Puerto de Antofagasta: Un dispositivo urbano que intoxica
18.06.2018
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
18.06.2018
La productividad no necesariamente mejora la vida de las personas. Así lo muestra de manera trágica la segunda región de Chile, que genera el 10% del PIB Nacional con solo un 4% de la población. Su capital, Antofagasta, es una de las ciudades más letales del planeta, argumentan los autores. Estudios antiguos y recientes vinculan la contaminación con el puerto, “verdadero foco emisor de cáncer” para sus 360 mil habitantes. En Antofagasta, donde la tasa de natalidad es alta, los niños crecen con arsénico en la sangre. Las ganancias que algunos obtienen hoy lo pagarán con mucho dolor muchas familias en el futuro, advierten los autores.
La ciudad de Antofagasta tiene un cúmulo de problemas urbanos de alto calibre. Capital de una región clave para la economía nacional, aporta el 9,5% del PIB, lo que la ubica como el más alto contribuyente después de la Región Metropolitana (Banco Central, 2016), a pesar de estar en el noveno lugar en cantidad de habitantes: concentra el 3,46% de la población mientras Santiago reúne el 40,47%. Esta notable productividad, sin embargo, no redunda en mejores condiciones de vida urbana.
En abril el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) informó que el desempleo alcanzó en esa región un 10,9%, el más alto a nivel nacional. Esto se agrava al examinar la cantidad de trabajadores contratados en la Región de Antofagasta que residen en otra zona. Según el Observatorio Laboral de la Universidad Católica del Norte, el 17,4% de los que trabajan en Antofagasta vive en otra región (58.560 personas aproximadamente). Es decir, la mayor parte de los salarios que estos trabajadores reciben lo consumen en ciudades menos productivas, lo que impacta directamente en el dinamismo interno de las ciudades de la Región de Antofagasta y en sus posibilidades de diversificación económica (ver estudio).
Antofagasta, además, es una ciudad excesivamente cara. Según la encuesta CASEN 2015, los hogares gastan en promedio un 30% de sus ingresos en el pago de arriendo, lo que contrasta con los países de la OCDE, donde se destina un 21% (los antofagastinos que pertenecen al quintil más pobre usan el 48% de su ingreso en ese ítem).
Para el director del Centro de Investigación Social de Techo, Pablo Flores, el alto precio de los arriendos explica la mayor parte de los campamentos en la región. Estos han explotado. Según el catastro de Techo, en 2007 eran solo 632 hogares viviendo en esas precarias condiciones, cifra que saltó a 6.229 en 2016. Medido desde 2011, el aumento ha sido de 538%.
El estado de total desequilibrio inmobiliario quedó registrado en el Censo 2017 que determinó que en la región existen 12.233 viviendas desocupadas, donde hipotéticamente caben esos 6.229 hogares en asentamientos informales.
Todos los problemas aquí mencionados, sin embargo, son menos severos al lado de la crítica contaminación existente en la ciudad de Antofagasta.
Es un problema que persiste, pese a que los antofagastinos tienen una gran conciencia de la dificultad sanitaria en la que viven. Es habitual, por ejemplo, que parte importante de los habitantes de esta ciudad consuman agua en bidones, un mercado que ha aumentado 866% desde 2012. Esta práctica subsiste, a pesar de que la empresa de aguas hace públicos sus estudios de control de calidad supervisados por el Ministerio de Salud, que dan cuenta de una pureza dentro de los márgenes recomendados por la Organización Mundial de la Salud.
El miedo y la desconfianza instalados en la población se deben a que periódicamente los investigadores científicos han registrado la presencia de contaminantes y los daños sanitarios que éstos causan en el largo plazo.
Según mediciones de los años 70, entre 1958 y 1970 cerca de 300.000 habitantes estuvieron expuestos a altas concentraciones de arsénico en el agua (Borgoño y Greiber, 1971), lo que produjo una alta presencia de pacientes con cáncer a la vejiga y al pulmón (Smith et al. 1998).
La abundancia de minerales en la zona y su acopio durante décadas en Antofagasta antes de ser embarcados por el puerto, ha generado un prolongado proceso de intoxicación de la ciudad (Sepulveda et al. 2000).
