Táctica presidencial ante el plebiscito: parecidos de familia
19.07.2022
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19.07.2022
Similitudes entre Ricardo Lagos y Gabriel Boric observa el autor de esta columna a partir del modo en el que han fijado posturas frente a la consulta ciudadana de septiembre, dispuestos ambos a enfrentar tensiones con su sector político: «Con su anuncio, Boric deja claro que considera no solo posible, sino también probable el triunfo del Rechazo, distanciándose de los “prefectos de la disciplina progresista” pertenecientes al Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad, partidarios de argumentos de superioridad moral del Apruebo y guardianes de una absoluta regla mordaza sobre el día después.»
Pocas cosas resultan menos sorprendentes que el expresidente Ricardo Lagos situado en una «tercera posición» en una situación de conflicto. Su historia como «no alineado» en aquellos años en los que el socialismo chileno se encontraba dividido entre la Alianza Democrática y el Movimiento Democrático Popular lo confirma. También es una muestra de esta idiosincrasia su participación, a fines de 1987 —junto a Sergio Bitar y Jorge Schaulsohn, entre otros—, como fundador del PPD, primer partido instrumental y sin fronteras ideológicas, cuyo propósito inicial fue movilizar votos para la opción No en el plebiscito de octubre de 1988.
Para aquellos actores políticos ubicados en una «tercera posición», el principal objetivo estratégico consiste en facilitar la gestión y el entendimiento en situaciones agudas de conflicto a través de su capacidad de intermediación.
Una larga «pasarela progresista» ha criticado con rudeza la declaración del expresidente del 05 de julio pasado, con una dosis de cálculo e incluso hipocresía en el caso de militantes prominentes durante los gobiernos concertacionistas. Aunque se trata de algo propio del juego político, son críticas que podrían contribuir, sin quererlo, a la erosión de los cimientos éticos y electorales del Apruebo. Ricardo Lagos señaló en su polémica declaración que las dos alternativas del plebiscito de salida «están lejos de convocar a la gran mayoría ciudadana». A siete semanas del referéndum, los datos confirman esta creencia.
Según la más reciente encuesta Cadem, la ventaja del Rechazo sobre el Apruebo llega a 18 puntos. Existe además un tercer espacio integrado por quienes «aprueban para reformar» (35%), y aquellos que han decido «rechazar para un nuevo proceso» (35%). Por su parte, según la encuesta alrededor de un 18% de electores rechazará para seguir con la Constitución actual, y solo el 11% aprobaría para que la nueva Constitución se aplique tal como fue elaborada por la Convención. Por tanto, Lagos solo le ha dado una narrativa política a la evidencia disponible.
Precisamente, por la existencia de este tercer espacio electoral, el debate en las semanas precedentes se ha concentrado en generar cauces políticos para las opciones del «Apruebo para reformar» y el «Rechazo para un nuevo proceso» que aparecen con nitidez en las encuestas. Siguiendo lo establecido en el texto elaborado por la Convención, de ganar la opción del Apruebo se requerirá para la reforma posterior de la nueva Constitución 4/7 de la actual Cámara de Diputados y del Senado. Sin embargo, para las materias referidas al régimen político (art. 384, inciso 1) se requerirán 2/3 ó referéndum ratificatorio convocado por el Presidente de la República. Por su parte, si gana el Rechazo, hasta este momento no es seguro que el proyecto de reforma constitucional impulsado por los senadores Rincón, Walker, Flores y Araya que establece un quórum de reforma constitucional uniforme de 4/7 consiga ser aprobado antes del 4 de septiembre.
El presidente Gabriel Boric ha anunciado el pasado viernes 15 un «plan B» en caso de que gane el Rechazo, contradiciendo lo señalado solo hace unas semanas atrás respecto a no abrir tal puerta antes del plebiscito, y tensionando así su relación con Apruebo Dignidad. La explicitación de esta hoja de ruta confirma la voluntad del actual Jefe de Estado para impulsar un nuevo proceso constituyente desde una «página en blanco». Con su anuncio, Boric deja claro que considera no solo posible, sino también probable el triunfo del Rechazo, distanciándose de los «prefectos de la disciplina progresista» pertenecientes al Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad, partidarios de argumentos de superioridad moral del Apruebo y guardianes de una absoluta regla mordaza sobre el día después.
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Con ocasión de la firma del Acuerdo del 15 de noviembre de 2019 que da origen al proceso constituyente, Gabriel Boric ya había tensionado su relación con el Frente Amplio y el PC, suscribiendo dicho pacto sin consentimiento de la directiva de su partido Convergencia Social, lo que contribuyó a convertirlo a la larga en un liderazgo de intermediación entre el espacio de Apruebo Dignidad y el espacio de la centroizquierda.
El Presidente con su declaración del viernes 15 busca mover el tablero y cambiar los incentivos de aquellos electores que tienen una preferencia condicionada frente al plebiscito de salida. Tácticamente parece sensato buscar incidir en las preferencias de aquellos electores que rechazan pero que demandan un nuevo proceso, multiplicando la incertidumbre y los costos de tal opción. Si Boric logra cambiar la tendencia favorable al Rechazo y se concreta el triunfo del Apruebo, este resultado será mérito de su liderazgo y a pesar de su coalición Apruebo Dignidad. Si gana el Rechazo, al menos se beneficiará de entregar una hoja de ruta para evitar una situación de bloqueo del proceso. Por cierto, al igual que Ricardo Lagos, en este último escenario, podría convertirse en chivo expiatorio de su sector por contribuir a la erosión electoral del Apruebo.
Desde una perspectiva estratégica, las declaraciones de Lagos buscan asegurar la prolongación del proceso posterior al 4 de septiembre sobre la base de un tercer espacio electoral con preferencias condicionadas para el Apruebo o el Rechazo. Por su parte, Gabriel Boric con la explicitación de su Plan B podría traccionar el cambio de preferencias en el sector del Rechazo que ya considera superada la Constitución de 1980, multiplicando la incertidumbre que podría generar el triunfo eventual del Rechazo y la idea de «página en blanco».
Sin embargo, no bastará con la manifestación de voluntad del presidente Boric para evitar un potencial bloqueo estratégico en caso de que gane el Rechazo y no se encuentren aprobados los 4/7 como quórum uniforme para la reforma de la Constitución vigente. Para un nuevo proceso constituyente, así como para definir el órgano encargado de la redacción del nuevo texto, se requerirá un acuerdo político amplio a nivel legislativo similar a aquel gestionado en la noche del 15 de noviembre de 2019. El presidente Boric debiera considerar con mayor detención los costos en su propia coalición por sus cambios tácticos inesperados frente al plebiscito de salida, como también el impacto de sus decisiones estratégicas en la indispensable negociación con sectores de la oposición frente a un eventual Rechazo de la propuesta de la Convención. Sobre todo, teniendo en cuenta que para un sector de Apruebo Dignidad y más allá de las diferencias obvias, existe cierto «parecido de familia» entre los liderazgos de intermediación del Presidente Boric y el expresidente Lagos, especialmente en la propensión a quedar sujeto al poder de veto de la derecha.