Día de la Condolencia y el Adiós: revisitando el duelo en tiempos de Covid-19
02.09.2021
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02.09.2021
En esta columna de opinión, la autora explica por qué el contexto sanitario “ha alterado drásticamente nuestra manera de vivir el duelo”, y por qué el deceso de un ser querido en estas circunstancias puede complejizar las fases emocionales y psicológicas que se experimentan a partir de ello. Este domingo se conmemorará el “Día de la Condolencia y el Adiós”, una fecha que buscará recordar y honrar a quienes han fallecido durante la pandemia. Ante la imposibilidad de asistir a funerales, la autora subraya la importancia de encontrar nuevas “representaciones simbólicas” que cumplan la función elemental del rito fúnebre. Todo ello, teniendo en cuenta que “el duelo es una situación normal de nuestro sistema emocional causada por el dolor profundo de la pérdida, y supone un proceso de aceptación que implica vivir emociones negativas”.
La pandemia ha alterado drásticamente nuestra manera de vivir el duelo. De hecho, perder a alguien en la “época Covid” es una carga emocional única. Las visitas a las casas de reposo fueron prohibidas, así como también el ingreso a los hospitales para acompañar a alguien enfermo. Las noticias de la salud del familiar eran entregadas por teléfono diariamente, a veces con informaciones contradictorias. Uno de mis pacientes me dijo: “yo dejé a mi papá caminando en la urgencia, lo vi entrar por las puertas y saludarme con un gesto que nunca pensé sería el adiós”. Cinco días después su padre falleció y, por haber estado en contacto con él, la familia entró a cuarentena obligatoria, sin poder asistir al funeral. Lograron participar del rito gracias a un familiar lejano que pudo ir y los conectó por el teléfono celular.
Un estudio previo a la pandemia (Bonanno y Malgaroli, 2019) evaluó la reacción que se tiene ante el duelo – específicamente frente a la muerte de la pareja– y arrojó que un 71% de las personas reaccionaron con resiliencia (es decir, hay tristeza, pero se sigue funcionando de manera adaptativa); un 24% tuvo dificultades, pero mejoraron con el tiempo; y un 5% de las personas experimentaron dificultades prolongadas en el tiempo y sin mejoría. Por otro lado, un estudio realizado por Mary Lundorff (2020) en Dinamarca, estima que un 10% de las personas que han sufrido una pérdida cumplirán los criterios para un duelo prolongado complejo.
En Chile han fallecido a causa del covid-19 aproximadamente 37.000 personas. Un estudio de la Universidad de Pensilvania (Verdery, y cols, 2020) ha establecido que por cada muerte hay al menos nueve personas relacionadas al fallecido (esposa/marido, hijos, nietos, hermanos). Esto significa que, según la cifra expuesta anteriormente, hay alrededor de 333.000 personas en duelo, de las cuales al calcular el 10%, unas 33.300 probablemente tengan un duelo complejo y prolongado.
Debemos saber que el duelo es una situación normal de nuestro sistema emocional causada por el dolor profundo de la pérdida, y supone un proceso de aceptación que implica vivir emociones negativas. Aunque es un proceso que posee caracteristicas individuales, se plantean algunas fases: inicialmente se vive una sensación de adormecimiento emocional o también descontrol, aparece la negación de que esto no puede haber pasado. Luego pasa a distanciarse de lo que se relaciona con la persona fallecida, por ejemplo, se dejan de hacer esas cosas que lo recuerdan, porque implica conectarse con el dolor profundo, con emociones de vacío, ya que la muerte comienza a aparecer como algo inevitable. En una última etapa, aparece una sensación de reconexión con la propia vida, de aceptación de esta realidad. En esta fase, el recuerdo de la pérdida implica emociones negativas y positivas, pero no alteran la vida misma y la persona aprende a seguir con la suya.
