Informalidad después del estallido de octubre. Reprimir o aprovechar la oportunidad
17.01.2020
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17.01.2020
Una de las consecuencias del estallido social de Octubre será el aumento de la informalidad: buses piratas, comercio callejero, recicladores de plásticos y cartones. Así lo afirma el autor de esta columna que propone que, en lugar de responder con espanto y represión, aprendamos del modelo colombiano donde los derechos de los trabajadores informales se reconocieron a nivel constitucional. En ciudades como Medellín explica, “en lugar de corretear a los que venden para sobrevivir”, el gobierno instaló programas de emprendimiento.
En Chile tenemos una historia de negación de la informalidad. Pero la realidad supera nuestros mitos de orden. Una de las consecuencias del estallido social es que ha aumentado la existencia de actividades informales. El mejor ejemplo son los “semáforos humanos” en distintas esquinas del país, coordinando el tránsito a cambio de unas monedas.
Es preciso, sin embargo, que nos preparemos para un aumento mucho mayor de la actividad económica informal (1). El aire de “feria libre” en lugares de las ciudades que antes parecían “ordenados” estilo “primer mundo” sólo irá en aumento. Pronto comenzarán voces, sobre todo de urbanistas y columnistas de la plaza, que criticarán el desorden. Ya algunos han atacado a quienes “celebran la precariedad”. Hay que cuidarse de la mirada superficial y alarmista que sólo se preocupa de las consecuencias y no de las causas de los problemas. Para tener una aproximación inteligente al aumento de la informalidad, necesitamos comprenderla y ser capaces de identificar oportunidades que surgen de ella.
Los mercados informales operan en paralelo a aquellos que se rigen por reglas escritas. Las reglas no escritas que los rigen suelen clasificarse en tres tipos. Primero, normas tácitas que surgen espontáneamente para coordinarse, como las filas para caminar en una muchedumbre. Segundo, aquellas que se atribuyen a costumbres o cultura. Tercero, las que requieren ser impuestas, sea por actores extra-estatales, como los códigos narco, o que existen gracias a que las autoridades hacen vista gorda a las reglas formales, como pasa en colusiones de los pollos, el papel higiénico o los remedios. Las actividades informales que vemos actualmente en Chile surgen de oportunidades que mezclan pequeños cambios en todos estos tipos de reglas no escritas. A continuación, analizaré tres ejemplos relacionados al transporte, el comercio y la basura.
En primer lugar, hoy se observa una informalidad en aumento que está siendo generada por decisiones que son atribuibles al gobierno. Este es el caso del transporte nocturno en Santiago. La decisión de terminar los servicios más temprano, y la disminución de frecuencias de recorridos de buses nocturnos, está forzando una demanda por transporte que está reeditando los buses piratas. Antes de 2007, estos piratas eran muchas veces la única alternativa para moverse por la ciudad a bajo costo pasada la medianoche. La Alameda en la noche ha vuelto a sus dinámicas de los años 90, en los tiempos en que la guerra por el peso hacía que sólo hubiera recorridos funcionando cuando se concentraban los clientes. Al respecto, quedan múltiples dudas de cómo está siendo coordinado el servicio desde el Ministerio de Transportes. Por otro lado, el Metro podría solucionar rápidamente este problema para los usuarios si, en lugar de acortar, alargara sus tiempos de servicio.
“Para tener una aproximación inteligente al aumento de la informalidad, necesitamos comprenderla y ser capaces de identificar oportunidades que surgen de ella”.
En segundo lugar, ha aumentado y aumentará todavía más el comercio callejero. El origen de esta actividad informal es la necesidad económica de los comerciantes, y siempre está mediada por el cálculo de los posibles costos de ejercerla transgrediendo leyes u ordenanzas.
El comercio informal siempre ha existido. El mejor ejemplo son los coleros en todas las ferias libres del país (exceptuando tal vez algunas del sector oriente de Santiago). Pero durante los dos próximos años habrá más gente con necesidad de generar ingresos producto de la disminución del empleo de baja calificación en el sector construcción y comercio. Otro factor puede estar en el actuar más permisivo de Carabineros en materia de control de comercio informal. Esto último, a su vez, tendría su origen en dos temas. Primero, que la legitimidad de los funcionarios “de calle” ha caído al suelo producto de su masiva participación en actividades de represión de manifestaciones (es decir, el problema ya no está solo en la oficialidad, que antes había sido asociada a actos de corrupción). Segundo, la propia policía, pues, cuando es criticada, suele responder como cuerpo, “retirándose” o disminuyendo su presencia hasta que los políticos “tengan que llamarlos” por sentirse desbordados ante la sensación de desorden. El primer aspecto, la demanda por ingresos, no se solucionará sin políticas sociales que apoyen a los hogares más necesitados en tiempos de crisis. Pero incluso si no hay aumento del desempleo, el comercio callejero se multiplicará si es que no hay reforma a las policías. Producto de la deslegitimación del carabinero de a pie, hay una disminución neta de la capacidad de control del orden público, no solo en aspectos delictivos sino también edilicios.
