Estamos bien en el Senado los 33
28.12.2019
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28.12.2019
“Estamos bien en el Congreso los 120”, decía el lema de la UDI en una campaña ideada en 2015 por el entonces diputado Felipe Ward para oponerse al aumento de parlamentarios, en medio de la reforma que puso fin al sistema binominal e incorporó cuotas de género.
“Estamos bien en el Senado los 33”, podrían decir hoy los 33 senadores hombres, versus apenas diez senadoras. Claro que están bien…, bien sobre representados. Y a ellos se les pide que en la Convención Constituyente devuelvan el poder que le corresponde a la mitad de la población, aprobando la paridad.
Luz, no aclares que oscureces. Me acordé de ese dicho al escuchar en el debate la firme oposición de la senadora Luz Ebensperguer, quien dijo no ser partidaria de garantizar igual número de hombres y mujeres en una constituyente porque rechazaba “las discriminaciones arbitrarias”. Claro, tuvo que agregar el apellido “arbitrarias” porque bien sabe que el sistema proporcional corregido le dio la oportunidad de ser electa con 22% de los sufragios versus el 24% de Fulvio Rossi. Y ahí no se quejó de que se estaba “metiendo la mano a las urnas” o “torciendo la voluntad popular”, como tantas veces hemos escuchado en estos días.
Aclaro que no cuestiono la elección de la senadora y que comparto el sistema proporcional, el que me parece mucho mejor que el binominal y pienso que está bien que pesen todos los votos de una lista. Porque seamos claros: en Chile el sistema electoral para las votaciones parlamentarias es proporcional con lista abierta y se vota por una persona. “Puede ser que el electorado crea que, al estar votando sólo por la candidatura, los escaños se asignan a los y las candidatas más votadas, sin importar la votación del partido, pero esto no es así. Lo que define el número de escaños es la votación de la lista, la cual se obtiene sumando los votos recibidos por cada una de las candidaturas de esa lista”, recuerdan las politólogas Javiera Arce, Carolina Garrido y Julieta Suarez-Cao.
Entonces, sabiendo que este sistema no garantiza elegir a los más votados, no comprendo esta repentina preocupación de algunos por la proporcionalidad del voto y ese mantra en que han convertido el “una persona, un voto”, como si lo primero fuera siempre respetado y como si lo segundo fuera el único componente de una democracia.
Para la anécdota quedará que todavía hay muchos que dicen “un hombre, un voto”, y cuando caen en la cuenta de su acto fallido se corrigen –o son corregidos– con “una persona, un voto”.
¿Y cuántos proyectos se han presentado en el Senado para remediar esto que ahora dicen que es tan injusto? Cero.
Quienes se oponen a la paridad, se han contagiado de “proporcionitis”. Justo ahora que el tema es la sobre representación masculina en una eventual Convención Constituyente, el club de Toby (con algunas Lulús) se alarma.
“Antes, cuando en el binominal no salía el más votado, no importaba. Ahora, cuando se “corrige” por lista, tampoco (…). Pero, resulta que la propuesta de paridad para el proceso constituyente ahora sí es, para algunos, ‘meter la mano en la urna’”.
Antes, cuando en el binominal no salía el más votado, no importaba. Ahora, cuando se “corrige” por lista, tampoco. Y si se trata de que regiones con pocos habitantes elijan más que lo estrictamente proporcional para su representación, bienvenido. Pero, resulta que la propuesta de paridad para el proceso constituyente ahora sí es, para algunos, “meter la mano en la urna”.
“No es meter la mano en la urna: se respetan los escaños ganados por partido o lista de independientes, el cual es el primer criterio de asignación. Posteriormente, se utilizará un segundo criterio para asignar los escaños y asegurar así la paridad en los distritos pares y el equilibrio de género en los impares”, aclara Julieta Suárez-Cao.
¿Será la proporcionalidad del voto lo que realmente les importa? Creo que no. Es válido, incomprensible, pero válido, que no compartan que para la calidad de la democracia, para construir una sociedad más inclusiva, resulte indispensable que el 51% de la población (las mujeres) esté adecuadamente representado en la instancia que podría redactar una nueva Constitución. Pero transparéntenlo.
¿Será que ven el feminismo como una causa de la izquierda, para que algunos amenacen con que la propuesta de paridad pone en riesgo el futuro de Chile Vamos? Si piensan así, se equivocan: el 92% de los chilenos, según la última encuesta Cadem, apoya la paridad.
De nuevo, veamos los hechos. En el actual sistema electoral parlamentario no ganan necesariamente los más votados, sino las listas más votadas. De hecho, en las parlamentarias de 2017, en 24 de 28 distritos fue electo un o una candidata con menos sufragios que otros postulantes. Y sólo en una de las de siete circunscripciones que se renovaron se impusieron los candidatos a senadores más votados.
Un ejemplo: Francisco Chahuán con su tremendo caudal (150.031 sufragios, es decir, el 22,6%) “arrastró” a su compañero de lista, Keneth Pugh, dejando fuera a Andrea Molina (64.668 votos), Lily Pérez (35.493 sufragios) y a ocho candidatos con más votos que los 14.241 (2,4%) que Pugh obtuvo. Hoy, Chahuán, para oponerse a asignar paritariamente escaños en una Convención Constituyente, sostiene: “Nosotros no estamos dispuestos a que se distorsione ex post el resultado de la elección”. Ahora no están dispuestos a lo que han estado desde que son electos con un sistema proporcional.
“¿Será que ven el feminismo como una causa de la izquierda, para que algunos amenacen con que la propuesta de paridad pone en riesgo el futuro de Chile Vamos? Si piensan así, se equivocan: el 92% de los chilenos, según la última encuesta Cadem, apoya la paridad”.
Pero el tiempo da la razón. Quienes antes se oponían a las cuotas de candidaturas, hoy las plantean como la solución para que ellas estén mejor representadas. Y está bien, es una buena vía en elecciones parlamentarias. Pero, como el proceso de crear una nueva Carta Magna es único o casi único en la vida de una persona, la paridad efectiva y no sólo la de aspirantes a los cargos es necesaria. Ahora.
Proponen ubicar a las candidatas más arriba en las listas. Buena, pero insuficiente idea. Y agregan, como gran cosa, que podrán autorizar a las candidatas a la Convención Constituyente a gastar el doble que los candidatos. Inútil, porque para hacer campaña entre los aspirantes a diputados, los hombres tienen 1,9 veces el dinero que las mujeres y en el Senado, 2,18 veces. Si sólo miramos el financiamiento no estatal, ellos obtienen tres a cuatro veces más recursos. ¿De qué serviría autorizarlas a gastar más que sus oponentes masculinos? O sea una solución que rasca (como diría Galeano), pero que rasca donde no pica.
No entienden y advierten (como si quienes apoyamos la paridad no lo hubiéramos notado) “puede quedar una mujer fuera si es que en un distrito hay muchas con alto respaldo. Y, renglón seguido, ponen como ejemplo la elección del Colegio de Abogados, donde ellas tuvieron que ceder cupos. Lo aplaudo, lo aplaudimos, porque ESO es paridad: no estar sobre representadas, sino justamente representadas. No se trata de aferrarse al poder, sino de compartirlo en igualdad.
Comienza en el Senado la discusión sobre paridad. Los 33 sobre representados senadores y sólo diez senadoras tienen la palabra: si de veras creen en la equidad… pongan los votos, donde ponen los discursos.