COLUMNA DE OPINIÓN
Brexit ¿y ahora qué?
30.01.2020
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
COLUMNA DE OPINIÓN
30.01.2020
El Brexit -que empieza oficialmente este sábado 1- no tendrá efecto en el día a día de los ingleses, sostiene esta columna de opinión escrita desde Bruselas (Paulina Astroza) y Londres (Robert Funk). Durante los próximos diez meses habrá un período de transición en el que las normas de la Unión Europea (UE) se seguirán aplicando y el comercio y el flujo de personas continuarán iguales. Pero el status del Reino Unido cambiará de inmediato: tendrá que seguir aportando económicamente al bloque y aplicando el Derecho de la UE, pero no podrá influir en su proceso de toma de decisiones.
En enero de 2013 David Cameron anunció, para sorpresa de la gran mayoría, su intención de convocar a un referéndum para preguntar a británicos si querían o no seguir perteneciendo a la UE. En junio de 2016 un 51,8% votó por el “Leave”, tras una campaña no exenta de irregularidades, ilegalidades, polarización y fuerte división en la sociedad. Más de tres años de negociaciones. Con tres Primeros Ministros en el camino (Cameron, May y Johnson), una parlamentaria pro-UE asesinada, y muchos heridos a su paso, el huracán político Brexit ha concentrado por mucho tiempo las energías a ambos lados de La Mancha.
Cuando muchos dudamos varias veces en estos más de cuatro años de negociaciones entre la Unión Europea (UE) y el Reino Unido (RU) que llegaría el plazo, éste finalmente está a la vuelta de la esquina. El viernes 31 de enero será el último día en que el RU será parte del bloque europeo. Después de cuarenta y siete años de una relación turbulenta, dulce y agraz, con aportes y resistencias y nunca sintiéndose totalmente parte del proyecto de integración más exitoso de la historia de la humanidad, a las 11 de la noche GMT, el Reino Unido dejará de ser parte de la Unión Europea. Pero parafraseando a Winston Churchill, no es el fin, ni si quiera el comienzo del fin, sino el fin del comienzo.
“¿Qué cambiará para los ciudadanos británicos el 1 de febrero? Absolutamente nada. Esto, porque recién ahí comienza el proceso de negociación entre ambas partes del acuerdo final. El Acuerdo de Salida que pasó por todos los trámites necesarios para entrar en vigor (el último de los cuales fue la aprobación del Parlamento Europeo y del Consejo de Ministros de la UE), regirá las relaciones entre las partes hasta el 31 de diciembre de 2020”
De escuchar al Primer Ministro Johnson, no pareciera así. Uno creería que todo cambiará para la población británica. Johnson, que siempre ha tenido un talento para la farándula, está haciendo todo lo posible para apoderarse de la fecha. Habla del ‘Día de la Independencia’, planea emitir monedas conmemorativas que anuncien ‘Paz, Prosperidad y Amistad con todas las Naciones’. Quiere que las campanas del Big Ben, que lleva años siendo refaccionado, doblen el momento que se produzca la salida. Los edificios de Westminster serán iluminados en los colores del Union Jack.
Más allá de sus instintos nacionalistas, Johnson sabe que tiene mostrar que Brexit significa algo, porque en la práctica, ¿qué cambiará para los británicos el 1 de febrero? Absolutamente nada. Esto, porque recién ahí comienza el proceso de negociación entre ambas partes del acuerdo final. El Acuerdo de Salida que pasó por todos los trámites necesarios para entrar en vigor (el último de los cuales fue la aprobación del Parlamento Europeo y del Consejo de Ministros de la UE), regirá las relaciones entre las partes hasta el 31 de diciembre de 2020. Mientras tanto, existirá un período de transición. El comercio continuará y el flujo de personas también. Todas las normas de la UE seguirán aplicándose al RU así como éste tendrá que seguir aportando económicamente al bloque. Los derechos de los ciudadanos europeos viviendo a ambos lados del Canal se seguirán rigiendo por este tratado y los bienes, servicios y capitales también.
