Cartas: La familia en la nueva Constitución
17.03.2022
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17.03.2022
Señor director:
La familia como núcleo esencial y fundamental de la sociedad está consagrada tanto en la Declaración Universal de Derechos Humanos como en la gran mayoría de las constituciones europeas y latinoamericanas. Esto prueba que la familia no solamente es necesaria para la subsistencia biológica de la sociedad, sino que además es el lugar de desarrollo y educación Consideramos que son los padres los primeros educadores de sus hijos, y tienen el derecho a instruirlos de acuerdo con sus convicciones. Respecto de la niñez, existe un amplio elenco de instrumentos internacionales que consagran derechos, y que, al objeto de su mejor reconocimiento y protección nacional, es útil llevar al plano constitucional.
Creemos que la familia necesita un tiempo y un espacio. Las bondades que ofrece el núcleo familiar sólo pueden desplegarse en un contexto que permita la presencia de sus integrantes en el hogar común. Sin embargo, la poca flexibilidad y los extenuantes horarios del mercado laboral, además del diseño de nuestras grandes urbes y los problemas de transporte, atentan en contra de la presencialidad familiar. Por ello, el Estado debería asumir, como ocurre en la Constitución de Portugal, una responsabilidad respecto de la conciliación de la vida familiar y laboral.
Por último, existen sendos problemas sociales, como el alcoholismo y la violencia intrafamiliar, que afectan directamente a las familias de nuestro país, y que es necesario combatir desde nuestra Ley suprema. La labor del Estado de proteger y promover a la familia debe ser concretada, también, a través de políticas públicas que, por mandato constitucional se encarguen de hacer frente a todas las causas de desintegración familiar.
En alguna medida, el estallido social de 2019 puede interpretarse como un estallido familiar. Los problemas que movilizaron a millones de chilenos en octubre de 2019, son los mismos que repercuten, antes que todo, en la familia. Así, detrás de los niños que no pueden acceder a una atención oportuna de salud o a una educación de calidad, hay padres que sufren por no tener los medios suficientes o un trabajo adecuado. Detrás de los adultos mayores que no reciben pensiones dignas o que viven en situación de dependencia, generalmente hay mujeres que postergan su desarrollo personal por cuidar de sus ancianos. Detrás de los impactantes números de déficit habitacional que tenemos actualmente en Chile, hay una familia que no tiene un lugar donde encontrarse, cuidarse y amarse.
Por otro lado, es innegable que existe una relación directa entre fenómenos como deserción escolar y ausentismo paterno, alcoholismo y violencia intrafamiliar, o delincuencia y abandono infantil. De esta manera, puede decirse con justicia, que el agobio que sufre Chile es el agobio que sufren las familias chilenas.
Sin embargo, aunque sabemos la importancia de la familia, el rol público que desempeña ha sido invisibilizado. Hoy se suele discutir sobre su composición y sobre el “modelo tradicional”, pero nadie parece estar dispuesto a alzar la voz sobre los motivos que la constituyen, más allá de su estructura. En este sentido, nuestro estudio La familia en la nueva Constitución: una alternativa en la crisis social busca llamar la atención sobre el lugar que le corresponde a la familia en la nueva Constitución, y sobre las razones que justifican su especial protección por parte del Estado.
Una Constitución que pretenda abordar seriamente las causas de la crisis social y política que estamos atravesando, debería poner especial énfasis en el debido reconocimiento, protección y promoción de la familia. Como hemos visto, esta es una institución que se ve afectada por la mayoría —sino todos— los problemas que solemos denominar como públicos. Por lo mismo, no es arbitrario pensar que muchas de sus soluciones se relacionan directamente con el fortalecimiento del núcleo familiar. Así pues, la redacción de nuestra nueva norma suprema nos ofrece una oportunidad única para abordar a la familia de manera integral.