Qué es la pobreza energética y por qué importa como política pública
26.07.2022
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26.07.2022
Sobre energía eléctrica, pronto comenzará a funcionar la mesa de trabajo dictaminada por ley para evaluar la aplicación de un nuevo subsidio en Chile. Un especialista en el área, conocedor de las brechas de acceso a energía de calidad en el país, comenta en esta columna para CIPER los énfasis y pautas necesarios a tener en cuenta por parte de la autoridad, en una nueva etapa del debate en que «por primera vez una ley chilena incorpora el concepto “pobreza energética”, que es la relación de las personas con la energía, vista desde el acceso, la calidad y equidad.»
Hace meses que se nos anuncian novedades para nuestras cuentas eléctricas. Leemos un día que la «Cuenta de la luz subirá 40%», luego que el «gobierno ingresa proyecto de ley para que no aumenten los precios de la luz» (el que se discutió en el Congreso), y al fin que se «despacha proyecto de ley que crea fondo para estabilizar precios de las cuentas de luz». En muy resumidas cuentas, lo cierto es que, y en base a deuda, en definitiva se logró contener el aumento inminente del costo de la energía eléctrica —que se transa en dólares— y esta será pagada por las y los habitantes de Chile una vez que el precio de la energía esté más bajo por la entrada de más energías renovables; esto se estima para el año 2027. Esto implica que estaremos pagando tal deuda hasta 2032.
El proyecto de ley para la estabilización de precios ya fue aprobado. Destacamos el rol del Congreso por haber logrado instalar la necesidad de un subsidio para la población más vulnerable, así como la implementación de una mesa de trabajo que tendrá por objeto evaluar la implementación del beneficio.
Pero, sobre todo, nos parece interesante que por primera vez una ley chilena incorpora el concepto «pobreza energética». En términos muy simples, la pobreza energética es la relación de las personas con la energía, vista desde el acceso, la calidad y equidad.
¿Tienes electricidad? Es casi seguro que sí (la tiene un 99,6% de la población chilena).
¿Calefacción? Un 17,8% de los hogares urbanos del país no la tiene, de ningún tipo.
¿Agua caliente? En la ruralidad, la respuesta del 28,6% es que no [datos del Ministerio de Desarrollo Social, 2017].
Y, a continuación, la pregunta de rigor es: ¿te alcanzan tus ingresos para pagar la electricidad, gas licuado, parafina, leña, etc.; o sea, toda la energía que consumes?
La respuesta determina el nivel de pobreza energética en cada hogar. Su consideración por parte de la autoridad permitirá diseñar políticas mejor ajustadas y de directo beneficio a las personas más vulnerables del país.
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Apareció por primera vez en nuestra institucionalidad el concepto de pobreza energética en la política energética del año 2016 («Energía 2050»), cuyo lineamiento n° 11 disponía: «definir el concepto y medición de la pobreza energética, con el objetivo de establecer políticas específicas para su reducción». Al año siguiente, nació la «Red de Pobreza Energética», plataforma de colaboración transdiciplinaria, que comienza a generar discusión y posicionar la pobreza energética como factor relevante para la disminución de la desigualdad a nivel país. A comienzos de 2022, el Ministerio de Energía publica el documento «Acceso equitativo a la energía sostenible», que es un muy buen trabajo y posiciona la equidad como un valor.
Si revisamos algunas cifras del consumo energético en una vivienda chilena vemos que solo el 22% corresponde a energía eléctrica. El 78% restante es energía térmica y se desglosa en: 53% para calefacción o climatización al interior de una vivienda; 20% para agua caliente sanitaria; y 5% para cocinar [In-Data, CDT, 2019]. De esta manera, lo más relevante es saber que el consumo de electricidad, y sus costos asociados, siempre dependerán en primera instancia de los artefactos eléctricos que se usen y el tiempo de uso, siendo los calefactores eléctricos los que más consumen. Por otro lado, la electricidad, al ser más cara que el resto de los energéticos —para que decir la leña—, genera un gasto considerable en el hogar (un 47% del gasto total de energía) [Ibid.].
Y, entonces, ¿quien más tiene, más consume?
No necesariamente es así. El nivel socioeconómico de cada hogar influye, pero lo determinante es la cantidad de personas que allí habitan y consumen. Así, podemos ver que en Lo Espejo o San Ramón el consumo promedio es mayor que en Ñuñoa o Providencia, o que un cliente promedio de Peñalolén consume más que uno de Las Condes. Los niveles de hacinamiento se relacionan directamente con el consumo, y las personas cuyas viviendas comparten medidor (o sea, que son el mismo cliente para la empresa distribuidora) suman su consumo y quedan expuestas a que se les aplique lo que en este mismo sitio hemos llamado el «castigo del límite de invierno» [ver nota previa en CIPER del mismo autor; 23.05.2022].
>TABLA: Variables consumo energía eléctrica comunas RM
>GRÁFICO: Participación porcentual del gasto de electricidad en el gasto total por quintil – Área urbana (en porcentaje)