A pesar de que las y los ciudadanos probablemente no sentirán ningún cambio inmediato, a nivel estatal sí comienzan a moverse las piezas. El RU ya no seguirá estando representado en ninguna de las instituciones, órganos o agencias de la UE. No participará más en la toma de decisión y pasará incluso a tener una embajada acreditada ante la UE como cualquier otro país no miembro de ella (los Estados miembros tienen una representación permanente en Bruselas, no embajada). Sus 73 eurodiputados cesarán en el cargo, ya no tendrán derecho a tener un comisario en la Comisión Europea (Boris Johnson no había designado el que les correspondía) ni su Primer Ministro podrá participar en las reuniones del Consejo Europeo. En rigor, durante los próximos diez meses, el RU estará en el peor de los mundos: comprometido con las condiciones de la EU pero sin poder influir en su proceso de toma de decisiones. En el día a día, sin embargo, no se sentirá ningún efecto.
“Johnson, que siempre ha tenido un talento para la farándula, habla del ‘Día de la Independencia’, planea emitir monedas conmemorativas que anuncien ‘Paz, Prosperidad y Amistad con todas las Naciones’ y quiere que las campanas del Big Ben, que lleva años siendo refaccionado, doblen el momento que se produzca la salida”
Por la misma razón, y tal vez a mayor grado, dado que ellos continuarán viviendo dentro de la UE, la vida de millones de europeos no se verá afectada. Por lo pronto, para los ciudadanos este paso de status de Estado miembro de la UE a tercer Estado pasará casi inadvertido.
Con el transcurso de los meses, sin embargo, tanto el RU como la EU empezarán a sentir las presiones de la negociación para fijar las futuras condiciones de la relación entre las partes. Será, sin duda, un proceso más complejo que el del Acuerdo de Salida. Desde la pesca a los servicios, del comercio a la cooperación policial y justicia, de los derechos de los ciudadanos hasta el transporte aéreo, muchas serán las materias que deberán negociar durante este tiempo. La UE determinará el 3 de febrero cuál será el mandato que entregará al equipo negociador que ya se sabe seguirá a cargo de Michel Barnier, quien negoció en nombre de la UE el Acuerdo de Salida. Estrategia, políticas, opciones. Esto recién comienza. El promedio que toma la UE para negociar este tipo de tratados (haciendo hincapié que nunca ha negociado uno similar, pues el retiro de un Estado miembro no tiene precedente en la historia) es de 7 años, por lo que se ve difícil la tarea. Es posible pedir una prórroga del período de transición por uno o dos años, máximo, pero esto debe hacerse hasta el 1 de julio de 2020. Johnson ya ha manifestado que no lo solicitará, pero la palabra del Primer Ministro británico poco pesa cuando, por ejemplo, declaró que preferiría “caer muerto en una zanja” que pedir prórroga (lo que finalmente hizo el 2019).
Junto a la negociación con la UE, el RU podrá negociar acuerdos comerciales con otros países con la limitación que éstos solo podrán entrar a regir una vez terminado el período de transición. Una de las negociaciones más importantes para el RU será la que lleve a cabo con Estados Unidos, país del que suele decirse que tienen una “relación especial”. Sin embargo, en tiempos de Trump los intereses presidenciales suelen tener otras prioridades, y la decisión por parte del gobierno británico de abrirse a utilizar dispositivos Huawei en la instalación de su red 5G ya ha atraído fuertes críticas desde Washington.
Johnson tendrá que ir más lejos a buscar sus nuevos socios, y tendrá que equilibrar la necesidad de minimizar los efectos económicos con los deseos más populistas de la nueva base del Partido Conservador. Si bien Johnson ha logrado apoderarse de los sentimientos nacionalistas que alguna vez explotó el Partido Brexit, debe estar consciente de que estos votantes esperan realmente sentirse más ‘independientes’. Según un estudio realizado por un profesor de la Universidad de Strathclyde, para los británicos ha sido la inmigración la que más ha motivado su deseo por salirse de la EU. Están dispuestos – deseosos, incluso – de mantener el libre comercio con Europa. La pregunta es cómo reaccionarán cuando se den cuenta que el RU sigue atrayendo inmigrantes de todo el mundo y que en el metro se escuchan más idiomas que en las Naciones Unidas.
Por parte de la UE, estas negociaciones nuevamente ocuparán parte importante de su agenda la que se suma a problemas internos del propio bloque y de sus Estados miembros. Michel Barnier tratará de mantener la unidad lograda en la negociación del Acuerdo de Salida pero aquí los intereses divergentes de los Estados miembros pueden complicar la dicha unidad frente al RU. A ambos lados de La Mancha se esperan resultados, y en ambos casos, falta bastante para que manifiesten.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica.
Hasta el momento, CIPER/Académico recibe aportes de cuatro centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Instituto Milenio Fundamentos de los Datos (IMFD) y el Observatorio del Gasto Fiscal. Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.