Hace calor, ¿y qué hacemos ahora?
01.12.2022
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01.12.2022
Protocolos públicos y medidas individuales pueden ayudar no a aplacar las altas temperaturas, pero sí a enfrentar mejor sus efectos, expone esta columna para CIPER de una especialista: «Muchas personas hoy se preguntan si lo que ocurrió el pasado verano europeo, cuando 15.000 personas fallecieron debido al calor, podría ocurrir en Chile. Lo cierto es que ya en enero de 2017 y enero de 2019 tuvimos olas de calor de alto riesgo a la salud humana, pero desconocemos sus efectos, debido a que no ha habido un seguimiento específico a las defunciones por calor».
Las olas de calor son eventos extremos en los que, por cierta cantidad de días, las temperaturas sobrepasan el promedio histórico. Cuando estas ocurren en verano, son particularmente peligrosas; no solo porque las temperaturas máximas pueden llegar a 38 °C o 41 °C, sino también porque las mínimas son altas y no alcanzamos a enfriarnos. La recomendación en este caso es hidratarse, cubrirse la cabeza y en lo posible siempre evitar salir al sol.
El clima del planeta ya cambió, y ante esta premisa debemos adaptarnos. Sabemos que la causa de esta realidad es, principalmente, el aumento del calor absorbido por los océanos debido a la creciente emisión de gases efecto invernadero. Aunque hace unos años nos propusimos un límite para que el aumento máximo de la temperatura del mar fuese de 1.5 °C, pareciera que no vamos a lograr tal compromiso. Hoy estamos apuntando a 2 °C, lo que conlleva cambios más radicales, como que aumenta la cantidad de hielo proyectada a derretirse en la Antártica, así como la cantidad e intensidad de los futuros huracanes, tormentas y episodios de clima extremo que se generarán alrededor del mundo, además de la pérdida crítica de biodiversidad. Para quienes habitamos en la zona central de Chile, este pronóstico de aumento de la temperatura significa aún menos lluvias, veranos cada vez más calurosos y olas de calor más frecuentes.
Hace tan sólo unos meses realizamos una encuesta en la Región Metropolitana en el marco del proyecto Fondecyt «Economía moral de los desastres y el estado», en la que un 53% de los santiaguinos consultados respondió que el calor es «totalmente riesgoso», tanto para la población general, como para ellos mismos. El número es casi igual que la percepción de riesgo de terremotos (54%).
Muchas personas hoy se preguntan si lo que ocurrió el pasado verano europeo, cuando 15.000 personas fallecieron debido al calor, podría ocurrir en Chile. Lo cierto es que ya en enero de 2017 y enero de 2019 tuvimos olas de calor de alto riesgo a la salud humana, y aunque desconocemos sus efectos, debido a que no ha habido un seguimiento específico a las defunciones por calor, sí sabemos que la situación se repetirá, probablemente cuando nos vuelva a visitar el fenómeno de El Niño.
Por el momento, no es claro que la preocupación social lleve a la acción. El 62% de quienes contestaron nuestra encuesta cree que «las personas no pueden controlar ser afectadas seriamente» por temperaturas al alza. Solo un 34% cree que «si las personas son afectadas es porque no han hecho lo suficiente para evitarlo».
Lamentablemente, muchas personas aún no saben que parte de la solución está en sus manos. Si bien no podemos evitar que haga calor —no, al menos, en el corto plazo—, sí hay mucho que podemos hacer para mitigar sus efectos, como mantenernos hidratados y a la sombra, cerrar persianas, retirar la basura más seguido, mantener alimentos refrigerados, usar sombrero y factor solar, entre otras recomendaciones de la OMS.
A nivel institucional, las olas de calor son una responsabilidad ineludible, por lo que es necesario generar protocolos de emergencia para las grandes ciudades y las zonas rurales. Sin embargo, nuestro informe de gobernabilidad de estos eventos realizado en 2021, concluyó que las olas de calor están subidentificadas como amenaza por el sistema de gestión de riesgo de desastre de Chile, por lo que prácticamente no son nombradas en ninguna estrategia, y no cuentan con un plan específico. Existe a la vez un vacío respecto a qué institución es la responsable de su gestión, aunque algunas gobernaciones han comenzado a pensar en ello.
Es necesario actuar, no sólo ante esta emergencia climática, sino también hacia el largo plazo, asumiendo que debemos adaptarnos a un clima distinto que el histórico, y así repensar nuestras ciudades para que sean más resilientes a las altas temperaturas, lo que requiere otro tipo de medidas, estrategias y planes que son complejos, pero altamente necesarios. ¿Cuándo empezamos?