Violencias, miedo e inseguridad más allá de la delincuencia
10.11.2022
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10.11.2022
El debate sobre seguridad en Chile no puede olvidar que la violencia es un fenómeno complejo, que abarca los delitos comunes pero también fenómenos arraigados en nuestro trato y psicología, recuerda esta columna para CIPER de un especialista en el tema: «Se trata de una cuestión de Seguridad Humana, algo mucho más sistémico. Nuestra sociedad se ha vuelto más hostil y no es del todo atribuible a la delincuencia, hemos normalizado la violencia como una manera de solucionar nuestros problemas.»
La violencia y la inseguridad se han transformado en prioridad nacional y es una buena noticia que el gobierno de Gabriel Boric decida abordar este problema con decisión, mostrando un giro relevante respecto a posiciones de la izquierda en el pasado. Dada la importancia de este tema, debemos comprender que, aunque la delincuencia común y el crimen organizado son lo más visible, hay muchos otros fenómenos que contribuyen al sentimiento de inseguridad, tales como la corrupción, la falta de eficacia de las instituciones, además de un conjunto violencias cotidianas que vuelven nuestras relaciones sociales más hostiles afectando nuestra seguridad y calidad de vida.
Según la última Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana que realiza el INE (datos del 2021), el porcentaje de personas que declaran haber sido víctimas ha reportado una baja histórica con un 16,9% (su nivel más alto estuvo en 2017, con un 28%); sin embargo, la percepción de inseguridad llega a su máximo con 86,9% (la cifra más baja hasta ahora es de 2012: 70,6%), muy en coherencia con las estadísticas oficiales que publica el Ministerio del Interior. Recientemente la encuesta Índice de Paz Ciudadana 2022 mostró una dinámica similar con un estancamiento en la victimización contrastada con un aumento ostensible del temor a ser víctima en 7 puntos respecto al año anterior. ¿Cómo comprender el aumento de la percepción de inseguridad cuando no han aumentado los delitos de manera significativa? Ciertamente los medios de comunicación y las redes sociales tienen algo que ver en esto al igual que la recuperación gradual de la cantidad de delitos prepandemia, que habían bajado producto de las restricciones a la movilidad. Por otra parte, si bien los delitos no aumentan considerablemente, se han vuelto más violentos, generando una percepción aumentada del problema de la inseguridad. Pero hay más todavía.
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Veamos primero algunos factores institucionales importantes. Los problemas de legitimidad que enfrenta la autoridad en Chile generan desconfianza y a la vez desprotección frente a la violencia. Tanto la corrupción en las policías y la ineficacia de la justicia en la persecución de delitos, contribuyen a la desprotección de las víctimas. Es comprensible que muchos encuestados señalen tener confianza en las policías en lo relativo a la delincuencia mientras más importante es el problema y más se debe recurrir a ellos; no hay alternativa. Pero el hecho de que se estén denunciando menos los delitos entre quienes son víctimas, como indica el Índice de Paz Ciudadana 2022 (en 2011 el 62% denunciaba; y en 2022, el 52%), nos muestra que hay cierta desesperanza sobre la capacidad del sistema para proteger a los ciudadanos. Por muy altas que sean las penas, si las policías y la justicia son ineficaces, el aumento de penas no sirve para disuadir la comisión de delitos. Asimismo, aunque la presencia de extranjeros no es causa primera del aumento en la violencia, la incapacidad de los sucesivos gobiernos en materia de regularización de la inmigración y el control de fronteras contribuye a la desconfianza en las instituciones y a las bajas expectativas sobre mejoras en la seguridad, toda vez que aumenta la xenofobia por mal manejo de estos problemas.
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Existen otros fenómenos violentos que pertenecen a ámbitos fuera de los delitos comunes y el crimen organizado. Encontramos aquí fenómenos como la violencia intrafamiliar y de género, que afecta tanto a niños, mujeres como a las personas LGTBI; la violencia digital, que vulnera nuestra privacidad y daña nuestra imagen; la violencia ambiental, cuando vemos que nuestro hábitat es contaminado impunemente; la violencia política y étnica, al no poder resolver los conflictos políticos por la vía pacífica; la violencia escolar, por déficits del propio sistema de educación como por efecto de otras violencias fuera del sistema; la violencia laboral, cuando son vulnerados nuestros derechos en el trabajo; la violencia administrativa, cuando la burocracia pública en vez de ayudar, entorpece el acceso a derechos de los ciudadanos, entre otros tipos de violencia presentes en nuestra sociedad. Muchos de estos fenómenos violentos no son considerados en la medición de la percepción de inseguridad y en nuestro mundo actual la seguridad es cada vez más un fenómeno interdependiente, se trata de una cuestión de Seguridad Humana, algo mucho más sistémico que requiere una mirada más compleja.
Nuestra sociedad se ha vuelto más hostil y no es del todo atribuible a la delincuencia, hemos normalizado la violencia como una manera de solucionar nuestros problemas. El aumento en las agresiones al personal de salud, la quema de autobuses por escolares en forma de protesta, el saqueo oportunista, las constantes riñas entre vecinos por faltas a las normas de convivencia, las peleas entre conductores por imprudencia vial, etc. son parte de nuestro día a día que muestra falta de civilidad o nuestra regresión como sociedad. Esta situación puede llevarnos a un abismo sin retorno, donde estemos dispuestos a perder toda libertad a cambio de orden y de seguridad. No podemos permitir que eso pase.
La violencia es de los fenómenos sociales más complejos y uno de los enigmas humanos fundamentales. Muchas de sus expresiones son causa y efecto a la vez; por lo mismo, las violencias y la inseguridad deben ser abordados desde una perspectiva más multidimensional e integral. Debemos particularmente atender la relación entre violencia y salud mental, no es casualidad que seamos uno de los países con peores indicadores en salud mental y ahora nos lamentemos del aumento en la percepción de inseguridad sin establecer una conexión con ello. Debemos igualmente promover herramientas sociales para la gestión pacífica de los conflictos y fomentar una cultura de la paz y la tolerancia. En ello, el mundo político debe contribuir dar el ejemplo y no continuar siendo otra expresión de la violencia, los chilenos están esperando ansiosos un gran acuerdo nacional para combatir la violencia; hagámoslo bien.