Desanclaje social del progresismo y «la política de los pobres»
21.10.2022
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
21.10.2022
Una mirada realista hacia la baja en su popularidad, los síntomas mundiales de crisis en la democracia representativa y los resultados del pasado plebiscito constitucional le imponen al gobierno de Gabriel Boric superar su «deriva identitaria y la propensión a autolimitar su poder», recomienda el autor de esta columna para CIPER, cientista político y académico: «En este contexto, el progresismo emergente que no se apoya en la capacidad de movilización de los más vulnerables, podría profundizar la desconexión programática de la izquierda con sectores sociales que experimentan mayor privación.»
El resultado del plebiscito del 4 de septiembre pasado, más allá del debate generado para entender qué ha pasado en Chile en los últimos dos años, descubrió un severo problema de representación en el progresismo chileno, consistente en el debilitamiento de la conexión de este con su base electoral, tanto en partidos de la centroizquierda, heredera de la Concertación, como en los del Frente Amplio (FA) y del bloque Apruebo Dignidad (AD).
Es cierto que la crítica elaborada desde la nueva izquierda hacia los partidos tradicionales fue efectiva al erosionar la legitimidad de las dos coaliciones de la transición a la democracia en Chile, pero ello no significa necesariamente que tal impugnación estuviera construida sobre evidencia empírica consistente. Más bien, pareciera ser que la efectividad erosiva al legado de la Concertación y la Nueva Mayoría fue resultado de transformaciones en la representación partidaria que exceden a la oferta progresista ascendente desde 2017. El rápido desgaste del gobierno de Gabriel Boric —con una inédita caída en la aprobación presidencial de 23% en sus primeros siete meses— podría constituir, en ese sentido, un síntoma de la patología de la desconfianza estructural frente a los gobiernos que hoy afecta a diversas democracias en el mundo (y a la chilena en un nivel superlativo).
Complementariamente, el progresismo deberá enfrentar las consecuencias de la paradoja de un gobierno con vocación «transformadora» pero minoritario, así como de la pérdida de la articulación partidaria con aquellos sectores de mayor vulnerabilidad del país. Este fenómeno inadvertido o ignorado por la Concertación, podría constituir un problema mayor para la izquierda chilena, estructurada históricamente a partir de partidos de «base clasista» [ROBERTS, K.]. Para el presidente Boric, lo anterior generaría un obstáculo insalvable en el esfuerzo de superar su condición minoritaria, por la incapacidad —suya y de sus equipos— de deconstruir sus propios marcos interpretativos referidos a la base electoral que representan.
Existe evidencia reciente que muestra que en el período 1948-2020 se han producido a nivel internacional cambios en la composición del electorado de los partidos de izquierda, destacando que esta nueva base electoral se caracteriza por un mayor capital cultural y el haber accedido a la Educación Superior. Es un proceso que ha determinado cambios relevantes en la oferta de los partidos progresistas [GETHIN, MARTÍNEZ-TOLEDANO y PICKETTY 2021].
Por su parte, el electorado de derecha se caracteriza hoy por menor educación formal, lo que también condiciona la oferta programática de los partidos del sector. En el caso chileno, el debate por la movilización electoral de sectores con ciertos atributos podría generar creciente tensión táctica entre el PC y los partidos del FA, divididos por interpretaciones contradictorias respecto de sus bases sociales de apoyo. También se observan fisuras al interior de la derecha, que podrían explicarse parcialmente por objetivos distintos de movilización electoral.
Un análisis rápido de la composición del respaldo electoral para la oferta de los sectores progresistas confirma que buenos resultados electorales pueden encubrir realidades más grises. Los gráficos 1 y 2 presentan correlaciones entre el porcentaje de votación «progresista» en los últimos dos años (primera vuelta presidencial 2021 y plebiscitos de entrada y de salida) y el índice de pobreza multidimensional (IPM, elaborado en base a la Encuesta CASEN que incluye diversas dimensiones potenciales de privación, tales como educación, salud, vivienda, trabajo y seguridad social). Si observamos los resultados de la primera vuelta de la elección presidencial (21 de noviembre de 2021), desagregados con datos a nivel regional [GRÁFICO 1] , se advierte que la votación de Gabriel Boric disminuyó cuando aumentó la pobreza multidimensional (estimada por el IPM de CASEN), mientras que el porcentaje de la votación de J. A. Kast aumentó de manera directa respecto de la estimación de pobreza multidimensional (IPM).
GRÁFICO 1: Porcentaje de votación y pobreza multidimensional por región (elección presidencial – Chile, nov. 2021)
Fuente: Elaboración propia con datos SERVEL (2021) y CASEN (2017)
Estos resultados de la primera vuelta presidencial de 2021 muestran dos características relevantes de la crisis de representación política en los nuevos sectores del progresismo chileno. Por una parte, el anclaje del progresismo en un electorado históricamente «atípico» para el sector (electorado de menor vulnerabilidad), aunque consistente con los cambios de las bases electorales en otras democracias descritas en la literatura reciente. En este contexto, el progresismo emergente que no se apoya en la capacidad de movilización de los más vulnerables podría profundizar la desconexión programática de la izquierda con sectores sociales que experimentan mayor privación . Este alejamiento de la «política de los pobres» por parte de Apruebo Dignidad, podría explicar también cierta propensión de la coalición oficialista a la autolimitación estratégica que se expresa en la dificultad para expandirse más allá de sus grupos de origen, atrofiando el crecimiento potencial de los apoyos del gobierno.
Aunque el cambio de tendencia entre el plebiscito de entrada en 2020 y el plebiscito de salida en 2022 requiere de una explicación más exhaustiva, los anclajes sociales del voto Apruebo y Rechazo confirman la pérdida de conexión de la oferta progresista con los sectores de mayor pobreza multidimensional [GRÁFICO 2]. Tanto en el caso del voto Apruebo en el plebiscito de entrada como en la consulta del 4 de septiembre, y con diferencias significativas en los porcentajes de respaldo, en ambos momentos se observa una correlación inversa de esta opción con el IPM. Vale decir, a mayor pobreza multidimensional, menor porcentaje de votación por el Apruebo. Por su parte, se observa una correlación directa entre las preferencias por el Rechazo y el IPM, lo que muestra que la principal base electoral del Rechazo estuvo en los sectores de mayor vulnerabilidad. Mensajes de frustración, que enrostraron el triunfo del Rechazo en comunas de mayor pobreza e incluso de zonas de sacrificio, reflejaron la incapacidad de traducir y representar la «política de los pobres» en una élite progresista emergente que por momentos permanece en los encuadres retóricos y programáticos de la política universitaria.
GRÁFICO 2: Porcentaje de votación y pobreza multidimensional por región (plebiscitos de Entrada y Salida – Chile 2020/2022)