El «votante medio» que inclinó la balanza en el plebiscito
12.10.2022
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12.10.2022
El debate en curso atribuye el triunfo del Rechazo a sentimientos multicausales, asociados al antielitismo, rechazo a la gestión del gobierno, desinterés en la política o preferencias ideológicas previas. Dos investigadores responden desde la estadística, perfilando así mejor a los votantes: «Las personas ubicadas en el centro ideológico votaron en forma contundente por el Rechazo, de modo que el votante medio determinó, en buena parte, el resultado de la elección».
Desde el 5 de septiembre, el debate público ha buscado dar con algunas de las razones por las cuales la propuesta de texto constitucional fue rechazada. Nosotros mismos en una columna previa [ver «¿Pesó la desinformación en el Rechazo? Una respuesta estadística» en CIPER 13.09.2022] mostramos que, en buena medida, una de las razones por las cuales los electores se inclinaron hacia el Rechazo del proyecto de nueva Constitución fue el contenido mismo de la propuesta, y no realmente la falta de información sobre esta. En otro texto de opinión, Noam Titelman divide las explicaciones sobre el plebiscito en dos alternativas (no necesariamente excluyentes): el resultado habría estado determinado por el llamado el ‘votante medio’, o por una inversión de la lógica antiélite.
La primera explicación, de acuerdo a Titelman, pone fin a la contraposición entre «los de arriba» y «los de abajo» presente en el plebiscito de entrada, e implica el retorno de la clásica disputa política entre izquierda y derecha. Más específicamente, la propuesta de texto constitucional se habría ubicado demasiado hacia la izquierda, de modo que el votante medio, ese que se ubica justo al centro de la distribución ideológica de la población y que por ende define la opción mayoritaria, optó por el Rechazo. La segunda explicación plantea que el clivaje entre «los de «arriba» versus «los de abajo» se habría mantenido, pero si durante el estallido social y plebiscito de entrada el grupo antiélite (asociado al «abajo») habría sido sinónimo de izquierda, en el transcurso del trabajo de la Convención la derecha también habría logrado encontrar su expresión allí. Es algo similar a lo que plantea Carlos Meléndez: quien inclinó la balanza hacia el Rechazo el 4 de septiembre habría sido un votante antiestablishment y desafecto de la política, que ante un escenario de incertidumbre política y económica vota «con bronca» en contra de aquello que es percibido como elite. El columnista no asocia tal sentimiento con un sector político en particular; más bien, lo describe como transversal al electorado chileno, con independencia de la identificación ideológica.
Lo anterior implica que una explicación global del triunfo del Rechazo el 4 de septiembre debería considerar las actitudes y preferencias de largo plazo del electorado chileno; esto es, de factores que vayan más allá de los elementos causalmente inmediatos, tales como la imagen de la Convención, la aprobación del gobierno o la evaluación del texto, entre otros. En la presente columna buscamos aportar en esta dirección, considerando la posible influencia de tres disposiciones políticas claves de los votantes: preferencias ideológicas, orientación antiélite y nivel de desafección política. Para esto, al igual que en nuestra columna anterior, utilizamos una encuesta realizada por la empresa Cadem durante la semana previa al plebiscito de salida, con 1.500 casos (de los cuales el 57.3% se inclinó por el Rechazo, y el 39.6% lo hizo por el Apruebo), a partir de un panel online probabilístico.
Para medir el nivel de antielitismo construimos un indicador compuesto a partir de una serie de preguntas comúnmente usadas para tal fin, y cuyos valores agrupamos en cuatro tramos (de nivel bajo a alto) [1]. De haber habido un voto visceral en los términos de Meléndez, esto se debería traducir en que esta variable tenga un efecto positivo hacia el voto del Rechazo. Para medir la ideología de los votantes, consideramos una escala de autoidentificación ideológica que va del cero (izquierda) al diez (derecha) agrupada en cinco tramos [2]. Siguiendo la hipótesis del votante medio, las personas de derecha, de centroderecha y de centro, en comparación con las de izquierda se deberían haber inclinado por el Rechazo. Por último, y siguiendo las ideas de Hetherington (2006) hipotetizamos que un mayor nivel de desconfianza en las instituciones políticas del país y/o un mayor desinterés en la política, en general promueven un mayor recelo y cinismo hacia la capacidad del sistema político de emprender grandes reformas, lo que también habría favorecido el Rechazo. [3] Algo similar plantea Ostiguy [ver «Ni “pueblo” ni “élites”: otro diagnóstico del estallido social al Rechazo», en CIPER-Opinión 30.09.22], cuando argumenta que en Chile se ha instalado una cultura política escéptica que favorece el voto «en contra»’ de lo que sea; y, en este caso, de la propuesta constitucional.