En 2014 el Puerto de Antofagasta (ATI) fue el principal eje de una serie de movilizaciones que tenían como lema “Este polvo te mata”, en referencia a los metales pesados presentes en la ciudad. El movimiento social no fue antojadizo: entre 2000 y 2015 aumentaron en 42% en las muertes por cáncer en la región de Antofagasta. Hoy es la principal causa de muerte (provoca el 29,4% del total de decesos), lo que ubica a esta región como aquella donde el cáncer mata a más personas en Chile.
Solo para graficar cuán fuera de toda norma está Antofagasta, un dato: tras el incidente radioactivo de Chernóbil la cantidad de muertes por cáncer en esa zona es de un 20%.
Se suponía que después del movimiento #EstePolvoTeMata se diseñarían políticas para cambiar las condiciones sanitarias, pero los esfuerzos han sido inocuos. Tanto así, que el Colegio Médico ha solicitado reiteradamente que a Antofagasta se le declare zona saturada por contaminación.
Se ha apuntado al Puerto de Antofagasta (ATI) como un foco crítico de contaminación. El puerto, con el objeto de mitigar el impacto ambiental que genera, construyó un galpón para el acopio y trasvasije de minerales desde el tren hacia las embarcaciones. Sin embargo, en 2016, una evaluación al galpón del puerto demostró que sus trabajadores se exponen a niveles de plomo de 0,143 mg/m3 representando un % 2.760 por sobre la media, lo mismo con el arsénico.
Las externalidades negativas del Puerto ATI se han expandido por la ciudad.
Ricardo Díaz Cortés, líder del movimiento #EstePolvoTeMata y actual consejero regional, decía en 2015: “Le explicamos (al ministro) con un ingeniero por qué este galpón que está construyendo ATI no da seguridad. No tiene los filtros necesarios para evitar contaminación. Le explicamos cómo ATI no ha cumplido la Resolución de Calificación Ambiental, le explicamos cómo esto está afectando la salud de los portuarios”.
El presidente regional del Colegio Médico, doctor Aliro Bolados, ha planteado sin rodeos: “Acá no sirven las mejoras, sino que eliminar definitivamente todas las fuentes de contaminación, como única solución para proteger la salud de la población”.
Uno de los principales controladores del puerto es un icónico antofagastino: Andrónico Luksic. Muy activo en Twitter, cuando fue increpado por la contaminación del puerto y la ineficacia de las medidas mitigantes adoptadas, dijo: “Ya lo he dicho, contaminación en Antof. es problema histórico. Si quieren sacar el puerto tienen que hablar con el Estado, no conmigo”.
Las palabras de Luksic relativizan una urgencia grave. Y al hablar de “problema histórico” la evidencia no lo acompaña.
Un reciente estudio científico publicado en la prestigiosa revista PeerJ, es contundente en identificar que los metales pesados presentes en el centro de la ciudad (mapa 1) de Antofagasta provienen de la actividad humana. Principalmente, se identifica al puerto de Antofagasta como el foco contaminante (Tapia et al. 2018). La severidad de los datos muestra que es necesario planificar una transformación radical en las funciones actuales de este puerto, un verdadero foco emisor de cáncer en una ciudad donde viven 360 mil personas.
Mapa 1: Area central de la ciudad de Antofagasta donde se aplicó el estudio publicado por Tapia et al. 2018.
El estudio detecta que las concentraciones de arsénico, cobre y zinc son las más altas a nivel mundial, superando los niveles de las ciudades industriales chinas, generalmente consideradas las más contaminadas del mundo. Así, en la región más explotada, con la cotidianeidad más cara, se encuentra una de las ciudades más letales del planeta.
Tabla 1: Media de concentración de metales pesados en calles de Antofagasta. En rojo se indican los elementos donde Antofagasta, comparativamente, es más alto. Fuente: Elaboración a partir de Tapia et al. 2018.
Esto afecta principalmente a los niños: “Si un niño entre cero y seis años ingiere 200 mg. al día del polvo existente en Antofagasta, en promedio, durante dos años de exposición los riesgos para la salud son elevados” (Tapia et al. 2018, p. 15).
Los efectos de esta exposición al largo plazo hacen que la población afectada sea más propensa a generar cáncer a la vejiga y al pulmón. Más aún, la exposición a estos contaminantes de infantes desde la etapa gestacional, puede causar cambios bioquímicos que propendan a fallas orgánicas o alteraciones en el comportamiento neuronal, junto con mermar las capacidades reproductivas, reducir la inteligencia y otros efectos que se manifiestan entre los 30 a los 49 años.
