El debate pendiente: nuestro modelo de desarrollo
05.01.2023
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05.01.2023
En los sondeos más recientes, los chilenos dan pruebas de preocupación por el futuro del país y su situación económica. ¿Es razonable este pesimismo? En columna para CIPER, un economista asocia datos recientes para justificarlo, aunque con una propuesta de nueva perspectiva que podría revertirlo.
Reconociendo la dificultad de juzgar tempranamente la gestión del gobierno del presidente Boric, con pandemia y guerra en Europa incluida, poco a poco se ha ido consolidando en la ciudadanía un clima pesimista. Los resultados de la encuesta CEP dados a conocer ayer no dejan lugar a dudas: un 63% de los encuestados califica la situación económica del país como mala o muy mala, y un 35% cree que el país está económicamente en decadencia; los porcentajes más altos al respecto de los últimos dieciséis años. Pero ya en el último sondeo de Plaza Pública (última semana de 2022), un 68% de los encuestados creía que el país iba por un mal camino, y un 90% describía a la economía chilena como estancada o retrocediendo. En ese mismo estudio, solo un 28% declaraba sentirse optimista o muy optimista respecto del futuro del país, y un 45% evaluó su economía familiar como mala o muy mala (porcentaje solo superado, en los últimos ocho años, en la época del estallido social y los primeros meses de la pandemia).
¿Es sensata esta preocupación ciudadana?
La feroz crítica realizada por el Frente Amplio al modelo de desarrollo económico de los últimos treinta años tuvo un profundo eco electoral: terminó de cerrar un ciclo político con el líder del sector en la Presidencia, y con una nueva generación de políticos ocupando los puestos claves del gobierno.
Perfecto: el sistema político mostró una gran capacidad de autorrenovarse y, por tanto, estar saludable. Sin embargo, habiendo más de cincuenta universidades con facultades de ciencias económicas en el país [SIES 2022], con académicos y académicas con tiempo, ganas y recursos disponibles para profundizar, discutir y proponer soluciones a los problemas que se les presenten, aún no podemos discutir respecto del tema más relevante de una nación: su modelo de desarrollo. A dos años de la instalación del gobierno, simplemente no existe un documento que lo aborde.
Siendo indispensable contar con un modelo de desarrollo para articular e integrar las políticas públicas del país y darles consistencia intertemporal, cabe cuestionar cuáles serán las razones para no presentarlo. ¿Será realmente una omisión? Estimo importante que al respecto demos un paso más en la pérdida de la ingenuidad.
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El gobierno del presidente Gabriel Boric es uno de tantos intentos de la nueva izquierda en el mundo por encontrar un camino que avance entre socialismo y capitalismo. Su programa como candidato estableció que la prosperidad económica no era una finalidad exclusiva en caso de llegar al gobierno, y consideraba al respecto otros asuntos relevantes, tales como la sustentabilidad del crecimiento, la incorporación de la mirada feminista, el respeto por las minorías históricamente excluidas, la soberanía alimentaria y un Estado emprendedor, entre otras. Que existe un amplio espectro de soluciones intermedias y lejos de los extremos entre el clivaje socialismo/capitalismo nadie lo duda (la socialdemocracia es una de ellas, de hecho), pero el programa de Boric nos planteaba algo aún mejor: una opción más atenta, inclusiva, sensible y preocupada por el futuro de nuestro planeta. La suya es una lectura que tomó distancia de la izquierda tradicional, prioritariamente preocupada de mejorar las condiciones materiales de existencia de las mayorías, y acaso descuidada de otros asuntos relevantes.
¿Funcionará esta nueva propuesta de la izquierda que lidera Boric? Miremos cómo vamos.
Del 2020 a la fecha, los salarios nominales en nuestro país han aumentado —incluyendo el salario mínimo—, pero más ha aumentado la inflación. Por eso, nuestra economía muestra una caída significativa en los salarios reales: en abril de 2022 el INE informó un crecimiento negativo (-2,3%) de los doce meses previos [INE 2022], y que los expertos señalan como el peor desempeño de la serie desde 1994 [Bravo 2022]. Por otro lado, los retiros de fondos previsionales y las regulaciones de los últimos años han aumentado las exigencias para acceder a un crédito hipotecario: 50% en los últimos 3 años; es decir, para un préstamo de 3.000 UF, a 20 años y con un pie de 20%, se requiere un salario líquido de $2,3 millones [Diario Financiero 2022]. En consecuencia, aumentará la presión por arriendos de departamentos (empujando al alza los cánones) y se agravará aún más el déficit habitacional, pues recordemos que solo un 16,9% de los chilenos y chilenas tiene ingresos mensuales sobre $1 millón (el ingreso mediano es de $457.690; es decir, el 50% de quienes trabajan en el país percibieron ingresos menores o iguales a este último monto; INE, 2022). Finalmente, la pobreza sondeada en la encuesta CASEN 2020 ya mostraba un aumento importante de 2,2 puntos porcentuales en comparación con la medición previa. Es probable que la medición 2022-23, que recoge los primeros años de gestión del gobierno del presidente Boric, empeore.
No, no funcionará.
Todo parece indicar, por lo tanto, que el gobierno no cuenta con un modelo de desarrollo mejor que aquel que denostaron. Al respecto, su dirección hasta ahora en materia económica es la de lineamientos generales (los de la economía verde, feminismo, fomento productivo, diversificación de la matriz productiva), que no ayudarán a revertir el escenario de pesimismo de los chilenos y chilenas. Y es que, lamentablemente, dañando el mercado financiero y el mercado hipotecario —a través de la descapitalización de los fondos previsionales y de los salarios reales, por la inflación—, habrán perjudicado considerablemente las condiciones materiales de existencia de la población, retrotrayendo indicadores básicos de desarrollo humano, los que a su vez pueden atrasar precisamente aquellos objetivos de género, economía verde o soberanía alimentaria que esta administración se ha autoimpuesto.
Los marxistas clásicos y aquellos que luego, en los años 80, iban a integrar —arrepentidos— los gobiernos socialdemócratas en Europa y Latinoamérica, sí demostraron saber cómo mejorar los índices de pobreza y desarrollo humano. Los posmarxistas hoy en el poder, en cambio —al menos su variante latinoamericana más reciente en Venezuela, Ecuador, Argentina y Nicaragua—, buscando un modelo mejor a la denostada socialdemocracia y con indudables buenas intenciones, han dado pruebas contundentes de que sí es posible estropear los indicadores de pobreza y desarrollo humano (basta ver la serie de pobreza en Argentina o la de desarrollo humano de Venezuela de los últimos diez años). A fin, pareciera ser que las condiciones materiales de existencia que tanto releva la izquierda tradicional son condición de primer orden para los desafíos que plantea esta nueva izquierda.
Sí: hacen bien los chilenos en preocuparse.
Señor presidente, desde la perspectiva que nos da un nuevo año con todo por delante: ¿y si ordena elaborar un texto con su propuesta de modelo de desarrollo económico, y en las universidades del país nos encargamos de la discusión y las propuestas de mejora?