Llueve un poco, y se olvida la sequía
03.10.2022
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03.10.2022
Las precipitaciones de invierno sacaron de los comentarios a la megasequía en Chile. Pero su urgencia persiste. En columna para CIPER, un especialista en el tema expone la necesidad apremiante de determinar pronto medidas que compensen la escasez hídrica tanto para consumo humano como para la actividad agrícola, y recuerda: «Lucrar en exceso ante las emergencias de la nación es lo que esperan siempre los especuladores.»
Como este año llovió, no se ha seguido hablando de sequía en Chile. La nota del día es que a un 35% de las comunas del país se les está levantando ahora la declaración de escasez hídrica. Miel sobre hojuelas: llueve un poco y se olvida la sequía, un problema menos para agobiada la autoridad (concentrada en el cambio de la Constitución).
Pero como el cambio climático sigue presente, hay que trabajar alternativas para tener agua para el consumo humano y la actividad productiva —incluyendo el riego— si la sequía sigue su ciclo, que fue interrumpido este invierno con lluvias propias de un año normal.
Las alternativas son dos: el reciclaje de las aguas, tema bastante estudiado, y por cierto está lo de disponer de agua de la costa. Todo el mundo habla de desalar, hay experiencia en Chile y mucha; pero a mí me gusta más el proyecto que traería aguas sobrantes desde el sur. Con él, de partida te ahorras el tema de la sal, traes esa agua dulce a través de un ducto submarino y lo vas distribuyendo a lo largo de la costa rumbo al norte. Es una idea viable y por cierto más ecológica. Cuando hablamos de sobrantes, nos referimos a aquellas aguas que están a punto de irse al mar, de las que hoy se pierden millones y millones de metros cúbicos que ya no se usaron en esas cuencas.
Con todo, digamos claramente que desalación o agua desde el sur son procesos caros con gran consumo de energía. Aparte de «producir agua dulce» se debe impulsar y conducir las aguas, tareas cuyo costo se suma (y mientras más arriba esté la localidad, más alto será el costo). Atender el consumo humano, que en los hechos constituye un porcentaje bajo del total del consumo, da lugar a plantas comparativamente pequeñas, pero que son caras de operar y en las que, ante la emergencia, el Estado no tendrá dudas en invertir y asumir los gastos de operación (aunque sus montos signifiquen el equivalente a un súper Transantiago si esas aguas deben alcanzar alturas y una población como la de Santiago).
Dicho eso, llevar agua al mundo agrícola, que requiere de agua en grandes volúmenes, sí que transforma el costo de operación en un ítem de gastos imposible de asumir por el Estado.
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Para disminuir el costo de producción, impulsión y traslado de agua, lo inteligente es usar energías alternativas de manera sinergética. Las tecnologías existen (fotovoltaica, central hidráulica de acumulación por bombeo, impulsión) y son conocidas en Chile. El tema es financiero. Desde lo técnico se genera electricidad fotovoltaica en el día y se eleva una cantidad de agua determinada, que almacena en forma de energía potencial, en la noche se invierte el sentido del flujo, y se genera energía.
Se trata de fijar un precio razonable para el mundo del agro, establecer la demanda y desarrollar tamaños de plantas de energía alternativas, que generen lo necesario para hacer funcionar todas las plantas y excedentes energéticos para vender en un mercado siempre ávido de energía, en especial en momentos de alta demanda nocturna. Eso, más la venta del agua a un precio base, hace posible salvar la agricultura en todo Chile.
Desde la universidad lo hemos explicado en casi ochenta charlas a diversos equipos del Estado y de privados, a nivel municipal, local e institucional; incluyendo la Mesa Nacional del Agua y la Comisión de Desertificación, Recursos Hídricos y Sequía del Senado [TV Senado; 1:15:00]. La única crítica que hemos recibido es que el proyecto es muy barato porque los gastos generales y utilidades que determinamos son los que se ocupan en los países desarrollados y no los que vemos en Chile. Siempre argumentamos que licitaciones de este tipo tienen un carácter internacional por la vía de concesiones, y que en ese escenario los precios de inversión se establecerán en ese rango. De paso, nunca sería más virtuoso el mecanismo de inversiones por concesiones que colaborar a solucionar el tema del agua en Chile.
Por cierto, para que la iniciativa tenga éxito el Estado debe innovar, abandonar el inmovilismo y legislar para que sea posible que Agua y Energía sean considerados a la vez y no de manera sectorial como se hace hasta hoy. Las llamadas metodologías multicriterio esperan su momento, y este no puede ser más oportuno.
Ahora nos preparamos para presentar (en diciembre próximo) a la unidad de Concesiones una propuesta para producir y trasladar grandes volúmenes de agua a bajo costo mediante la sinergia de energía alternativas centrada en las emblemáticas cuencas de los ríos La Ligua y Petorca. Esperamos no sufrir el silencio burocrático que frena y desalienta, como ocurre, por ejemplo, con la iniciativa de traer agua desde el sur. Tal silencio burocrático solo trae resquemores. Un sí o un no a la declaración de «interés público», dentro de los tiempos fijados por los mecanismos e instituciones del mismo Estado, es imperioso y necesario. Más aun si consideramos que los autores de esta propuesta la hemos hecho a la fecha ad- honorem, por el sentido de urgencia que el tema requiere y porque sentimos que el sistema universitario chileno debe decir algo, y proponer soluciones razonables (cuando nadie más los hace más allá de los eternos y consabidos diagnósticos).
Si es un «no», el esfuerzo de los proponentes llega hasta ahí y ya está. Si la respuesta es un «sí», entonces los proponentes buscarán alianzas y desarrollarán los diseños de ingeniería de cada propuesta para consideración de las comunidades y del mismo Estado. Hay que avanzar, no se puede esperar a que lleguemos más allá de la catástrofe para hacerlo, cuando el Estado termine por comprar todo a precios exorbitantes.
Lucrar en exceso ante las emergencias de la nación es lo que esperan siempre los especuladores. Todos lo sabemos en este país, y estamos aburridos de ser testigos de eso.