Primero de Mayo de 2018: la deuda con la salud mental de los trabajadores chilenos
02.05.2018
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02.05.2018
A propósito de la última conmemoración del Primero de Mayo, en esta columna el psicólogo José Piraino analiza un factor de la precariedad laboral pocas veces mirado: la salud mental. Entre los principales desafíos del mercado laboral -«gran desigualdad por ingresos antes y después de impuestos, baja productividad, escasa inclusión por meritocracia, mejores transferencias para sectores vulnerables»- debe considerarse, a juicio del autor, la necesidad de hacerse cargo de la salud mental en el trabajo. Si el 58% de las enfermedades laborales tiene ese origen, resolver este problema aseguraría «mejorar la cohesión social y mejorar la calidad de vida de los trabajadores, haciendo una inversión altamente rentable para las organizaciones y generando, a la larga, una mayor equidad en las relaciones laborales».
Sandra es madre de tres hijos. Tiene más hijos que el promedio de sus compatriotas en un país donde la natalidad llega apenas al 1,75 hijo por mujer (Banco Mundial, 2016). Vive en una comuna donde no se siente segura y apenas oscurece prefiere estar dentro de su casa y saber dónde andan sus hijos.
Sandra tiene 48 años y gana más que la mayoría de Chile, según escuchó en la radio donde la presentadora explicaba que la mitad de los trabajadores chilenos ganan menos de $350 mil. Sin embargo, su propio sueldo no le alcanza para mucho más que pagar el arriendo, las cuentas y los gastos corrientes del mes. Colegio no paga, porque está en la gratuidad. Debe preocuparse del crédito de la tienda del mall. No tiene de dónde más sacar, porque del padre no se sabe hace años, por lo que tiene que aferrarse a la esperanza de no enfermarse ni que la despidan, para seguir juntando el ahorro para la vivienda que aún no sale.
Mes a mes, la AFP se queda con una parte de su sueldo: “Para que tenga ahorros cuando jubile, es por ley”, le explicó una amiga del trabajo. Pero ella no cree mucho y más le gustaría tener esa platita en su bolsillo. Está en Fonasa, aunque no sabe el tramo cuando le preguntan, pero le gustaría tener una atención mejor que la que ofrece el consultorio del barrio. Ahí las esperas son muy largas.
La tasa de ausentismo laboral es un síntoma inequívoco de un problema mucho mayor que puede estar relacionado con la violencia laboral, dinámicas y culturas laborales precarias».
Sin embargo, Sandra no sabe que perderá su trabajo apenas vuelva de una licencia psiquiátrica por 11 días que acaba de presentar. Está estresada y cansada del recorrido diario en el metro. Calcula que podría dormir dos horas diarias más si trabajara cerca de la casa, pero no hay pegas para su especialidad por ahí. Y a su edad no le conviene arriesgar lo que tiene.
Sandra representa a un gran sector de la población chilena. Este sector no es ni por lejos el más vulnerable del país. Ella está en una situación relativamente mejor que muchos en Chile. Sin embargo, no se siente así. La OCDE dice que Chile superó la trampa de los países de ingreso medio, pero al parecer el Gini no cede ni un décimo (0,48 el 2015, Banco Mundial) y el sueldo de Sandra está lejos de lo que podría recibir alguien promedio en países de altos ingresos.
El mercado laboral chileno se destaca por algunas buenas características: aumento sostenido del PIB, robustez del consumo por hogar, tasa de desempleo estable, política fiscal ejemplar (OCDE, 2018). Pero, no por cuidar lo anterior nos vamos a olvidar de los grandes desafíos que presenta el mercado laboral de cara al siglo XXI: gran desigualdad por ingresos antes y después de impuestos, baja productividad, escasa inclusión por meritocracia, mejores transferencias para sectores vulnerables; si el mercado de pensiones funciona como un espejo del mercado laboral no debieran sorprender las bajas pensiones de la mayoría de los jubilados, lo que genera una preocupación en política pública de la vejez. La estructura de inversiones en capacitación fue funcional para los ’90 y parte de los 2000, pero ¿es funcional a los desafíos de una economía abierta y diversa de los próximos 10, 20 o 30 años? También se debe tener en cuenta que dónde nos posicionemos en el espectro calidad-precarización del trabajo incidirá directamente en la productividad y crecimiento del país.
Todos estos ámbitos son altamente importantes para el mercado laboral, pero en este Primero de Mayo me gustaría agregar un elemento más a este complejo escenario: la salud mental de los trabajadores.
Hace poco nos enteramos que la tasa de accidentabilidad ha disminuido hasta llegar apenas a un 3,4%, un porcentaje muy lejano al 5,9% que veíamos hace diez años. Pero, también nos enteramos que un 58% de las enfermedades profesionales son de origen mental (Pulso), un indicador bastante alto comparado con el que le sigue (musculoesqueléticas, con 17%). Lo que esconde esa cifra es el poco entendimiento de la relación salud mental y precarización del trabajo.
Los trabajadores que presentan licencias psiquiátricas no son “trabajadores cacho” que las organizaciones deban evitar, más bien la invitación a las organizaciones y políticas públicas es a conocer e identificar cuáles son los factores de riesgo que gatillan enfermedades y consecuentes licencias. En ese sentido la tasa de ausentismo laboral es un síntoma inequívoco de un problema mucho mayor que puede estar relacionado con la violencia laboral, dinámicas y culturas laborales precarias (PEPET, 2017). Quedará abierta la discusión para descubrir qué otros elementos están presentes en esta compleja ecuación.
Cómo se mejoran estos índices o cómo abordamos este problema de manera creativa es un desafío para todos los actores involucrados: para las organizaciones, porque podrían ser realmente competitivas y ejemplares en este ámbito; para los investigadores, porque podrían buscar y descubrir relaciones y causas que mejoren los índices; y para nuestras autoridades, porque podrían diseñar políticas que estén a la altura de un país que busca ansiosamente “ser desarrollado”.
Se hace importante la discusión con buena disposición y altura de miras, clave para el bienestar de los trabajadores chilenos. La invitación es a que este Primero de Mayo no pase como un feriado más. Este último martes se conmemoraron 132 años de la masacre de Chicago, episodio que dejó claro que la calidad del empleo sí importa. Debemos replantearnos la calidad laboral desde sus fundamentos.
Considerando las externalidades positivas asociadas, se puede mejorar la cohesión social y mejorar la calidad de vida de los trabajadores, haciendo una inversión altamente rentable para las organizaciones y generando, a la larga, una mayor equidad en las relaciones laborales.
– Ansoleaga, M., Díaz, X., Mauro, A., Toro, J. (2017). Violencia en el trabajo en Chile.