Gabriel Boric y la cuarta «generación dorada» de la política chilena (parte I)
22.12.2021
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22.12.2021
«Nos encontramos ante el cambio político-generacional más eficaz en la historia del Chile republicano», postula el autor de esta columna para CIPER, estudioso del acelerado proceso de consolidación política del presidente electo Gabriel Boric y sus aliados en las luchas estudiantiles de 2011. Hubo antes otros grupos que merecieron el calificativo de «generación dorada» en la política chilena, recuerda, mas no con la misma contundencia para promover una nueva Constitución ni conquistar el gobierno.
Hace unos días, Alejandro Zambra aludió en CIPER al juego de generaciones involucrado en el ascenso y consolidación política de una nueva camada de jóvenes que en tan sólo una década (2011-2021) ha pasado de organizarse en las aulas y marchar en «las calles» a ocupar posiciones fundamentales al interior del Estado. El último avance de esta «generación dorada» de la política sucedió el pasado domingo: la conquista del poder Ejecutivo por parte del candidato del Frente Amplio y Apruebo Dignidad, Gabriel Boric.
Se trata de un cambio generacional con múltiples símbolos asociados, como cuando al día siguiente del triunfo el presidente electo (de 35 años de edad), Izkia Siches (35) y Giorgio Jackson (34) ingresaron juntos a La Moneda, su próxima morada desde marzo de 2022. A la lista podemos agregar los nombres de Camila Vallejo (34) y Karol Cariola (35), quienes jugaron un rol fundamental en la campaña que alcanzó la presidencia.
La hipótesis que sugiero en esta columna es que nos encontramos ante el cambio político-generacional más eficaz en la historia del Chile republicano.
No son pocos quienes verán en esta sentencia el eructo complaciente que regurgita en medio de «la borrachera electoral», pero eso da igual. Lo verdaderamente importante es que tal prejuicio no contamine la posibilidad de evaluar la hipótesis presentada en su propio mérito, tanto en términos políticos como historiográficos.
Y es que las crisis históricas comportan de suyo el enfrentamiento generacional.
Quien retrató de mejor modo el vínculo entre los cambios de época y la llamada «cuestión de los jóvenes» fue Antonio Gramsci. Desde su reclusión carcelaria, el pensador italiano registró en Pasado y presente (1930) una cuestión fundamental:
«El aspecto de la crisis moderna está vinculada a lo que se llama “crisis de autoridad”. Si la clase dominante ha perdido el consenso; o sea, si no es ya “dirigente”, sino únicamente “dominante”, detentadora de la fuerza coercitiva, esto significa precisamente que las grandes masas se han apartado de las ideologías tradicionales, no creen ya en lo que antes creían, etcétera. La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados. A este parágrafo deben vincularse algunas observaciones hechas sobre la llamada “cuestión de los jóvenes” determinada por la “crisis de autoridad” de las viejas generaciones dirigentes y por el impedimento mecánico que obstruye el desempeño de su misión a aquellos que podrían dirigir». [1]
En la historia del Chile republicano, las generaciones juveniles que han intervenido de un modo decisivo en el desarrollo político del país surgieron entre la «fractura social» y la «momificación» de las estructuras partidarias dirigentes, las cuales fueron quedando obsoletas para enfrentar los desafíos de su propio presente.
La descripción histórica realizada por Gabriel Salazar y Julio Pinto en el quinto volumen de su Historia Contemporánea de Chile. Niñez y Juventud confirma en gran medida esta conjunción de factores al momento de caracterizar las tres «generaciones doradas» que han impactado en el devenir del Chile republicano: la de 1848, 1920 y 1968 [2].
La primera de ellas fue «nutrida, brillante, extremista y oligarca». Se identificó con el liberalismo radical y fue fundamental en las rebeliones contra el autoritarismo conservador de Manuel Montt en la década de 1850. La primera «gesta girondina» (1851) terminó en derrota militar, cárcel y exilio para los jóvenes radicales. La segunda ofensiva de dicha generación (1859) también fue vencida militarmente; sin embargo, tuvo algo más de efectividad política que la primera rebelión, ya que ayudó a debilitar el rígido régimen portaliano. El ideario propugnado por la «juventud girondina» de levantar una Asamblea Nacional Constituyente a fin de derribar la Constitución de 1833 se fue apaciguando con los años. Así, la emblemática generación del ‘48 confluyó en la formación de nuevos partidos políticos (como el Partido Radical en 1863), mientras se sumía en un profundo proceso de parlamentarización en las décadas posteriores.
