Alza en el precio de alimentos: el caso de los territorios rurales
06.05.2022
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06.05.2022
Testimonios recogidos entre pequeños agricultores y comerciantes agrícolas constatan el difícil momento que la combinación de pandemia, inflación y sequía está produciendo entre quienes basan su sustento en la cosecha y venta de frutas y verduras. En esta columna para CIPER se advierte un porvenir continuamente preocupante: «Se espera que para fines de año haya una disminución aún mayor de oferta agrícola, y con ello un aumento importante de los precios de los alimentos, nuevamente.»
La pandemia generó importantes disrupciones en los sistemas alimentarios, tanto en su cadena de suministro (producción, distribución y venta), como en el comportamiento de los consumidores, principalmente por las restricciones de desplazamiento y el miedo e incertidumbre que paralizó a la sociedad ante un virus tan contagioso, desconocido y letal. Durante 2020, la tasa de pobreza monetaria extrema en Chile aumentó en 3,5 puntos porcentuales aproximadamente (cifra mayor a la observada en 2008). Con ello, la población en situación de pobreza en Chile subió del 8,6 % en 2017 al 10,8 % en 2020. Se registra, también, una caída de los ingresos laborales de la población de menores recursos, lo que habría implicado una reducción de la renta de los hogares del 10%. En comparación al año 2019, el porcentaje de población desempleada aumentó 6%, y la población fuera de la fuerza de trabajo se incrementó en 16% para el primer año con confinamientos y cuarentenas.
A partir de los proyectos que actualmente desarrolla Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural [1], es posible ya constatar la pérdida del poder adquisitivo de los hogares chilenos debido al aumento del desempleo, y los cambios negativos que esto ha producido sobre la demanda de alimentos, tanto en cantidad como calidad. La Encuesta de Seguridad Alimentaria y Alimentación aplicada en el segundo semestre de 2020 en diez territorios de Latinoamérica —incluyendo a Chile [2]— mostró un aumento en la incidencia de la inseguridad alimentaria (IA). Para el caso chileno, los resultados arrojaron mayores niveles de IA —con dificultad en el acceso a alimentos inocuos y saludables— para los sectores rurales y en hogares liderados por mujeres.
Lo anterior no deja al margen a las zonas urbanas. En respuesta al desempleo, la inflación, el hambre y la pobreza, durante el primer semestre del 2020 resurgieron numerosas iniciativas solidarias desde comunidades altamente amenazadas y vulneradas en sus derechos de alimentación y de salud. Las «ollas comunes» se convirtieron en activos espacios sociales de organización barrial y vecinal, como testimonio de la capacidad de gestión popular en momentos de crisis. Son iniciativas que no son nuevas, sino que tienen su origen en torno al Golpe de Estado de 1973 y la crisis económica de 1982.
«En el año ‘82 se coartaba la libertad, estábamos en dictadura… Pero creo que también eso hizo que muchas familias y muchos barrios se organizaran con fuerza ante la necesidad, ante el hambre. Eso se puede asimilar a las ollas de la pandemia… Creo que hay ciertas cuestiones que siguen estando, se diferencian por un contexto político. Sin embargo, hay una cuestión de lucha y de necesidad humana que coincide, y que tiene que ver con el derecho básico de la alimentación… Los precios de los alimentos han subido mucho.» (mujer pobladora e investigadora. Valparaíso, abril de 2022)
Con el pasar de los meses, los impactos económicos generados por la pandemia más los efectos de los retiros de los fondos previsionales comenzaron a elevar los precios de diversos productos. Para el caso de la agricultura, específicamente el precio de insumos como semillas, fertilizantes y abonos afectaron fuertemente a los campesinos, quienes vieron elevados sus costos de producción y debieron enfrentarse a decisiones tales como la disminución de terreno a sembrar, el aumento de los precios de los productos finales o amortiguar personalmente el alza de éstos para no perder clientela.
«Igual uno sube un poquito los precios o prepara de otra forma las cosas, como alternativas para que la gente igual pueda, porque uno tiene que cuidar su clientela igual, la gente pregunta casera por qué subió los precios pero de repente la gente no se da cuenta que todo sube y uno tiene que trabajar y no puede cambiar plata por plata.» (productora de Perquenco, región de La Araucanía. Noviembre de 2021)
La llegada de bonos y ayudas estatales benefició el consumo. Las personas entrevistadas relatan haber observado un aumento de las ventas en las ferias y mercados campesinos, aunque se temía cuál iba a ser el escenario luego de que estos se detuvieran.
