«Mi país imaginario», de Patricio Guzmán: el necesario y simple acto de recordar
11.08.2022
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11.08.2022
Hoy llega a salas del país el más reciente documental del realizador chileno residente en Francia. El vínculo entre las luchas colectivas de su juventud con el estallido social de 2019 es una de las guías del filme: sobre sus componentes, fortalezas y también lo que el autor estima como ingenuidad en la lectura de los cambios sociales se extiende este comentario para CIPER.
Recién el 10 de septiembre de 2021, La batalla de Chile se mostró por primera vez en televisión abierta chilena, en el canal La Red. La emblemática trilogía de Patricio Guzmán (compuesta por tres filmes que en total se acercan a las cuatro horas de extensión) nunca fue emitida antes por TVN, pese a contar con los derechos de exhibición, y entonces pudo ser vista de manera masiva por los chilenos 45 años después de haber sido estrenada (lo que, entre otras, provocó reacciones de auspiciadores del canal privado).
Probablemente, La batalla de Chile sea el filme chileno más demonizado de la historia; y el que más temores aún despierta. Su sombra se extiende a lo ancho de Mi país imaginario, el nuevo documental que el realizador chileno Patricio Guzmán estrena en salas locales hoy jueves 11 de agosto. Entre uno y otro filme existe una especie de cordón umbilical, separado por casi medio siglo. Las imágenes de aquel país que los jóvenes de los años setenta soñaron con construir y que fue aplastado brutalmente por el Golpe militar de 1973, revivieron para Guzmán con el estallido social de 2019.
El director diría más tarde en un comunicado de prensa: «Chile había encontrado su memoria. El evento que esperaba desde mis años de estudiante, finalmente sucedía».
Ver a la ciudadanía en la calle tomando las riendas de su destino, en una singular amalgama de alegría participativa e indignación por décadas de postergaciones, fue una epifanía para Guzmán, quien para octubre de 2019 presentaba en París su documental La cordillera de los sueños. Rápidamente organizó desde Francia un equipo de filmación en Chile para registrar las manifestaciones. Un año después vino al país a realizar entrevistas y a filmar el plebiscito por una nueva Constitución.
Con su característica voz en off en primera persona, Guzmán relata en este nuevo documental que aquella búsqueda de cambios sociales que había retratado en La batalla de Chile se convirtió con los años en la de un «país imaginario», que solo existía en su mente. Por ello la explosión social del 18-O la expone desde una mirada maravillada por los cambios y las energías que fluyen en esta «segunda revolución chilena», como la define en el filme.
Esta perspectiva de ver con otros ojos un deseo de cambio, el director lo centra en las mujeres: hablan frente a su cámara la periodista Mónica González, la politóloga Claudia Heiss, la ex constituyente Elisa Loncón, las integrantes del colectivo Las Tesis y una integrante de la llamada «primera línea», entre otras que fueron convocadas por el cineasta para dar cuenta de este deseo de cambios que desde la calle, y como una oleada incontenible, llevó a un plebiscito para elegir una Convención Constituyente y la redacción de una nueva Constitución para Chile.
Lo paradojal es que, aunque han transcurrido tres años desde la revuelta, aquellos registros y testimonios parecen imágenes de hace décadas. Mi país imaginario recoge un estado anímico tan distinto al actual que cuesta reconocer en ello lo que hoy estamos dirimiendo para el futuro del país. Lo que en su momento era una épica colorida y bullente por cambios profundos, hoy parece ser una disputa por intentar ganar aplicando el menor control de daños posible. ¿Qué ocurrió con el fondo de esa manifestación de 1,2 millones de personas exigiendo cambios y este momento?
No se puede desconocer que la pandemia y la crisis económica han reorientado las preocupaciones hacia un imperativo de sobrevivencia, y en esa coyuntura aquellos a los que se les dijo que se hicieran a un lado han vuelto a tomar el control y hoy luchan encarnizadamente por no perder sus espacios de privilegio, a la vez que se han mostrado incapaces de entender el sentido de los cambios y se han saltado un «cambio epocal», como advirtió el ex constituyente Patricio Fernández en El País. Es curioso que los dirigentes políticos que ponen como argumento el haber luchado contra la dictadura de Pinochet desconozcan el inmenso deseo de cambios que millones expresaron en la calle, pero que hoy parece no tener el mismo valor que en el pasado.
Ante este maremágnum de intereses creados, distorsiones y pequeñeces, lo que propone el nuevo documental de Patricio Guzmán es volver a algo tan simple como necesario: recordar. La obra completa del director se ha levantado sobre el imperativo de recuperar la memoria ante un país empecinado en olvidarla (de parte de, digamos, ciertos sectores que han detentado el poder). Esta vez parece decirnos que no podemos dejar recordar que, hace muy poco, un pueblo salió a la calle a exigir cambios profundos, y que en esa manifestación hubo personas que murieron, otras que fueron mutiladas y algunas encarceladas injustamente.
Debe sin embargo hacerse notar que la mirada de Guzmán no ve fisuras en esta expresión social. Su visión romántica y algo naíf no advierte las contradicciones y tensiones surgidas tras el estallido, tales como la violencia desmedida y los daños a los espacios públicos; y en cambio se centra en celebrar la épica colectiva de esas imágenes que la hermanan con La batalla de Chile (basta notar la elección de afiche para el filme). Es una mirada reduccionista que pone a Mi país imaginario lejos de sus grandes obras, pero que tiene el valor de recordarnos el poder legitimador de las mayorías; aquel que, en la planilla de cálculos de la clase política, ha quedado reducida a una anécdota. No está de más recordar el deseo y sacrificio de millones que salieron a exigir cambios con poco que perder en el esfuerzo y que hoy parecen no ser escuchados. Un documental como éste permite, entre otras cosas, recordar cuál fue el origen y la fuerza inicial de lo que estamos a punto de decidir como país.