Dado que Antofagasta presenta la segunda tasa de natalidad más alta de la nación, después de la Región de Tarapacá, este es un asunto crítico. En 2015 se realizaron exámenes a niños de los jardines infantiles “Semillita” y “Los Pollitos” y se detectó que 107 niños tenían plomo en sus organismos y 45 de esos niños tenían arsénico en la sangre. Ambos jardines estaban en el área donde se tomaron las muestras del estudio publicado en PeerJ.
¿Qué tanta vida debe sacrificar la ciudadanía en favor de los intereses del capital multinacional? Como se ha dicho hasta el hartazgo: es hora de poner a los niños primero en la fila.
El puerto de Antofagasta es un brutal ejemplo de la inhumana idea de que en Chile se necesitan zonas de sacrificio, que en este caso es literalmente sacrificio humano. Desde 2015 que analizan las causas de la intoxicación de esos niños y se realizan medidas paliativas, pero los datos son contundentes sobre la persistencia del problema. Lo único que no se cuestiona, es la continuidad de la actividad económica.
El puerto es científicamente identificado como una infraestructura altamente peligrosa por sus operaciones productivas. No existe una contaminación inherente en Antofagasta per sé. Las causas principales son humanas y se pueden detener.
El sacrificio sanitario de Antofagasta y sus niños pareciera justificarse por la rentabilidad, que, en Chile, a veces, pareciera tener una importancia mayor que la vida. Según datos del Servicio Nacional de Aduanas, el puerto de Antofagasta registra sólo un 2,4% de participación en las exportaciones totales a nivel nacional, pero concentra un 30,8% de los montos transados por concepto de exportaciones, haciendo que sea el puerto más rentable de la nación.
La pregunta es ¿cuánta más evidencia científica y empírica se necesita para realizar un cambio real sobre las funciones de esta verdadera infraestructura productora de toxicidad desde el centro de una de sus principales metrópolis para resguardar la salud de su población y mejorar las expectativas de vida de sus habitantes?
Desde que Antofagasta existe ha sido pensada desde la mirada extractivista, a costa, incluso, de la salud de sus habitantes. Habrá que pensar nuevas funciones para su puerto, de modo que sea un aporte a una vida urbana vivible.
A primera vista, el Puerto de Antofagasta atenta contra los articulos 3, 5 y 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual el Estado chileno suscribe. Quizás Andrónico Luksic está en lo cierto y -por respeto a este tratado – sea el Estado el que deba actuar sobre el puerto y su rol urbano. Por lo pronto, urge acabar con el letal pero lento proceso de intoxicación de los antofagastinos.
Aroca, P., & Atienza, M. (2008). La conmutación regional en Chile y su impacto en la Región de Antofagasta. EURE (Santiago), 34 (102), 97-120.
Banco Central de Chile (2017). Cuentas Nacionales de Chile, PIB Regional 2016.
Borgoño, J.M.; Greiber, R. (1971) Epidemiological study of arsenic poisoning in the city of Antofagasta. Revista Médica de Chile, 99, pp. 702-707.
Tapia, J., Orrego, R., Valde, J., Tchernitchin, A., Dorador, C., Bolados, A., & Harrod, C. (2018). Geologic and anthropogenic sources of contamination in settled dust of a historic mining port city in northern Chile: health risk implications. PeerJ, 6:e4699, 1–30.
Proconsa Ambiental. (2005). Puerto de Antofagasta: sistema de acopio de concentrados puerto de Antofagasta II. Antofagasta.
Sepulveda, V., Vega, J., & Delgado, I. (2000). Exposición severa a plomo ambiental en una población infantil de Antofagasta, Chile. Revista Médica de Chile, 128(2), 1–12.
Smith, A. H., Goycolea, M., Haque, R., & Biggs, M. Lou. (1998). Marked increase in Bladder and Lung Cancer mortality in a region of northern Chile due to arsenic in drinking water. American Journal of Epidemiology, 147(7), 660–669.
TECHO. (2016). Catastro de Campamentos 2016. El número de familias en campamentos no deja de aumentar. Centro de Investigación Social. Santiago