«El IFE, que llegó como a más personas y directo ha sido valioso, en el buen sentido. Y uno como feriante vendedor de productos también se ha visto beneficiado, porque sí hay personas que cuentan con esa plata y compran.» (productora de Quellón, región de Los Lagos. Noviembre de 2021)
Con el término de los bonos, la creciente y arrastrada alza generalizada de los precios, más la desestabilización de los mercados internacionales provocado por el conflicto entre Rusia y Ucrania han generado una situación aún más preocupante en los últimos tres meses que la que se venía viendo desde el inicio de la pandemia. Los insumos agrícolas como la urea han duplicado sus precios desde fines de 2021. El combustible continúa fuertemente al alza. Y sumada la crisis hídrica, que ha limitado la capacidad de producción de frutas y verduras, el escenario es realmente preocupante: para fines de marzo, nueve regiones del país (Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana, O´Higgins, Maule, Ñuble, Biobío, Los Lagos y Aysén) se encontraban bajo emergencia agrícola por escasez hídrica. Muchas agricultoras hoy en Chile no pueden cultivar alimentos y, por tanto, disminuye la oferta de estos, lo cual aumenta los precios.
«A mí no me fue bien con los repollos. Por el agua, debe haber sido.» (productora de Chonchi, región de Los Lagos. Abril de 2022) /
«Cuando hay mucho calor en verano, tengo que dejar un invernadero sin trabajarlo porque no me da el riego para todo.» (productora de Castro, región de Los Lagos. Abril de 2022)
Por estos días, los agricultores se están enfrentando a importantes decisiones productivas. Si bien durante la pandemia debieron aumentar sus gastos de producción, con los precios actuales de los insumos agrícolas ya no está siendo rentable ni alcanzable la producción de sus cultivos tradicionales, provocando que muchos de ellos desistan de sembrar en esta nueva temporada. Varios han optado por desechar proyectos y dineros que se habían adjudicado, pues el cofinanciamiento que deben asumir es demasiado alto y poco rentable. Además, no están seguros de si los alimentos se venderán al precio que realmente costarían si se le agregan las alzas. Por ello se espera que para fines de este 2022, haya una disminución aún mayor de oferta agrícola y con ello un aumento importante de los precios de los alimentos, nuevamente.
Desde los mercados, los comerciantes señalan que en los últimos meses han debido vender en cantidades que no solían vender anteriormente, tal como lo relata una vendedora de legumbres de la Feria Pinto en Temuco que ha debido acceder a vender tan sólo 200 gramos de porotos, porque las clientas no tienen para más. Parecidos son los relatos en las ferias de Castro, donde los feriantes mencionan que cada vez es más frecuente vender de a uno o dos tomates.
«No, si como yo le digo, nosotros no podemos subir los precios. Todo lo contrario, tenemos que batallar para que los precios sean bajos porque la gente vive de la feria, entonces uno tiene que tener los precios más bajos. O por último le vendemos menos, si la gente quiere comprar mil pesos, y una bolsa de ajo vale 2 mil, la gente quiere mil y le hacemos mil pesos si la gente no tiene como acomodarse… si de eso se trata, si tenemos que sobrevivir. La gente compra una cebolla, 3 zanahorias, el alza afectó mucho. El alza de los precios afecta mucho.» (feriante de Castro, región de Los Lagos. Abril de 2022)
La situación en los últimos dos o tres meses se ha vuelto realmente preocupante, puesto que las alzas sostenidas y generalizadas están limitando tanto a productores como consumidores, poniendo en serio riesgo la seguridad y soberanía alimentaria de las personas, tanto en los sectores rurales como urbanos. Es urgente tomar medidas de apoyo a los pequeños productores, que son quienes abastecen gran parte del mercado interno con frutas y verduras; así como generar estrategias para que la población pueda acceder a alimentos frescos y sanos en todo momento.
Se prevé una situación compleja para el invierno que se viene, sobre todo por el incremento del costo de vida debido al proceso inflacionario y la falta de respuestas por parte de los sistemas de protección social que afectan la integridad de las personas. Esperamos que las políticas públicas recientemente anunciadas lleguen a tiempo a los habitantes de todo Chile.
[1] Con el apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo-IDRC, en Canadá.
[2] Puebla y Tabasco, en México; Alta Verapaz y Sacatepéquez, en Guatemala; Nariño y Huila, en Colombia; Guayas y Los Ríos, en Ecuador; La Araucanía y Chiloé, en Chile.