4-S: «La madre de todas las batallas»
05.08.2022
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05.08.2022
La decisión sobre la propuesta de nueva Constitución abierta en un mes más a la ciudadanía ha visto, entre otros enroques, la reconfiguración de fuerzas políticas y sus énfasis de acción. Esta columna para CIPER los analiza en sus fortalezas y ligazones, tanto en el sector del Apruebo como del Rechazo: «El plebiscito de salida se diferencia de la configuración política alcanzada en el de entrada, mostrando cada vez más una división de los bandos políticos que pareciera replicar los patrones producidos en la segunda vuelta presidencial Kast-Boric.»
Quizás la mejor manera de graficar el momento político que vive el país sea rememorando la clásica imagen de aquellas batallas premodernas en las que dos bandos en disputa comienzan a agruparse, alinearse y desplegarse en el campo de batalla. Nos encontramos en el preámbulo de «el momento decisivo».
Esta imagen permite ilustrar el escenario político configurado en Chile a un mes del plebiscito del 4 de septiembre de 2022, y que algunos sectores han llamado «la madre de todas las batallas». Viene a completar un extraordinario ciclo electoral de cinco años (2017-2022), periodo en que las relaciones de fuerza al interior del sistema de partidos han cambiado sustancialmente [ver columna previa del autor en CIPER, «La crisis de hegemonía en un ciclo electoral aún abierto»; 26.11.2021].
Reconocer el carácter «decisivo» del plebiscito de salida no significa establecer que, con la entrega de los resultados y la ratificación de la opción ganadora se produce «el fin de la historia», ya que el 5 de septiembre inicia un nuevo momento de la disputa constituyente. Y aquí la pregunta crucial es: ¿nos levantaremos al día siguiente regidos por la Constitución de 1980 o por la Constitución de 2022?
I. LA BATALLA DEL 4-S: MÁS PARECIDA AL BALOTAJE PRESIDENCIAL (dic. 2021) QUE AL PLEBISCITO DE ENTRADA (oct. 2020)
Para analizar la actual composición de los bandos políticos configurados tras las opciones del Apruebo y del Rechazo a un mes de una contienda crucial, es necesario contrastar los patrones que los distintos grupos han desplegado en algunos comicios previos. En este contexto, particularmente ilustrativas son las «batallas electorales» del plebiscito de entrada (25/10/2020) y el balotaje que enfrentó a José Antonio Kast y Gabriel Boric, en diciembre de 2021.
En términos comparativos, podemos establecer que el plebiscito de entrada registró una anómala distribución de los bandos que se posicionaron detrás de las opciones del Apruebo y del Rechazo. El ejemplo más notable de esta anomalía quedó registrado en los oportunistas «cambios de equipo» de ciertos militantes históricos de la UDI ― entre ellos, Joaquín Lavín, Pablo Longueira, y Gonzalo Müller― que se animaron a apoyar la opción por el Apruebo.
¿Cuáles fueron los factores que alentaron esta anómala distribución de las posiciones políticas? Primero, la llegada de la pandemia; un fenómeno global que impactó sanitaria, económica y políticamente a la dimensión local, y que entre uno de sus tantos efectos provocó también el retraso del cronograma electoral original. Segundo, la clara tendencia favorable que mostraba la opción por el Apruebo ya desde fines de 2019, la cual se confirmaría con la abrumadora mayoría de casi un 80 por ciento de respaldo para redactar una nueva Constitución (primera papeleta) mediante una Convención Constitucional (segunda papeleta).
Mi hipótesis es que esta «anomalía» generó una suerte de distorsión que ha impedido observar adecuadamente el reordenamiento de las fuerzas políticas y, muy especialmente, la de aquellos grupos conservadores que tuvieron un papel predominantemente hegemónico en el Chile que despunta con el plebiscito del 5 de octubre de 1988 y fenece casi treinta años más tarde con el Estallido del 18 de octubre de 2019.
En efecto, el plebiscito de salida del 4-S se diferencia de la configuración política alcanzada en el plebiscito de entrada del 25-O, mostrando cada vez más una división de los bandos políticos que pareciera replicar los patrones producidos en la segunda vuelta presidencial Kast-Boric.
II. EL BANDO DEL RECHAZO Y LA PROFECÍA AUTOCUMPLIDA DE J. A. KAST
Con la presentación de la autodenominada «Centroizquierda por el Rechazo» comienza a concluir el proceso de aglutinamiento de fuerzas políticas. Los contornos del Rechazo se extienden hasta el partido Republicano de José Antonio Kast, y pasan también por los partidos de la derecha (UDI, RN, Evópoli) y el expresidente Sebastián Piñera (único exmandatario vivo que no ha fundamentado su opción (o visión) de cara al plebiscito).