Para estimar los efectos de estos factores sobre el voto, calculamos un modelo de regresión lineal, en el que la preferencia por el Rechazo (versus el Apruebo) es función de la ideología, antielitismo y desafección política de los encuestados. También controlamos por factores sociodemográficos clave (edad, sexo y educación). Los resultados son presentados en la Figura 1. Los puntos reflejan la diferencia en la probabilidad de votar Rechazo entre el valor de cada variable detallado en el eje vertical, y el valor de referencia de la variable (indicado entre paréntesis). A modo de ejemplo, cuando consideramos el género de los entrevistados, vemos que la probabilidad de votar Rechazo es cinco puntos porcentuales menor entre las mujeres comparadas con los hombres. Las líneas horizontales reflejan los intervalos de confianza; en el caso que estas líneas crucen la línea roja vertical, las diferencias no son estadísticamente significativas.
Del gráfico emergen múltiples resultados interesantes:
Primero, el antielitismo tuvo un efecto negativo y de gran magnitud sobre el voto por el Rechazo: quienes poseen el nivel más alto de antielitismo, en comparación con los de menor nivel, tuvieron una probabilidad de 37 puntos porcentuales más baja de votar por el Rechazo. En consecuencia, si la derecha logró construir un sentimiento antiélite ello no parece haber contribuido a la victoria del Rechazo. Más bien, el sentimiento antiélite que emergió durante el estallido social y se canalizó en la Convención Constitucional fue un fuerte soporte actitudinal a favor del Apruebo.
Segundo, el voto estuvo fuertemente influenciado por la posición ideológica de las personas. En comparación con quienes se identifican con la izquierda, las personas que se posicionan en el centro se inclinaron más a favor del Rechazo en 42 puntos, mientras que aquellos que no se identifican con posición alguna se inclinaron más a favor en 31 puntos porcentuales. Como es de esperar, esta diferencia crece aún más entre las personas de derecha y centroderecha, donde sobrepasa los 60 puntos porcentuales. También es de notar que, pese a no tener un efecto significativo, las personas de centroizquierda fueron levemente más propensas a votar Rechazo que las de izquierda, algo que también puede ser indicativo de la percepción que la ciudadanía (de distintos colores políticos) tuvo del texto constitucional.
Por último, niveles más elevados de desafección política, ya sea como menor confianza institucional o interés en la política, también jugaron a favor del Rechazo, aunque la magnitud de sus efectos es más pequeña y sólo significativa para el interés: comparadas con quienes no tienen interés en política, las personas que respondieron tener algo, bastante o mucho interés tuvieron una probabilidad de 7 a 8 puntos porcentuales más baja de votar por el Rechazo. Si bien estos efectos son pequeños, el voto obligatorio justamente incentivó la participación de los más políticamente apáticos, por lo que la influencia de este factor no es trivial.
En definitiva, en la elección del plebiscito de salida el clásico eje articulador de la política chilena, el eje izquierda-derecha [VISCONTI 2021] siguió siendo un determinante fundamental del resultado, si bien no el único. Las personas ubicadas en el centro ideológico, que capturan el 30% de nuestra muestra, votaron en forma contundente por el Rechazo, de modo que el votante medio determinó, en buena parte, el resultado de la elección. Al hacerlo, no sólo le propinó una dura derrota electoral a la izquierda chilena, sino que también mostró que el electorado no es una entidad voluble, antojadiza ni fácilmente manipulable, sino que articula su comportamiento sobre la base de consideraciones ideológicas, y por ende pertinentes a la hora de evaluar un texto constitucional. Asimismo, los resultados sugieren que el sentimiento antiélite no es predominante entre el electorado chileno, sino que se trata de un electorado más bien programático, que ante la posibilidad (real o ficticia) de que el texto constitucional no lo represente o perjudique, se inclinó a rechazarlo.
•Agradecimientos: Este trabajo contó con el apoyo de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), a través de los proyectos Fondecyt Regular N° 1200534 y CONICYT/FONDAP/15130009.
[1] El indicador de antielitismo fue construido a partir del nivel de acuerdo o en desacuerdo de los encuestados con las siguientes afirmaciones: a)Las decisiones más importantes deberían ser tomadas por el pueblo y no por los partidos políticos; b)Las diferencias políticas entre la élite y el pueblo son más grandes que las que existen dentro del pueblo; y c)Preferiría ser representado por un ciudadano común que por un político experimentado.
[2] Los tramos corresponden a: a)Izquierda (0-2), b) Centro-Izquierda (3-4), c)Centro (5), d) Centro-Derecha (6-7); y e)Derecha (8-10). También se crea un grupo adicional para captar a las personas que indican no identificarse con ninguna posición ideológica (sin identificación partidaria).
[3] El interés en política fue medido a partir de la siguiente pregunta: «En términos generales, ¿Qué tan interesado/a está usted en la política?»; con respuestas ordinales que van desde ‘Nada interesado’ (1) a ‘Muy interesado’ (5). La confianza en las instituciones políticas se midió como un índice compuesto que combina las respuestas de los entrevistados respecto al grado de confianza que tenían en el Congreso, los partidos políticos y el Poder Judicial. Para cada institución se usó una escala ordinal de 5 puntos; que varía desde ‘Ninguna confianza’ (1) hasta ‘Mucha confianza’ (5).