Después del Rechazo: desafíos para la cohesión social
09.09.2022
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
09.09.2022
Los resultados electorales del plebiscito fueron la voz de una mayoría ciudadana. Lo que corresponde ahora, recuerda esta columna de opinión para CIPER, es que la institucionalidad cumpla su función: «Hay que abordar la pregunta por lo que nos es común, no solo desde una dimensión negativa (evitar abusos, discriminaciones) sino también positiva (identificación nacional, afecto hacia el colectivo). Esto no significa imaginar el país como una comunidad homogénea que no existe, pero sí apelar a un sentido de pertenencia del cual todos y todas podamos ser actores relevantes, por el mero hecho de ser parte de este país y de su historia.»
Diferentes ideas de cohesión social se han posicionado en estos días como una clave, al menos discursiva, para distintas posiciones políticas frente a los resultados del plebiscito del pasado domingo. Desde los defensores de un Estado social de derecho capaz de «robustecer la cohesión social» al símbolo de una Constitución tan cohesionada entre diversidades que fuese «una que nos una». Al acusar recibo del triunfo del Rechazo, el presidente Gabriel Boric manifestó que el país «nos exige encontrarnos, cohesionarnos, superar esas diferencias»; mientras que el líder empresarial Juan Sutil destacaba al día siguiente «el imperativo ético» de construir una nueva Constitución capaz «de generar cohesión social».
Ciertamente, el concepto mismo de cohesión social puede resultar flexible y difuso, sujeto a interpretaciones normativas. Sin embargo, hay ciertos ejes comunes que nos pueden ayudar a situar la discusión actual a la luz de lo que fue el trunco proceso constitucional recientemente plebiscitado, así como los desafíos que se abren hacia adelante. Para ello, resulta importante comprender la cohesión como aquella característica de los vínculos sociales que nos permiten comprendernos en forma solidaria dentro de una sociedad. Y, lo que es fundamental, esta característica debe ser comprendida en dos dimensiones profundamente conectadas: a)un eje horizontal, vinculada al trato entre los ciudadanos y los niveles de asociatividad; y b)otro vertical, referido a las relaciones con las instituciones y la participación política) [ver COES 2021, Ministerio de Desarrollo Social y Familia 2020].
¿En qué pie queda la cohesión social en Chile tras el plebiscito? Partamos por lo positivo:
●La elección resultó impecable y sorprendentemente masiva. Los 13 millones de votantes, sumados a las 500 mil personas que dejaron constancia de encontrarse lejos de sus locales de votación, configuraron un escenario en el cual solo una pequeña proporción de la población hizo caso omiso a la obligatoriedad del proceso. En otro hito, la exitosa asignación de locales por parte del SERVEL llevó a que familias y vecinos pudieran encontrarse cívicamente. Estos procesos de participación les dan un respiro a los preocupantes niveles de confianza institucional e involucramiento político que han persistido por varios años en el país. Esto no solo es positivo para el sistema político: la confianza en las instituciones se relaciona con mayor confianza entre las personas, generando un círculo virtuoso que ha sido descrito como el santo grial de la cohesión social.
●Al mismo tiempo, la transversalidad del resultado no dejó a la vista fracturas sociales que añadan obstáculos adicionales a los próximos pasos. Desde luego que fue un proceso tenso, pero no se observaron clivajes fuertes (étnicos, religiosos, metrópoli versus regiones ni de clase), que sí se han visto en elecciones en otros contextos (como el Brexit en Reino Unido o las presidenciales en Estados Unidos) y que tienden a generar dinámicas polarizantes.
Lo anterior no es poco para un país que ha estado contra las cuerdas, que en los últimos años ha coqueteado con los extremos políticos, que vivió una crisis profunda de derechos humanos, y que destapó casos de corrupción que afectaron transversalmente a instituciones políticas, de orden y privadas.
Ahora, sobre los desafíos:
●No nos engañemos, las tareas que recaen sobre la cohesión social en Chile siguen siendo enormes: generar mayor confianza, aumentar los niveles de asociatividad, levantar un soporte solidario, legitimar el orden institucional más allá de su capacidad de coerción. Por supuesto no hay soluciones para déficits que se arrastran por décadas, pero sí dinámicas que debieran desarrollarse para propender a recomponer la confianza en los lazos sociales.
Al respecto, es fundamental abordar en el corto plazo al menos dos elementos fundamentales que quedaron expuestos tras los resultados del plebiscito:
(i) Institucionalidad creíble. Deben generarse muestras concretas de que la institucionalidad cumple los compromisos y que ello lo hace de forma justa y eficiente. Cambios en el sistema de pensiones, política antidelincuencia y de orden público, y reforma tributaria deben mostrar avances concretos. Con discusión, desde luego, pero lejos de los tonos e interpretaciones extremas de las que fuimos testigos durante los últimos meses. Al mismo tiempo, deben generarse las conversaciones sobre el nuevo proceso constituyente. Conversaciones que se enmarquen en el Parlamento y los partidos políticos, pero con señales claras de apertura a otros actores. Solo en la medida en que ambas rutas avancen, la ciudadanía podrá ir confiando e involucrándose nuevamente en la construcción de una nueva Constitución. El respaldo de legitimidad política que significó el plebiscito es solo un equilibrio frágil y momentáneo. El sentido de urgencia —con el consiguiente sentido de responsabilidad y de sacrificio de los intereses particulares— debe empujar a los partidos y al gobierno.
(ii) Búsqueda de lo común. La relevancia que adquirió la bandera no constituye un fetiche nacionalista. La dimensión simbólica de las constituciones resulta fundamental. La propuesta fragmentaria no hizo sentido, no porque la gente no quiera mayor igualdad de género o inclusión de los pueblos originarios. Necesitamos comprendernos dentro de un colectivo. Las personas buscan no solo tener una imagen positiva de sí mismas, sino también de los grupos a los que pertenecen. Hay que abordar la pregunta por lo que nos es común, no solo desde una dimensión negativa (evitar abusos, discriminaciones) sino también positiva (identificación nacional, afecto hacia el colectivo). Esto no significa imaginar el país como una comunidad homogénea que no existe, pero sí es posible apelar a un sentido de pertenencia del cual todos y todas podamos ser actores relevantes, por el mero hecho de ser parte de este país y de su historia. Haciéndonos esta pregunta, podrá primar el patriotismo y no el nacionalismo, configurando una visión compartida que representa y que da espacio a las diferencias.
El 62% del Rechazo no es un cheque en blanco. El desafío es enorme y los tiempos para la política son cada vez más acelerados. No es el momento de eslóganes vacíos tratando de apelar a una cohesión igualmente vacía. La ciudadanía hizo su parte. Ahora, sí: que la institucionalidad cumpla con la suya.