Libros: La locura y el fracaso
27.10.2021
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27.10.2021
Sapolsky (Emecé, 2021) es la tercera novela del escritor nacido en Vicuña en 1977, que esta vez combina aproximaciones a la ciencia, el existencialismo y la crisis de la mediana edad. «La obra de Geisse vuelve a hacer gala de un humor oscuro, alucinado, apoyado siempre sobre la decadencia de los personajes y de la mano de unas situaciones que suelen terminar en el absurdo», se describe en esta reseña del libro para CIPER.
En la última novela de Cristian Geisse un hombre se ve enfrentado a la crisis de los 40 de manera bastante peculiar. Con similitudes a algunos protagonistas de sus obras anteriores —varones de mediana edad propensos al alcoholismo, fracasados, delirantes y algo maníacos—, Pedro Araniva Pavián está convencido de ser el doppelganger (doble) del científico estadounidense Robert M. Sapolsky. Gran estudioso de los primates e importante divulgador, la obra de Sapolsky se observa desde la fascinación enfermiza del protagonista, quien le escribe cartas declarándole su admiración y que, para asemejarse a él, se deja crecer el pelo y la barba, y comienza a ocupar anteojos sin cristales, a pesar de que «el parecido que tenemos es menos que relativo». Esa obsesión, sin embargo, es solo el corolario de algo más profundo: un proceso de decadencia que lo hace romper con su pareja, perder toda proyección profesional (que tampoco era demasiada) y dedicarse a girar en banda con un grupo de otros fracasados.
Hay en el protagonista una especie de epifanía demente que lo lleva a leer toda su vida desde el convencimiento de ser el doble de Sapolsky, incluida una reinterpretación de sus dibujos de infancia, en los que, según su mirada retrospectiva, imaginaba su futuro como un brillante científico con evidentes similitudes con el norteamericano. Esa obcecación lo lleva a leer de manera compulsiva la obra de Sapolsky, a revisar sus conferencias en YouTube y a explicar toda la realidad desde una primatología de principiante. Los seres humanos a su alrededor comienzan a comprenderse a partir de sus estímulos primarios, y la interacción social responde ahora a las leyes de una manada dirigida por rasgos animalescos y salvajes. Como dice al comienzo de la novela: «Y mi cerebro ilusionado aconsejó: estudia al hombre como la bestia furiosa y extraña que es. Conócelo, entiéndelo. Recuerda: lo que olvidan demasiado seguido los humanos es que son animales, que siguen siendo bestias salvajes». Así, la realidad se comprende desde un lente instintivo, brutal y desequilibrado que amenaza con trizar todo aquello que considerábamos civilizado y regido por cierto orden.
La obra de Geisse vuelve a hacer gala de un humor oscuro, alucinado, apoyado siempre sobre la decadencia de los personajes y de la mano de unas situaciones que suelen terminar en el absurdo. La provincia, a su vez, es vista como un espacio de precariedad, donde todo suele estar tironeado por una suerte de hambre de bohemia que no es, a fin de cuentas, más que la persecución de unos pocos excesos sumada a una profunda incapacidad de seguir adelante un mínimo plan. Ejemplo de lo anterior es esa escena en que Millaray, una machi que debe perseguir la imagen vista en un sueño, se ve impedida de cumplir su deseo porque Araniva se excede con los tragos en un recital poético y su resaca lo inhabilita por un par de días. Eso constituirá el comienzo de una serie de infortunios interpretados por el protagonista (y por la machi) como una maldición por no haber seguido esa visión de significados ancestrales.
En la decadencia geisseriana hay, sin duda, sintonía con autores como Marcelo Mellado, aunque el humor alucinado de Geisse transita sin problemas hacia elementos folclóricos o fantasiosos que le dan un sello único a sus ficciones. Tal como en Ricardo Nixon School (2016), en Sapolsky también hay algo así como una estética del fracaso. No hay, sin embargo, ningún atisbo de ese fracaso de estirpe romántica, como puede haber en Gumucio o el peruano Ribeyro, sino uno mucho más desenfadado, con aires populacheros. En el protagonista y sus amigos, a fin de cuentas, hay cierta complacencia por permanecer en los márgenes de una sociedad que se mide desde la vara de la estabilidad (ya que las élites exitosas de provincias no alcanzan a aparecer en la obra de Geisse): «Todos éramos tristes adolescentes de más de 40 años. Creo que andábamos buscando suerte fuera de nuestras manadas originales. Y nos reuníamos en la casa del Noé, a un par de kilómetros de Vicuña. Ahí hacíamos asados, inventábamos comidas, tomábamos cervezas, fumábamos mariguana y mostrábamos todas nuestras cartas».
Si, dicho en líneas muy gruesas, comprendemos la novela contemporánea como aquella trama que, a diferencia de la epopeya, se dirige hacia una pérdida, un fracaso o una derrota, Sapolsky juega con la ironía hasta el último momento. Creemos tener a la vista una experiencia de radical desorientación, de pérdida de rumbo que, tarde o temprano, terminará indefectiblemente en un precipicio —o peor, en la comisión de algún delito o locura que impedirá retomar una vida relativamente normal—. Sin embargo, Geisse, con humor, se las ingenia para construir una trama donde el doppelganger nortino consigue que las líneas biográficas del imitador y del imitado se crucen, aunque sea en un brevísimo momento intrascendente, apenas un traslape temporal accidental. Así, lo que pensábamos que se orientaba a un desbarranco brutal, violento e impredecible, termina siendo una posibilidad de redención del personaje y, sobre todo, una demostración de que nada parecía ser demasiado importante.