Sin embargo, el riesgo de que el duelo se complejice durante la pandemia es alto. En Australia, tres investigadores realizaron un estudio acerca de las experiencias, sentimientos y pensamientos que producto de la situación sanitaria en que nos encontramos son factores de vulnerabilidad y podrían producir un duelo más complejo (Breen, y cols, 2021). Algunas experiencias que aumentan este riesgo son: no haber podido asistir al funeral, sentir resentimiento hacia los profesionales que estuvieron junto al fallecido en el hospital, imaginar el sufrimiento del ser querido antes de morir, no tener redes de apoyo y cuestionarse del porqué de este “castigo”. También aparecen otros sentimientos que se pueden asociar con un duelo complejo, como pensar “qué hubiera pasado si no hubiera ido a tal lugar donde se contagió”, o “si yo hubiera hecho el trámite en vez de él/ella”. Por último, también es factor la falta de apoyo social, la exposición al estigma o la tensión que se produce en las relaciones familiares al momento del deceso.
Cabe destacar que el duelo complejo se caracteriza por una desorganización prolongada que no permite la reorganización psíquica ni retomar las actividades anteriores. Pueden presentarse manifestaciones corporales intensas, como expresión de sentimientos sin control, ailsamiento social, episodios depresivos, impulsos autodestructivos, pensamientos frecuentes dirigidos hacia la persona que no está, incapacidad de aceptar la pérdida, sentimientos de culpa y dificultad de imaginar un futuro sin esa persona. Todas estas características, además, se dan con la misma intensidad durante al menos 12 meses.
La ausencia del rito fúnebre es uno de los elementos que tiene más incidencia al momento de producirse un duelo complejo y prolongado, ya que posee un valor emocional y estructurante en la organización de distintas sociedades y culturas. El ritual (es decir, las actividades que llevan a cabo durante el rito), tienen un impacto psicológico importante. Los rituales son acciones simbólicas que permiten a las personas canalizar sus emociones, compartir con sus pares y sentirse acompañado en el dolor. Los rituales han estado presentes desde siempre en la historia, y si bien estar de luto es un reconocimiento al valor y la importancia del ser querido que fallece, también ayuda a la madurez psicológica, ya que contribuye a enfrentarse a la pérdida concreta y posibilita la manifestación pública del dolor.
La sociedad resulta fundamental en estos períodos de duelo. El paradigma de despedirse de los muertos siguiendo protocolos de contagio, de higiene y de cuidado no es nuevo, provienen desde el siglo XIX en adelante. Sin embargo, en esta época es más exigente aún. Cada vez la gente muere más en hospitales, rodeados de profesionales de la salud, y no en sus hogares, como ocurría tiempo atrás. Antes, los difuntos eran velados en las casas durante varios días, pero desde el descubrimiento de distintas bacterias y virus este rito se ha hecho cada vez más corto.
La pandemia ha exacerbado algo que ocurre desde hace tiempo, pues las limitaciones impuestas dificultan la posibilidad de hacer reparaciones y de reconciliarse con la vida. Como sociedad debemos paliar esta ausencia y establecer un ritual que permita conectarse y despedirse de aquellos que ya no están. Debemos ser capaces de establecer representaciones simbólicas de los ritos de duelo. La iniciativa del “Día de la condolencia y el Adiós” es justamente una respuesta de la sociedad y sus integrantes de conmemorar a aquellos que han fallecido. Se transforma, entonces, en una oportunidad para representar de otra forma estas despedidas, de modo que no sean riesgosas para la salud pública sin dejar de recordar y acompañar.
Bonanno, G. A., & Malgaroli, M. (2020). Trajectories of grief: Comparing symptoms from the DSM-5 and ICD-11 diagnoses. Depression and anxiety, 37(1), 17–25. https://doi.org/10.1002/da.22902
Breen, L. J., Lee, S. A., & Neimeyer, R. A. (2021). Psychological Risk Factors of Functional Impairment After COVID-19 Deaths. Journal of pain and symptom management, 61(4), e1–e4. https://doi.org/10.1016/j.jpainsymman.2021.01.006
Lundorff, M., Johannsen, M., & O’Connor, M. (2021). Time elapsed since loss or grief persistency? Prevalence and predictors of ICD-11 prolonged grief disorder using different applications of the duration criterion. Journal of affective disorders, 279, 89–97. https://doi.org/10.1016/j.jad.2020.09.116