La conformación de «Centroizquierda por el Rechazo» es característica de los alineamientos políticos que pueden emerger en períodos de crisis de hegemonía. Se trata de un colectivo relativamente diverso y compacto, entre cuyos componentes «Una que nos Una», por ejemplo, ha sido asociado a ciertos cuadros tecnocráticos de la derecha partidista; y «Amarillos por Chile» ha demostrado tener un extraordinario peso mediático; capaz de instalar a sus vocerías en los más influyentes medios sin registrar un solo parlamentario entre sus filas (conforman también el colectivo los grupos «Ni esta ni la anterior, Rechazo por una mejor» y «Movimiento Proyecta», más dirigentes sociales y figuras independientes).
Pero lo verdaderamente relevante acaso sea descifrar la actuación del grupo político determinante dentro del conjunto, que no es otro que aquellos sectores de la Democracia Cristiana que fueron derrotados tanto en la última medición partidaria que oficializó a la opción del Apruebo como la postura oficial del partido, como en el ya casi olvidado contexto de las elecciones presidenciales del año 2017, cuando el sector que había diseñado la estrategia del «camino propio» terminó sucumbiendo junto con la candidatura de Carolina Goic, quien finalizaría en el quinto lugar de la contienda.
En efecto, este espectro reúne a políticos de dilatada trayectoria parlamentaria, tales como la senadora Ximena Rincón y el senador Matías Walker, además del único militante y ex presidente de la tienda que obtuvo un escaño en la Convención Constitucional, Fuad Chahín. Junto a ellos, se encuentran el exministro de la Nueva Mayoría, Jorge Burgos, la ya mencionada excandidata presidencial, Carolina Goic, o las ex ministras de Educación, Mariana Aylwin, y de Relaciones Exteriores, Soledad Alvear, entre otras.
Si se mira con detención, el tronco histórico de la denominada «Centroizquierda por el Rechazo» no es más que el otrora hegemónico sector del conservadurismo concertacionista «complaciente» que dominó la política chilena en la «alta transición» (1990-2010), y que tras el primer gobierno de derecha en la postdictadura (2010-2014), volvió a controlar los destinos de la Nueva Mayoría (2014-2018), neutralizando las escasas posibilidades de transformación del bacheletismo y el ala izquierda de dicha coalición, representados fundamentalmente por el PC y ciertos sectores del PS.
En este contexto, es importante observar cómo el fragor del proceso político lleva a fundir en un mismo bando al Partido Republicano de José Antonio Kast con el tronco más conservador de la ex Concertación, representado en la figura de Soledad Alvear. En esta oportunidad, menciono deliberadamente a la ex militante DC debido a que su caso presenta un antecedente ejemplar para observar la concreción política de la estrategia explicitada por José Antonio Kast en momentos en que emprendía la creación del Partido Republicano, hace pocos años. Si se mira con detención, la irrupción de la «Centroizquierda por el Rechazo» hace carne sus proyecciones políticas.
Fue en abril de 2018, poco después de haber asumido Sebastián Piñera su segundo mandato, cuando JAK hizo su primera aparición pública tras una promisoria carrera presidencial que lo posicionó en el cuarto lugar con un expectante 8% de los votos. En una columna, el candidato propuso una curiosa línea estratégica tomando como punto de partida la renuncia de Soledad Alvear a la DC: «La decisión de Soledad Alvear y de otros militantes que dejan el partido es sensata y abre la puerta a nuevas realidades. Por lo pronto, desde la derecha tenemos la obligación de hacer un llamado explícito a la convergencia y a relacionarnos mucho más allá de la amistad cívica y el diálogo democrático. ¿Por qué no pensar en un Frente de Centro y Derecha que sea fundado bajo conceptos comunes y que sirva como una coalición para frenar a la extrema izquierda que está ganando terreno en el país?».
La proyección estratégica de Kast se ha hecho carne detrás de los grupos que hoy respaldan la opción por el Rechazo. La profecía autocumplida de Kast, vale decir un Frente de centroderecha (que fue capaz de incluir a la centroizquierda por el Rechazo), nos acerca a un escenario electoral parecido al que se configuró en la segunda vuelta presidencial de diciembre pasado, con los bandos enfrentados del propio Kast y Gabriel Boric.
