¿Batalla o acuerdos? La Convención y el pensamiento constitucional de Ricardo Lagos
11.07.2022
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11.07.2022
Poco antes de la largada formal del trabajo constituyente, el expresidente Lagos ya hablaba de una nueva Constitución como «la madre de todos los acuerdos», recuerda el director ejecutivo del IES en esta columna para CIPER. Y es desde ese espíritu que hoy se entiende mejor su pública decepción con el resultado, incluso para el perjuicio de la nueva izquierda.
Nadie que siga el debate sobre el texto constitucional que ha propuesto la Convención quedó indiferente ante los dichos de Ricardo Lagos la semana recién pasada. Tanto en su declaración del martes 5 de julio como en sus entrevistas posteriores [ver: La Tercera, CNN], el expresidente explicitó su inquietud por el carácter «partisano» de la propuesta del órgano constituyente y, sobre todo, su convicción de que el cambio constitucional debe continuar más allá del 4 de septiembre, con independencia de cuál sea la opción vencedora en el plebiscito. Desde luego, este hecho puede ser leído de distintas maneras. Para algunos, se trata ante todo de una defensa de la trayectoria republicana y de los vilipendiados «30 años», que la Convención insistió en comprender como pura «opresión y despojo». Para otros, el destinatario principal del mensaje de Lagos podría ser el actual presidente, Gabriel Boric, quien hasta ahora no prioriza el día siguiente al plebiscito; o no, al menos, con la claridad y contundencia que se espera de un jefe de Estado.
Sin pretender negar la pertinencia de ambas interpretaciones, me parece que el mensaje central del expresidente Lagos remite a lo que podríamos llamar su pensamiento constitucional.
En efecto, desde hace varios años que el primer socialista que llegó a La Moneda después de Salvador Allende viene insistiendo en un determinado modo de entender el desafío constituyente. Tal como manifestó en diversos foros, entrevistas e incluso en un libro publicado justo antes del inicio de la labor de la Convención, constituía según él un profundo error comprender el cambio constitucional como la «madre de todas las batallas» (meses más tarde, iba a ser precisamente ésa la descripción del proceso utilizada por Guillermo Tellier ante el Comité Central del PC). Hace poco más de un año, de lo que se trataba el debate constituyente que estaba por largar era, según Lagos, de articular un pacto constitucional de vocación mayoritaria y alcance nacional; o, en sus palabras, la «madre de todos los acuerdos». Detenerse en esa idea originaria es importante no sólo porque ayuda a entender mejor las recientes declaraciones del expresidente, sino también porque supone una forma de aproximarse al papel de un texto constitucional que brilló por su ausencia al interior de la Convención.
Hay muchas maneras de ilustrar el contrapunto entre la visión constitucional de Lagos y la que predominó al interior del órgano constituyente: desde la borrachera electoral que llevó a confundir una mayoría circunstancial con algo así como una adhesión sociológica al proyecto de las izquierdas —pronto vinieron los resultados de las últimas elecciones parlamentarias y presidenciales para quien quisiera salir de la resaca—, hasta la exclusión de la centroderecha y de parte de la centroizquierda de la articulación de los dos tercios en la configuración de la propuesta que se somete a plebiscito [ver «Sobre el cerco en la Convención», en CIPER 14.04.2022]. Con todo, probablemente nada sea más revelador que las ideas que empujaron algunos convencionistas que venían del mundo académico y que, por lo mismo, supuestamente estaban llamados a atemperar los ánimos de las izquierdas que detentaban las mayorías dentro de la Convención. Por desgracia, no lo hicieron.
Un ejemplo patente de este problema ha sido Jaime Bassa, quien además fue el primer vicepresidente del organismo. Su discurso de apertura al comenzar la discusión de fondo (fines de octubre) habla por sí solo: «Somos el fin de una historia de despojos; despojo de los bienes comunes, pero también de la capacidad de imaginación política». El propósito entonces era instalar un «camino de transformación», un «hito fundacional de una nueva institucionalidad». Fernando Atria, quien ha seguido hasta último minuto promoviendo ese tipo de lógicas, es otro ejemplo elocuente [ver columna previa del autor en La Tercera: «La casa de Atria»]. Mal que nos pese, ellos y otros no sólo renunciaron a morigerar los ánimos dentro de «la constituyente ciudadana», como la llamaba Bassa, creyendo quizá que así aseguraba conexión con las grandes mayorías. En efecto, ya sea que se decida tildar sus planteamientos como soberanistas, presos de la pasión revolucionaria o partidarios de la democracia radical, lo cierto es que ellos revistieron de sustento intelectual el singular modo de trabajo de la Convención; un modo que jamás tuvo en su horizonte los grandes consensos políticos a los que invitó la Convención de Venecia [1], y de los que hoy nos habla el expresidente Lagos.
Nada de esto es demasiado novedoso. Como hemos explicado con más detalle en otro lugar, desde el proceso constituyente que dejó inconcluso Michelle Bachelet esta clase de ideas viene perjudicando la apuesta constitucional de la nueva izquierda. De hecho, ya desde entonces el anhelo de estos académicos pareciera ser volver el tiempo atrás y rehacer, tanto como fuera posible, el camino andado en el intertanto. Por ejemplo, en el prólogo de La Constitución que queremos —escrito en 2020; no en 1981—, los editores [Bassa, Ferrada y Viera] dedican su libro a quienes vieron «florecer y morir un Chile democrático que, lamentablemente, no hemos podido recuperar». En el mismo libro, Jaime Bassa sugiere que durante las últimas décadas los representantes políticos se han visto «impedidos a hacer lo que sí hizo el gobierno de la Unidad Popular: implementar un proyecto político de transformación social» [p. 15]. O, en las palabras aún más reveladoras del «Proyecto Puentes», liderado por Fernando Atria, «el problema constitucional es, todavía hoy, el 11 de septiembre de 1973 y sus consecuencias constitucionales posteriores» [2]. Como si fuera posible y deseable, luego de tres décadas de vida democrática, intentar imponer un punto de quiebre o hito análogo, de signo contrario.
Si algo dejó en claro la Convención es que ideas de esa índole tienen consecuencias: el sueño de refundar no es gratis, pues favorece una dinámica de «ellos y nosotros» —en último término: amigos y enemigos— que obstaculiza severamente el diálogo democrático. Y aunque el expresidente Lagos no se refiere a los convencionistas referidos, me parece bastante claro el contraste entre la visión constitucional que ellos y la nueva izquierda han defendido, y la concepción de un pacto constitucional como la «madre de todos los acuerdos». Precisamente el tipo de pacto que —ante la oportunidad perdida de la Convención— deberemos intentar articular como país desde el 5 de septiembre en adelante.
[1] «La adopción de una nueva y adecuada Constitución debe basarse en el más amplio consenso posible dentro de la sociedad». En Comisión Europea para la Democracia a través del Derecho (Comisión de Venecia), Opinión N° 1075/2022, sobre la redacción y adopción de una nueva Constitución, &23.
[2] «Manifiesto: Puentes hacia la nueva Constitución», consultado originalmente en el sitio <www.proyectopuentes.cl>. El enlace ya no se encuentra disponible.