Otro ámbito que también será más masivo es la cantidad de personas dedicadas al reciclaje informal. Esto implicará un aumento de los grupos ya existentes que, especialmente durante las noches en áreas comerciales, se dedican a clasificar y separar la basura, con especial énfasis en cartones, latas de aluminio y vidrio (2). Esto ocurre netamente por la ausencia de políticas eficientes de reciclaje en el país. Si es que hay recicladores informales es exclusivamente porque existe demanda de materiales, e incapacidad de los servicios municipales de prestar servicios ad hoc. Apenas la mitad de los municipios del país cuentan con algún tipo de servicio de reciclaje, y los que existen son sólo cosméticos.
“Hoy se observa una informalidad en aumento que está siendo generada por decisiones que son atribuibles al gobierno”.
La demanda final por estos materiales, a diferencia del plástico, es netamente nacional. De hecho, los precios de compra de cartón, latas y vidrio son controlados por un número pequeño de empresas, algunas de las cuáles están vinculados a casos de colusión – por ejemplo, del papel higiénico. En este caso no es actuación como “monopolio”, que implica control de la oferta, sino “monopsonio”, que implica control de la demanda. Lamentablemente, es muy probable que ante el aumento de recicladores informales, es decir incremento de la oferta de material reciclable, los grandes empresarios que le compran material presionen los precios a la baja. La completa ausencia de políticas a este respecto, producirá una redistribución de la renta directamente desde quienes separan la basura por necesidad, hacia las grandes empresas que usan el material para disminuir costos de empaquetamiento de los productos que son comercializados a nivel nacional.
En cada uno de estos ejemplos hay un rol del gobierno, por acción u omisión, en el fomento de la actividad informal. Las medidas para gestionar el transporte informal, el comercio callejero, y el revoltijo de la basura, están en manos del gobierno, mucho más allá de simplemente salir a reprimir a las personas que ejerzan estas actividades por necesidad y oportunidad.
Pero no sólo hay que estar preparados, y evitar la mirada represiva que por sobre todo castigará a quienes no tienen alternativas. También hay oportunidades que surgen de estas coyunturas. Mucho se ha hablado del proceso Constituyente en Colombia a principios de los 90. Poco se ha dicho, sin embargo, que el reconocimiento de derechos sociales en la carta magna de 1991 ha llevado al reconocimiento, por parte del Tribunal Constitucional colombiano, de los derechos de trabajadores informales en algunos servicios, como ocurre con los recicladores desde 2011.
“Producto de la deslegitimación del carabinero de a pie, hay una disminución neta de la capacidad de control del orden público, no solo en aspectos delictivos sino también edilicios”.
Por ejemplo, Medellín, una ciudad considerada modelo por su planificación y gestión urbana, ha aumentado su cobertura de servicios abrazando la formalización de los prestadores informales. El reciclaje municipal en la ciudad, que logra mejores tasas de recolección diferenciada que Santiago, lo hacen las cooperativas nacidas de la actividad informal, a las que se les paga parte de los derechos de aseo cobrados por el gobierno local. El incentivo es a no dejar ningún área de la ciudad sin cobertura, y las cooperativas reparten las rutas de recolección entre sus miembros. En materia de transporte, en lugar de un “big bang” estilo Transantiago, sus recorridos alimentadores de buses incorporaron a los que antes eran prestadores informales, quienes conocen las necesidades de sus usuarios a nivel local. Lejos de reprimir el comercio informal, las nuevas estaciones de metro y teleféricos han generado verdaderos mercadillos en los barrios donde antes no había actividad económica. En lugar de corretear a los que venden para sobrevivir, el gobierno de la ciudad instala programas de emprendimiento en las cercanías de estos nuevos centros.
Habrá sí o sí aumento de la actividad informal en nuestras calles. La pregunta es si actuaremos de manera inteligente, o sólo escucharemos a quienes pongan el grito en el cielo, pidan más represión, y pongan atención a las consecuencias sin entender las causas.
Referencias:
(1) Para un análisis del efecto contra-cíclico del empleo informal, ver Loayza, N. V., & Rigolini, J. (2011). Informal employment: safety net or growth engine?. World Development, 39(9), 1503-1515.
(2)Para un resumen de la situación actual del reciclaje en Chile ver Valenzuela-Levi, N. (2019). Factors influencing municipal recycling in the Global South: The case of Chile. Resources, Conservation and Recycling, 150, 104441.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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