III. EL BANDO DEL APRUEBO Y LA BLITZKRIEG DE GABRIEL BORIC
El clima de opinión que ha predominado en Chile desde marzo de 2022 venía mostrando sin muchas variaciones una correlación negativa entre: los niveles de aprobación del presidente Boric y su gobierno, el desempeño de la Convención Constitucional y, como resultado, un debilitamiento de la opción del Apruebo. Este escenario apresuró las definiciones de los partidos de derecha que son parte de Chile Vamos (UDI, RN y Evópoli). Aprovechando los buenos vientos del clima de opinión, reconocieron que la Constitución de 1980 había muerto, y que por tanto, estaban dispuestos a ofrecer un «Plan B» a fin de alcanzar una nueva Constitución en caso de que la opción ganadora en el plebiscito de salida fuese el Rechazo. La convocatoria a un comité de expertos o la tramitación en el Congreso de una propuesta que estaba incluso dispuesta a revivir el proyecto de Michelle Bachelet que ellos mismos hicieron naufragar, serían algunas de las opciones barajadas y ofrecidas por los partidos que fueron parte del segundo gobierno de Sebastián Piñera, y que, en ese entonces, el gobierno de Boric cerró de inmediato como posibilidad.
Este escenario un tanto más favorable para el Rechazo incitó a los «complacientes» grupos concertacionistas a plegarse a los grupos de derecha que defienden la continuidad de la Constitución de 1980 como punto de partida para futuras negociaciones que necesariamente tendrán que alojarse en el Congreso; instancia institucional donde sus posiciones de poder siguen siendo relevantes.
Al 4 de julio, momento en que finalmente la Convención Constitucional se disolvió tras un año de trabajo y la entrega de la propuesta Constitucional al presidente Boric, las fuerzas del Apruebo comenzaron a reactivar paulatinamente a sus bases militantes, partiendo por las coaliciones oficialistas que respaldan al gobierno de Gabriel Boric, Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático; y continuando con las organizaciones y movimientos políticos que fueron parte de la Convención y que actualmente se posicionan mayoritariamente en las filas del Apruebo, desde Independientes No Neutrales a los Movimientos Sociales Constituyentes y Pueblos Originarios. A estos grupos, podemos añadir la participación de otros movimientos y organizaciones, tal como la plataforma «Aprueba por Chile» que reúne a más de 130 organizaciones provenientes de la sociedad civil.
La interpretación que se levantó por parte del gobierno en este contexto es que las intervenciones del presidente Boric en la primera línea de la política eran bien percibidas por la ciudadanía, lo cual no sólo repercutía positivamente en la evaluación de la opinión pública respecto a la performance general del gobierno, sino que también mejoraba las posiciones del bando del Apruebo de cara al plebiscito. Asumir dicha interpretación significaba en lo práctico desplegar políticamente una blitzkrieg (‘guerra relámpago’), en la que Boric debía demostrar no sólo su liderazgo frente a las opciones que abría el debate constituyente, sino que también mucho despliegue en terreno, sobre todo en las comunas populares de la capital y algunas regiones. Y todo ello, manteniendo la prescindencia que exige la ley frente a las opciones que se enfrentan de cara al plebiscito.
Convencidos de esta lectura, tanto Boric como su equipo más cercano desplegaron un giro táctico que se inició formalmente el pasado 14 de julio, cuando el Presidente adelantó el «Plan B» del Ejecutivo en caso de que se imponga el Rechazo, mencionando el envío de una reforma constitucional al Congreso para convocar elecciones que permitan conformar un nuevo órgano constituyente. La intervención de Boric del pasado 1 de agosto instando un acuerdo para arribar a un documento único antes del plebiscito comprometiendo reformas a la propuesta constitucional en caso de ganar el Apruebo, es nada más que otra expresión que intenta ratificar el giro estratégico impulsado por la blitzkrieg gubernamental desde la segunda semana de junio. En dos semanas Boric removió el escenario, y lo hace generando repercusiones tanto en el bando contrario (impulsando un «plan B» en caso de victoria del Rechazo donde se convoquen nuevas elecciones), así como en el propio oficialismo (acordando reformas anticipadas antes del 4-S en el caso de victoria del Apruebo).
Entre medio de estas definiciones, la reactivación de encuentros masivos en favor del Apruebo, tal como sucedido el 23 de junio en el «Apruebazo de Maipú», o el creciente interés de la población por hacerse de una copia de la propuesta Constitucional, han provocado una oxigenación de las posibilidades del Apruebo durante las últimas semanas, lo cual tiende a reafirmar lo reñido que será el plebiscito del próximo 4 de septiembre.
A grandes rasgos, es este el cuadro que presenta el despliegue de las fuerzas políticas en el preámbulo de la «madre de todas las batallas».