito de entrada [ver entrevista de Rodrigo Pulgar (Krypto)].
Su cercanía con Brasil vuelve a ser noticia en estos días, luego del confuso ataque a edificios estatales que centenares de seguidores de Jair Bolsonaro perpetraron el pasado domingo, y que por momentos parecía buscar un Golpe contra el recién asumido Lula da Silva. Bannon ha señalado que Bolsonaro es un verdadero héroe para los populistas de la derecha radical en todo el mundo, destacando las similitudes entre el trumpismo y el bolsonarismo. Ambos movimientos habrían logrado crear a partir de la nada una amplia base social de personas desfavorecidas por el globalismo y el discurso políticamente correcto de la izquierda; en el caso brasilero, con evangélicos y gente de clase trabajadora.
Si bien es poco conocido en Chile, cabe agregar que el gurú personal de Jair Bolsonaro fue Olavo de Carvalho, curioso personaje con un pasado místico y de militancia juvenil comunista, que luego se pasó al anticomunismo más virulento y se dedicó a la astrología y la filosofía, defendiendo posiciones ultrareaccionarias. Negacionista del COVID, Carvalho murió precisamente a causa de ese virus en febrero del año pasado en Estados Unidos. Jair Bolsonaro lo homenajeó como uno de los pensadores más grandes de la historia de Brasil.
Steve Bannon ha mantenido hace años una estrecha relación con Eduardo, hijo de Bolsonaro, con el cual se han esforzado en «desarrollar un movimiento nacionalista populista en América Latina», estableciendo vínculos y conexiones entre diversos países. En noviembre pasado, el hijo del entonces presidente de Brasil compartió públicamente un video del estadounidense alentando las protestas de quienes acusaban un fraude en la elección de Lula; mismo argumento de Trump ante la victoria de Biden.
Esta semana, Bannon se valió de su cuenta de Twitter para calificar de «luchadores por la libertad» a las hordas contra Lula en Brasil. Importantes medios políticos de Estados Unidos y Europa, así como agencias internacionales, se han ocupado desde entonces en notas de investigación con más pistas sobre la estrecha relación entre Bannon y Bolsonaro.
***
Algunos académicos ubican la diferencia entre la extrema derecha y la derecha radical en su actitud ante la democracia. Así, mientras el fascismo y nazismo serían «formas típicas de extrema derecha», la derecha radical se expresaría en movimientos populistas. Esta distinción no es sólo una sutileza academicista, pues, como explica Mudde, en Alemania se puede prohibir una formación si se considera que es de «extrema derecha», pero no a una de «derecha radical». Pero no debemos perder de vista que ni Mussolini ni Hitler accedieron al poder mediante Golpes de Estado. Tal como ha escrito el húngaro Tamas Dezso Zegler en relación al ascenso actual de estos fenómenos, no se trata de populismo sino de pura demagogia, y que «cuando los partidos políticos son chovinistas, racistas, paranoicos, antielitistas, machistas, utilizan las emociones para atacar a las minorías, crear chivos expiatorios, no se puede decir que se trata del curso normal de la democracia», agregando que en su país de origen «este tipo de partidos destruyeron la democracia, crearon una autocracia electoral, una semidictadura en la que eliminaron el control y el equilibrio y las elecciones imparciales».
La delimitación entre la extrema derecha y la derecha radical, así como entre los distintos tipos de populismo y sus similitudes o diferencias con los fascismos del siglo XX, es una tarea compleja que ha mantenido bien ocupados a una serie de autores (Mudde, Traverso, Griffin, Forti y Stefanoni, entre varios más). En el caso de Steve Bannon, su discurso apunta a un antielitismo selectivo que se constituye como enemigo del «partido de Davos» y el «globalismo liberal». Como él mismo señala en la entrevista ya mencionada, entre todos estos nuevos partidos populistas hay conexiones no sólo ideológicas, pues «todos son partidos nacionalistas, obreros y populistas»; antiélite y, particularmente, «antiélite financiera, antibanca central, anti-Wall Street, anticorporaciones globales».
Esteban Magnani destaca que a partir de la crisis de 2008, cuando Barack Obama, el presidente más progresista de Estados Unidos, lanzó un salvataje al capital financiero, las brutales campañas de desinformación de la alt-right «echaron raíces y florecieron en una población enfurecida que veía al poder financiero, a los demócratas y a los republicanos, la corrección política, el feminismo y a los movimientos por los derechos de las minorías como un combo indistinguible que los empobrece y humilla», y que «no solo deben endeudarse para sobrevivir, sino que se los acusa de machistas, xenófobos, racistas y contaminadores, quitándoles cualquier reserva de dignidad, sobre todo a los varones».
Este elemento es clave para entender la manera en que esta nueva extrema derecha ha logrado conquistar el apoyo popular, desplazando a una izquierda que ha abandonado la lucha de clases, y se ha dedicado a enarbolar las banderas de la corrección política, el lenguaje inclusivo, y los derechos de ciertas minorías. Este proceso ha sido detalladamente analizado por el argentino Pablo Stefanoni en su libro superventas ¿La rebeldía se volvió de derecha? (2021, Ed. Siglo XXI), y sirve para entender entre otras cosas por qué el Frente Nacional en Francia ha conquistado el voto obrero en antiguos bastiones del Partido Comunista, así como también el masivo «rechazo popular» a la Propuesta de nueva Constitución en Chile el 2022.
El asalto trumpista al Capitolio hace dos años y el reciente ataque bolsonarista a los edificios de los tres poderes del Estado en Brasilia no sólo repiten un libreto nada espontáneo: nos hacen comprobar que el «gen fascista» de estos nuevos movimientos de ultraderecha es evidente, y que, en estos tiempos turbulentos, está a la orden del día la amenaza violenta de nuevas formas de fascismo, bajo la fachada de movimientos populistas. También en Chile.