Una nueva «juventud dorada» aparecerá recién con el nacimiento del nuevo siglo. La generación de 1920 forja su actividad gremial y política al calor de la denominada «cuestión social». El hito originario y organizativo de las juventudes de esa época es la creación de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH), en 1906.
La generación de estudiantes que fundó la FECH lo hizo para romper con sus dos más antiguos mentores:
«… la Oligarquía y la Iglesia Católica. Lo que equivalía a “autonomizar” la Universidad de Chile y convertirla en la principal base institucional de oposición cultural, social y política al sistema dominante, desde entonces hasta, cuando menos, 1973. Adueñada de este espacio, la juventud universitaria se rebeló contra el sistema oligárquico […]. La Universidad, más que el Congreso Nacional, se convirtió en un crisol de “fusiones históricas de largo alcance”. Las claves del proceso profundo de la historia chilena del siglo XX se instalaron, desde la fundación de la FECH en 1906, en la Universidad […]. Entre 1906 y 1925 la juventud estudiantil fue el actor civil más inquieto, crítico, audaz e incluso influyente» [3].
Aprovechemos este momento para rastrear la evolución de dos corrientes que aparecen desde el mundo universitario para constituirse en organizaciones partidarias que competirán posteriormente por el poder político: la Asociación Nacional de Estudiantes Católicos (ANEC), fundada en 1915, y el grupo Avance, creado en 1930.
El primero de ellos surgirá desde el interior de las juventudes conservadoras para crear la Falange, en 1938; y posteriormente la Democracia Cristiana, en 1957. El segundo de ellos, surgido de los nuevos idearios socialistas, comunistas y anarquistas, confluyó por ejemplo en la formación del Partido Socialista, en 1933. Consecutivamente, podemos mencionar que de las filas de la ANEC surgirá el liderazgo de Eduardo Frei Montalva, quien conquistará la presidencia en 1964 (a sus 53 años). De Avance emergerá la figura de Salvador Allende, quien alcanzará el poder ejecutivo en 1970, representando al proyecto de la Unidad Popular (a sus 62 años).
Vale esta observación para contrastar la extendida maduración política de estos movimientos con el fulminante avance electoral que ha tenido la generación estudiantil del 2011 y sus derivaciones partidarias, aglutinadas principalmente (aunque no en exclusiva) por el Frente Amplio. En términos de eficacia electoral (que no es lo mismo que masividad), el impacto del FA es similar al que tuvo la DC, que alcanzó el gobierno siete años después de su fundación (1957-1964), mientras el FA lo hará en 5 (2017-2022) [4].
Más allá de esta comparación, la juventud dorada del ’68, última generación identificada por Salazar y Pinto, no condujo el proyecto reformista de «revolución en libertad» de Frei y la DC, ni tampoco lideró la «vía chilena al socialismo» de Allende y la Unidad Popular. A nivel partidario, la juventud asumió en algunas ocasiones posiciones más radicalizadas, tal como sucedió con el MAPU en 1969 y la Izquierda Cristiana en 1971 (escindidos desde la Democracia Cristiana), o con el surgimiento de organizaciones de tintes revolucionarios, tal como pasó con el MIR en 1965.
La generación del ’68 sucumbió ante el poder de las armas y la dictadura. El primer presidente electo con el retorno de la democracia fue el democratacristiano Patricio Aylwin, quien llegó a la presidencia de Chile a los 72 años de edad. En los cuadros concertacionistas que condujeron la transición los segmentos juveniles no tuvieron una participación significativa.
La historia tendría que esperar hasta el amanecer del nuevo siglo para observar la emergencia de una nueva «generación dorada»: la generación del 2011.
[continúa]
[1] GRAMSCI, Antonio. Cuadernos de la cárcel. Tomo 2 (Ediciones Era, 1981), p. 37.
[2] SALAZAR, Gabriel y PINTO, Julio. (2002) Historia contemporánea de Chile. Vol. V. Niñez y juventud (Construcción cultural de actores emergentes). (Santiago: Lom), p. 110.
[3] Ibidem.
[4] Un libro fundamental para comprender las modificaciones en la estructura de sistema de partidos a mediados del siglo XX es Fracturas. De Pedro Aguirre Cerda a Salvador Allende, de Tomás Moulian (Santiago: Lom, 2006).